30/5/12

Javier Krahe y los símbolos



Javier Krahe (noticiasterra.es)

Javier Krahe ha sido llevado a juicio por un vídeo en el que se escenifica cómo cocinar un Cristo, filmado en 1978.

En la entrada anterior, perfilé los tres grandes pilares en los que se asienta la cohesión social: la religión, la moral-ética y la ley. 

Cada uno de esos bastiones cumple una función: la religión actúa desde el interior, moviendo al individuo, tanto por temor al castigo divino, como bajo el acicate del premio. Es y debe ser independiente de las otras dos estructuras. Lo usual es que la jurisdicción religiosa se limite a imponer actos penitenciales a los grandes pecadores o, en casos extremos,  la excomunión como máximo castigo. 

La moral  es mixta: actúa desde el interior, como fruto de la búsqueda del individuo de la perfección ética; pero también tiene un componente exógeno: la  presión social, el «qué dirán», también juegan un papel importante en el empeño del individuo de mostrar una conducta ejemplar ante el grupo.

La mayor parte de las personas, incluso en los países más avanzados, desarrolla su vida a satisfacción sin necesidad de acudir al amparo de la Ley. Los pactos, los contratos, los compromisos de todo orden de la vida cotidiana se cumplen de modo natural. Si alguien promete hacer algo, cumple su palabra con honestidad, entrega la cosa, ejecuta una tarea, paga un servicio. 

¿Qué tiene que ver todo esto con Javier Krahe y su juicio? 

En primer lugar, el cantautor es uno de los símbolos de los movimientos llamados progresistas en los primeros años de la democracia, un hombre comprometido en la denuncia de los excesos y la inmoralidad. 

Su vídeo es una muestra de que sin advertirlo, con toda seguridad,  intuye que ese cambio a una sociedad perfecta, igualitaria y libre que persigue, exige destruir lo establecido y ataca (el término es excesivo; pero quiero que resulte gráfico) el primer gran pilar: las creencias religiosas, como una vía de rechazo a todo un sistema de valores clave para que la sociedad sea tal como es y resulten urgentes los cambios.

Ese movimiento ataca también la moral, que denuncia como falsa y llena de dobleces. La llamada «buena educación», la delicadeza en el trato, el respeto a las ideas y los sentimientos de los otros, sólo merecen burla y desprecio. De este modo, se va resquebrajando poco a poco el segundo pilar. 

Sólo queda en pie la ley, una ley con minúsculas, una maraña normativa que intenta en vano combatir con normas lo que debía ser regulado por la religión y la moral, que son ineficaces, porque carecen del soporte necesario para serlo y no lograrán otro fin que el colapso del sistema.

El juicio a Krahe es tan absurdo como inútil. El mal está hecho y es comprensible que los cristianos, hartos de que se profanen sus símbolos sagrados, acudan a la última defensa que les queda, la legal; puesto que las que debieron operar: la religiosa y la moral (en forma de repudio de la sociedad hacia esas conductas) que son las eficaces, no funcionaron.

Y esa tampoco va a funcionar. En primer lugar, porque probablemente esté prescrito el delito contra las creencias religiosas. En segundo lugar porque el regreso a la actualidad de ese vídeo no ha tenido el efecto de remover sentimientos de repulsa serios en una sociedad que ha perdido sus valores. En tercer lugar; porque una sanción judicial, si la hubiera, no va a servir en absoluto para generar una regresión en la sociedad.

Es posible que Krahe, a estas alturas, esté tan desolado como lo estamos muchos ante el panorama social que contemplamos. Puede que no sea consciente de que él forma parte de los instrumentos de demolición que nos trajeron aquí, junto con una multitud que le seguimos, le admiramos, incluso nos inspiró una gran ternura y le apoyamos en su aventura quijotesca de lograr una sociedad mejor.

