Hace tiempo que tengo ganas de dar un puñetazo en la mesa con esto de las «comunidades históricas» y hoy he tenido tiempo para trazar unas pinceladas.
Sin duda, la comunidad histórica por excelencia de España debe situarse en Andalucía. No se sabe el emplazamiento exacto de Tartessos; pero no cabe duda de que la primera civilización autóctona desarrollada, con instituciones políticas sólidas, industria, comercio, cultivo de las artes, etc., estuvo allí y desapareció en el s. VI a.C.
¿Qué decir de Numancia, Termancia y otras poderosas ciudades con suficiente poder y riqueza para resistir décadas de asedio de las poderosas legiones romanas? ¿Reivindicamos fueros privilegiados para Soria?
Todo esto parecería una broma si no hubieran aparecido en las últimas décadas grupos independentistas que han sembrado de sangre y terror cuarenta años de nuestra historia argumentando oscuros derechos históricos nacidos de un pasado imaginario, que no resiste ninguna revisión histórica.
Historiadores tan ilustres como Sánchez Albornoz, Caro Baroja o G. de Valdeavellano (historiador del Derecho), coinciden en que la organización de los pueblos de la Península Ibérica no era uniforme cuando fuimos invadidos por Roma. Los más atrasados se encontraban en el estadio organizativo derivado del concepto gens (unión basada en los vínculos familiares) y el pópulus (vínculos de cohabitación). Los más avanzados habían desarrollado instituciones más evolucionadas, en las que aparece la figura del rey, con frecuencia unida al poder religioso y una estratificación social más acusada, en la que hay castas nobles palaciegas, castas nobles militares, poderosos comerciantes, pueblo llano, siervos y esclavos.
En el norte, estábamos en la primera categoría. Hay pocas ciudades importantes y los habitantes ocupan aldeas o pueblos en los que es frecuente que exista una fortificación, bien una torre, bien un enclave amurallado, dada la frecuencia de las razzias y ataques entre poblaciones, por razones diversas que no creo oportuno reseñar aquí.
Sí parece probado que, aunque la organización política fuera débil, existía con carácter general una asamblea (concejo) en la que los jefes de los clanes o los poblados se reunían cuando era necesario afrontar problemas de gran calado que les afectaban a todos, en las que tomaban decisiones consensuadas.
Fuera de esos momentos de grave crisis, cada asentamiento se ocupaba de sus problemas, vengaba sus afrentas atacando al otro cuando correspondía o para robarle, sin más, en tiempos de hambruna o por codicia.
Galicia fue la más romanizada. Hay muestras de una potente romanización de enclaves en Asturias (el castro de Chao San Martín es una joya en ese aspecto, puesto que muestra cómo las construcciones circulares autóctonas se modifican por influencia romana, se modifica la plaza del poblado para construir un foro, incluso albergó en su recinto una villa romana auténtica). Los cántabros también fueron muy romanizados, como los autrigones, caristios, várdulos y berones, dadas las riquezas mineras que había en sus tierras. Sólo una pequeña franja, ocupada por los vascones que no tenían minas ni un valor estratégico reseñable, se mantuvo aislada.
Con la llegada de las invasiones godas, durante un corto periodo, se constituye un reino suevo en Galicia con capital en Tuy. Como curiosidad:
«Vitiza reinó diez años.En vida de su padre residió en la ciudad de Tuy, de Galicia. Allí estaba también el duque Favila, padre de Pelayo, enviado por el rey Egica. Por un motivo ocasionado por la mujer, le golpeó la cabeza con un bastón [Vitiza a Favila], lo que le produjo después la muerte. Y cuando Vitiza ocupó el Reino de su padre, entonces Pelayo, el hijo de Favila, el que después se sublevaría con los asturianos contra los sarracenos, fue desterrado de la ciudad regia [Toledo] a causa de lo ocurrido con su padre. Y en Toledo acabó la vida de Vitiza [bajo la advocación del] emperador Tiberio». (Crónica Alberdense).
Tras la invasión musulmana Galicia deja de ser reino y en el nacimiento del Reino de Asturias, no aparece una figura real. Pelayo (719-737), su hijo Favila (737-739), Alfonso I (casado con Ermesinda, hija de Pelayo 739-757), Fruela I (757-768), Aurelio (768-774), Silo (774-783), Mauregato (783-788) y Bermudo (788-791), fueron solo princeps. Tiene que llegar Alfonso II (791-842), hijo de Fruela I, para que se restaure la monarquía. Él sí fue ungido para reinar (Crónica Alfonsina) y renace un reino.
Aún así, la organización del nuevo reino no sufre modificaciones. La sede regia está en Oviedo y el resto del territorio está en manos de señores que defienden zonas que van de Galicia a la frontera con Navarra. Al sur de la cordillera, la acción militar de Alfonso I deja desiertas las tierras; pero Fruela, el padre de Alfonso II, favorece el fortalecimiento de algunos enclaves como, por ejemplo, el monasterio de San Miguel de Pedroso.