Los pecados no son delitos, aunque los delitos sean siempre pecado en términos religiosos. Los pecados, en este caso la blasfemia, no pueden ser nunca condenados en las instancias judiciales. Sólo pueden ser juzgados y sancionados por las instancias religiosas. Si el poder de la religión se ha deteriorado tanto como para que carezca de eficacia efectiva la sanción de la Iglesia, tenemos un problema muy grave; pero no se resuelve llevando a juicio a Krahe. 

27/5/12

El contrato




Belmont (USA) Baile en la calle.


Una de las cosas que más valoro de mis estudios de Derecho es la suerte de haber tenido un excelente maestro en la asignatura 'Historia del Derecho': Don Carlos Prieto, al que rindo un homenaje sentido desde estas líneas.

En aquel tiempo, la estructura de las asignaturas del primer curso estaba diseñada para modelar en nosotros una mente jurídica. El Derecho Romano y el Político, nos apasionaba a la mayoría. La Historia del Derecho y el Derecho Natural eran un rollo, en nuestra opinión.

Sin embargo, estas dos cenicientas eran las asignaturas más importantes, las que nos ayudaban a adentrarnos en los entresijos de la estructura jurídica de la organización social. El Derecho Natural nos adentraba en la filosofía, en los fundamentos estructurales del Derecho. La Historia nos enseñaba cómo nacieron y evolucionaron las instituciones.

La organización social evolucionada, está construida sobre tres pilares: El primero, la religión, que proporciona al grupo, tanto sentimientos de protección ante las fuerzas de la naturaleza y los peligros que corre la comunidad, como los temores necesarios para que todos y cada uno de los individuos adopten una conducta ética en su vida cotidiana; porque si desagrada a los dioses con su conducta un miembro de la comunidad, pone en riesgo al conjunto. Los dioses son muy crueles y todos pueden ser castigados durísimamente, por la maldad de uno solo.

El segundo estrato está en la moral, entendida como un conjunto de costumbres (mores) que ha ido elaborando la sociedad a lo largo de su evolución histórica. Esa moral entronca, de modo necesario, con la religión; pero no sólo. Esas costumbres desarrollan normas de conducta que debe adoptar con rigor todo ciudadano que persiga la ejemplaridad ante sus vecinos. Le instruye en las directrices que debe adoptar para ser un padre o madre ejemplares, cómo educar a sus hijos, honrar a sus mayores, tratar a sus esclavos, criados, clientes, relacionarse con sus vecinos y ejecutar su trabajo con celo y llegar a tratos con otras personas con absoluta rectitud.

Pero tampoco es sólo una guía de conducta individual lo que regula la moral pública. Selecciona entre los infinitos avatares cotidianos los más importantes y establece un calendario para los actos religiosos. Elige, entre los ciudadanos a las figuras que han de ser recordadas y consagra días para evocar su recuerdo. Se convierte en una memoria colectiva que mantiene vivos a lo largo de los siglos los eventos que superaron o a los que sucumbieron en un drama colectivo que obligó a la comunidad combatir o a dedicar sus mejores fuerzas a recuperarse tras la guerra o una epidemia, por ejemplo.

De este modo, paso a paso, cada comunidad va creando su identidad. Sus vecinos, incluso los más lejanos, adoran a los mismos dioses y adoptan la misma pauta ritual; pero no es lo mismo: porque ellos celebran en una fecha diferente las fiestas mayores, tienen fórmulas particulares que, sin ninguna duda, agradan más a sus protectores que las de los otros. Aunque les rija la misma moral, ellos son mucho más celosos y vigilantes, ofrecen mayor confianza, son más nobles... 

De paso, van generando símbolos que los diferencian de cualquier otro pueblo, ciudad estado o comunidad de su entorno. Unos los unen porque simbolizan un hecho extraordinario que los reafirmó ante el mundo como superiores. Otros los aglutinan porque refuerza su unidad como pueblo. Esos símbolos son la representación tangible de los valores intangibles que necesita la comunidad para mantener una fuerte cohesión, unos objetivos comunes que defienden cada día y por los que están dispuestos a matar o morir, premisas necesarias para fortalecerse a título individual y colectivo y alcanzar estadios de civilización superiores.

Estos dos pilares son los primigenios, los que estructuran las comunidades humanas en su etapa de nacimiento y evolución. En una comunidad pequeña son suficientes para regular con éxito las relaciones interpersonales en todos los órdenes.

Cuando eclosiona el éxito de la comunidad en lo que conocemos como civilización, esas herramientas siguen siendo básicas; pero el grupo necesita una estructura adicional: las leyes, la elaboración de un ordenamiento jurídico con herramientas coercitivas y de solución de problemas y conflictos mucho más potente. 

Una sociedad, incluso una sociedad actual, si se rigiera por la moral de modo estricto, puede prescindir de las leyes y salir adelante en condiciones ideales; pero no podrá salir adelante sólo con las leyes; porque sin el soporte de la ética y la moral, la ley carece de entidad para una convivencia civilizada.

La Ley, en realidad, es la plasmación de un contrato muy antiguo, del que no tenemos noticia directa, pero que existió de modo evidente y palpable en los textos antiguos. Los ciudadanos se comprometieron a dejar en manos de las instituciones la resolución de los conflictos que hasta ese momento resolvían ellos en defensa de sus derechos, honor o intereses y acatar lo que establecieran los dirigentes y los jueces, a cambio de un compromiso: las normas que emitieran las instituciones, la labor de los dirigentes y la actuación de los jueces se haría ciñéndose, por supuesto, a la ley; pero se inspiraría en y defendería a ultranza la moral, las costumbres y los principios del Derecho Natural. 

Si se rompe ese contrato, la sociedad naufraga. Pierde la cohesión, se llena de conflictos que cuando los dos pilares esenciales: religión y moral, tenían plena vigencia, eran escasos y anecdóticos. El grupo pierde fuerza para obligar al individuo a comportarse con ejemplaridad; porque la pérdida de valores religiosos y morales le mueve a actuar sin frenos. Si las propias leyes son tratadas como estructuras ambiguas que se aplican a conveniencia, la descomposición social entra en barrena.

Se ha escrito mucho a favor y en contra de la conducta de quienes fueron a un estadio a injuriar a la más alta figura de España y a sus símbolos

No quise ni quiero entrar en ese debate. Creo que lo expuesto deja muy claro que no es una trivialidad ni una discusión bizantina. 

Es una bomba en el corazón de la cohesión social de España de consecuencias letales. Y quienes consienten con pasividad, incluso con tolerancia que esos individuos campen a sus anchas por temor a consecuencias para su popularidad, no sólo son cómplices del atentado al renunciar a perseguir conductas punibles, sino que están destruyendo la estructura que soporta sus puestos y condenados a extinguirse cuando se consume el daño de forma irreversible.

17/5/12

Gente pequeña con alzas



Javier Fernández  (Antena 3)



«Habemus Papam». Por fin, el largo camino de las elecciones ha terminado y  hay un acuerdo.

La parte positiva es que me parece justo que la fuerza más votada en las urnas ocupe la presidencia del Principado. Es lo justo y no puedo por menos aplaudirlo.

Otro aspecto positivo es un rasgo de Javier Fernández que le presenta como una persona honrada que en nada estaba de acuerdo con la «elasticidad» de muchos de sus compañeros de partido. Quienes le defienden resaltan la oposición frontal que le hizo a Areces por razones éticas. No es poca cosa.

La parte negativa... Bueno, no se alarmen, no voy a hacer recuento exhaustivo. 

Empecemos por lo anecdótico: el retrato que nos ha dejado el PP de Asturias, trabajando infatigable en la tarea de impedir que Álvarez-Cascos ejerciera el poder que le otorgaban los votos, primero y negándose, ya en los tiempos más recientes, a darle una sola oportunidad de acceder a la presidencia.