¿Qué se sabe de lo que hoy es el País Vasco en esa época? Se sabe que, con Alfonso I ya se producen ataques combinados por parte de los musulmanes al pequeño reino del norte, usando la estrategia de ataque por las alas. Álava y la Vardulia son atacadas con frecuencia y los vascones se defienden con bravura, consiguiendo en ocasiones victorias tan sonadas como la de la batalla de las Conchas de Vitoria (reinado de Alfonso II).
Se sabe que en el reinado de Fruela I se sublevaron los vascones al mando del conde de Álava. Fruela sofoca la sublevación, toma rehenes, entre ellos a Munia, la hija del Conde, la toma por esposa y engendra en ella a su hijo Alfonso. Máximo y Fromestano habían fundado al comienzo de su reinado un monasterio en Ovetao. Fruela quiere favorecer la población en aquel lugar despoblado por razones que se ignoran y construye una basílica dedicada a San Salvador y un palacio. Aunque la corte estaba en otro lugar, tal vez seguía en Cangas de Onís o puede que hubiera ya una presencia frecuente de la corte en San Martín del Rey Aurelio, que se convertiría en definitiva con este rey, parece que vivió en ese palacio con su mujer y que nació en él su hijo Alfonso. Dada la distancia de Cangas con Oviedo, supongo que la sede de la Corte debía estar más cerca de Oviedo, de otro modo parece muy raro que la residencia habitual de la Reina estuviera en Oviedo.
La siguiente noticia sobre los vascos se produce en el 812. Ya había iniciado Carlomagno una política de creación de un cinturón de seguridad, con la Marca Hispánica. Estaban conquistadas Cataluña y Huesca, cuando Ludovico Pío, que gobernaba Aquitania desde Toulouse, penetró en Navarra, conquistó Pamplona para frenar los frecuentes ataques de los musulmanes a sus territorios y estableció en ella como gobernador a Velasco el Gascón.
Al-Hacam, en respuesta, decide atacar para abrir una cuña en la frontera entre el Reino de Asturias y Navarra. En el ejército de Alfonso II hay una nutrida representación de vascos, cuando acude a la batalla que se entabla el 25 de mayo de 816, probablemente en el valle de Miranda, junto al río Orón.
La batalla fue encarnizada, terminó en tablas, Abd al-Karim tuvo que retirarse y en su reseña de la batalla recoge los nombres de los siguientes próceres caídos en el bando contrario: Sancho, el mejor caballero de Pamplona, García López, un magnate casado con la hija de Bermudo I, Saltan o Zaldun, el mejor caballero de los «vascos paganos», entre otros muchos guerreros de prestigio.
Sé que soy muy dura. El mejor caballero de los vascos paganos no se llamaba Aitor, ni Patxi, ni Kepa, se llamaba Zaldun. La primera reina madre del primer reino tras la invasión, una vasca para la historia, no se llamaba Aintzane ni Arantxa, sino Munia. ¡Qué cruel es la historia!
El tiempo no modificó esta línea. A lo largo de toda la historia de España, los vizcainos, guipuzcoanos y alaveses fueron los más fieles y leales servidores del rey de Castilla y luego de España. Nunca estuvieron ajenos a los acontecimientos históricos que vivimos el resto de los pueblos de España hasta que prendió el nacionalismo una mecha absurda inventando una historia irreal, tanto para Cataluña como para el País Vasco.
En nombre de esa fantasía, ha salido de las cavernas una jauría asesina rodeada de un corifeo del que son representantes señeros Patxi López y Jesús Eguiguren. Esta semana nos han dado muestras de su miseria exhibiendo su traición a España, presumiendo de negociar con unos asesinos vulgares que encontraron en una quimera una razón para darse el gusto de asesinar que les pedía su naturaleza, reivindicando un conflicto que nunca existió, actuando como paladines de sus supuestos derechos a que les reconozcamos razón y razones. ¡Si Zaldun levantara la cabeza!
Tampoco existió en Cataluña nada parecido a un reino o una nación. Ni siquiera estoy segura de que Asturias, León, Castilla, Navarra y Aragón tengan ningún derecho particular nacido de unos acontecimientos que, en el fondo, forman parte de la lucha de los habitantes de la Península Ibérica, incluida Portugal, derivada de un hecho geopolítico puro y duro.
España es un cruce de caminos que recorrieron todos los pueblos y ese hecho condicionó la historia, la obligó a defenderse de sucesivas oleadas de invasores y cada territorio se las arregló para sacudirse los yugos y caminar hacia un futuro mejor, que, salvo en el caso de Portugal, terminó con la coronación de la lucha compartida en una unión conseguida con sangre, sudor, grandes padecimientos y, sobre todo, una identidad que hizo que todos y cada uno de nosotros viviéramos milenios persiguiendo el mismo objetivo: salvar nuestra historia, nuestra cultura, lo que nos unía, por encima de todas las diferencias.