Muchos se han devanado lo sesos intentando comprender esta actitud. La respuesta es muy sencilla. Hay demasiadas cosas bajo las alfombras y si se levantan, los dos grandes partidos verán expuestas sus vergüenzas por igual. Hay grupos afines a ambos partidos que se han beneficiado de modo legal, en la mayoría de los casos; pero absolutamente inmoral en todos. Hay intereses de personajes afines a unos y otros, con mucho poder, que no van a tolerar que ningún político les desmonte tinglados muy rentables.

Esta es una explicación, simple, elemental; pero clave. Los personalismos de determinadas figuras locales o nacionales, las rencillas, los piques personales fueron el «y además...»; pero la alianza invencible PP-PSOE está en los arcanos de una necesidad común de impedir que salgan a la luz, se entregue documentación a la fiscalía o a los juzgados o se desmonten las tramas que derivan mucho dinero público a manos privadas sin vulnerar la ley o sí, en algunos casos.

Lo que votamos muchos asturianos fue ventilación, agua, jabón y mucha lejía. Quien más, quien menos, todos teníamos noticias de alguna trampa, corruptelas, favores a determinadas personas o grupos, que colmaban nuestra paciencia. Es cierto que teníamos dos candidatos con fama probada de honrados: Javier Fernández y Francisco Álvarez-Cascos. La razón de muchos para preferir a Cascos sobre Fernández es una cuestión de carácter.

Ventilar, limpiar y desinfectar los interiores de la Administración y la Junta, lo sabíamos de antemano y lo comprobamos a lo largo de estos meses, no era tarea fácil. Con el debido respeto y a mero título descriptivo, necesitábamos una «bestia parda», un político con mucho carácter, que no se dejara intimidar por las amenazas y la campaña que iba a tener que soportar si intentaba el baldeo.

Javier Fernández no da ese perfil. Cascos, aunque acabó perdiéndolo, gracias a la colaboración activa del PP con los grupos de resistencia, no se arrugó ante la campaña mediática impía que lanzaron los medios que se verían gravemente perjudicados si se hacía limpieza. Javier Fernández ni siquiera va a intentarlo (en mi opinión). Intentará, no me cabe duda, limitar en lo posible esas prácticas poco éticas; pero no cabe esperar en una persona tan introvertida y poco amante de la confrontación un intento serio de saneamiento.

Podemos tener grandes sorpresas. A veces, la formación académica de dos personas, la forma en que moldea el pensamiento  una carrera, genera un grado de entendimiento y complicidad entre dos personas en apariencia muy distantes  ideológicamente. Aunque es poco probable, Cascos y Fernández comparten esa estructura mental. Ambos son ingenieros, aunque de distintas ramas. Si Javier Fernández quiere proceder a un saneamiento profundo y no se siente con fuerzas, no es descabellado aventurar que busque, para ese fin, la alianza con Cascos. 

Sin duda, aunque posible, es más probable que nada de eso ocurra. Lo que tendremos, en un momento en el que necesitamos de forma perentoria una mente imaginativa y brillante que encuentre caminos para reflotar nuestra economía, es ese funcionario que, en su momento, fue Consejero de Industria del Principado. Pasó por ese puesto tan importante sin pena ni gloria. La mayoría ignora que estuvo ahí; no se notó, no hubo ningún éxito relevante. Fue invisible su tarea, no se vio ninguna mejora, nada pasó que le destacara.

Ahora será Presidente, gracias a UPyD y, sobre todo, al PP. Y esta tierra, llena de personas muy grandes, se verá, una vez más condenada a la pobreza por los liliputienses. La gente pequeña del PP de Madrid, la gente pequeña del PP de Asturias y, sobre todo, los diminutos Rosa Díez y Nacho Prendes.

Prendes es Abogado de profesión. Se supone que el primer requisito para el ejercicio de esta profesión es saber redactar un escrito, dotarlo de forma y contenido, estructurar las ideas, sentar premisas y desarrollar razonamientos.

UPyD se mostraba muy orgulloso de su documento para el pacto. Excuso analizarlo. Juzguen por sí mismos si esto puede ser aprobado (no digo ya redactado) por un jurista medianamente competente. 

Pero lo que me ha humillado han sido las declaraciones de Rosa Díez. Ella es la salvadora de Asturias. Gracias a ella ya no nos intervendrán. Y lo mejor: lo que le preocupa a la lideresa de UPyD es modificar la ley electoral. Está encantada y muy en línea con su mentalidad fashionista, nos brinda la deslumbrante oportunidad de ser tan fashionistas como ella (¡Oh, gloria bendita!) estrenando un look que copiará pronto toda España, gracias a ella.

El inmenso ombligo de Rosa Díez no ve el paro, la pobreza, las nulas posibilidades que tenemos de salir de la miseria con los bueyes que nos da para arar. No ve ningún problema importante, ningún gran desafío, salvo cambiar la ley electoral. No puede batir al PP en pequeñez; pero alcanza mucha más nota de la que consiguió nunca en las numerosas ocasiones en las que ella y su ombligo se presentaron como cabezas de alguna elección, a veces con unos zapatos-guante que son una muestra perfecta de su nivel en todos los terrenos.

24/4/12

¡Dejadme en paz, idiotas!






Si apareciera el hada madrina de repente ante mí y me concediera un deseo, le pediría que me suma en un sueño que termine por esta época el año que viene; porque estoy muy cansada de leer y escuchar, no sólo estupideces, sino arengas impresentables.

Antes que ninguna otra cosa, soy ama de casa  y eso me convierte en economista de alto rango. Llevo mucho tiempo administrando unos recursos suficientes y limitados, a un tiempo. En determinadas etapas de mi vida fueron escasos y me obligaron a reducir la administración a una economía de supervivencia estricta.

La primera lección de economía que recibíamos las niñas de mi época a través de nuestra madre era muy simple: adáptate siempre a los ingresos; pero contabiliza siempre a la baja. Si ganas cien, piensa que dispones de noventa y guarda esos diez restantes con celo para disponer siempre de una reserva ante un imprevisto.

La segunda lección era que, si por cualquier circunstancia desgraciada, me veía obligada a gastar más de lo que ingresaba, pasado un tiempo me vería abocada a aplicar una política de austeridad severa para poder afrontar las deudas contraídas y afinar mi ingenio para reutilizar todo lo reutilizable, pedir a otros que me cedieran lo que para ellos era inservible y para mí útil, para restringir al máximo los gastos y poder liquidar las deudas contraídas. Una vez conseguido el equilibrio, sería momento de pensar en aplicar el remanente que apareciera cuando no tuviera que pagar créditos, para invertirlo en cosas que me ayudaran a recuperar mi economía lo antes posible.

Mi caso no es una excepción. Todos los españoles recibimos estas enseñanzas y sabemos de viejo que, cuando te arruinas, la urgencia más apremiante es saldar deudas, quedarte a cero en el plazo más breve posible y,  a partir de ahí, mantener la administración de supervivencia para reunir un pequeño capital que te permita poner en marcha algún tipo de actividad que contribuya a incrementar tus ingresos y sanear tu economía.

El Presidente del Gobierno nos lo dijo con toda claridad hace un par de días: «No hay dinero». No tenemos un euro, los ingresos que tenemos están muy por debajo del nivel que necesitamos, no para mantener el tren de vida que llevábamos, sino para financiar los gastos corrientes que se habían convertido en una rutina en nuestro día a día. No hay dinero, punto pelota.

Lo sabemos bien todos los españoles. Estamos arruinados. Y si alguno tenía dudas al respecto, Bruselas ha confirmado hoy que el Gobierno anterior mintió respecto al déficit, que el año pasado alcanzó el 8,5%.

Rajoy nos avisó en la campaña. Su intención era aplicar recortes durísimos desde el principio para recuperar el equilibrio presupuestario e íbamos a sufrir. Me parece pueril que se patalee protestando porque dijo en campaña que no subiría impuestos. Esa era su intención, si podía; pero todo dependía (y yo lo entendí así) del resultado de las cuentas que encontrara. La promesa principal, al margen de las aspiraciones, era que haría cuanto fuera necesario para recortar el déficit adoptando las medidas que su Gobierno juzgara necesarias para alcanzar el objetivo.

Hemos vivido ocho años celebrando grandes fiestas, tirando dinero a espuertas en cosas que no suponían ningún retorno a las arcas del Estado. Las hemos dejado, no sólo vacías, sino en números rojos. Estamos endeudados hasta las cejas y hay que pagar, por encima de todo, para recuperar la solvencia. Seguir el camino de Cristina F. de Kirtchner, que se pasa por el forro las sentencias que condenan a Argentina a pagar a sus acreedores es un suicidio. Hay que pagar y hay que sacar el dinero necesario para hacerlo sin remisión.

Es muy duro que sea mi bolsillo el que tiene que aportar esa cantidad. Es más duro aún que sea así, pese a que jamás voté a ZP, el gran artífice de nuestra ruina. Sería fantástico que pudiéramos gravar a quienes lo votaron uno por uno, sacarles a ellos el dinero que se necesita para afrontar los pagos y el gasto corriente; pero no es posible.

Así que acepto que me no hay otra que pechar, dejar que sangren mi menguada economía y arrimar el hombro aceptando que me obliguen a sacrificarme al máximo.

Sólo pido que me dejen en paz, que alguien ponga una mordaza a Rubalcaba, coartífice de la ruina, a Valenciano, que alza el gallo como si hubiera aportado algo positivo a nuestro país en su puñetera vida y dejen de actuar como si esto no fuera con ellos, lanzando soflamas a la insumisión.

Sé, no tengo ninguna duda, porque soy ama de casa, que todo esto es indispensable, que no queda otra que hacer sacrificios heroicos y quiero dormir durante doce meses para librarme de esa palinodia que se exige al Gobierno buscando que explique con detalle por qué se retracta de lo que prometió, cuando todos lo damos por sabido: estamos arruinados y hay que hacer lo que sea para obtener los recursos que necesitamos para salir del pozo.

Quiero dormir doce meses porque sé que cuando despierte de ese sueño, lo peor habrá pasado, aparecerán síntomas de recuperación  claros que calmarán la angustia que nos atenaza, renacerá el optimismo y, con él un gran empuje positivo que tendrá efectos extraordinarios en la recuperación de la economía. Tras los meses de desesperación en los que no vimos ni un rayo de luz, la evidencia de que los tiempos de penuria tocan fin, generará una euforia que supondrá una remontada apoteosica e increíble.

No será cosa de magia, sino una consecuencia natural de nuestra condición. Podemos ser lo más destructivo para nosotros mismos cuando sacamos al primer plano nuestro cainismo y lo más positivo y brillante cuando aparcamos nuestras diferencias y remamos todos en la misma dirección hacia un objetivo común.

Así es España, eso es lo que nos espera y por eso quiero dormir doce meses: para librarme del agobio de los numerosos corifeos implorantes y disparatados que nos desquician y abrir los ojos, en perfecto estado de revista, para sumarme al trabajo de recuperación en el que estaremos embarcados aportando mi grano de arena en la creación de riqueza.

18/4/12

Un día para meditar






Las noticias no pueden ser peores en estos días de zozobra. Y sin embargo, esta tormenta tiene toda la pinta de ser de las que limpian el ambiente; porque su fragor arrastra toda la podredumbre ambiental y nos deja ver qué es valioso y qué es mera basura que deben tragarse las cloacas.

En medio de todo este fragor, pasa desapercibida una operación aún más dañina que la perpetrada por Cristina Fernández contra la petrolera Repsol. 

Me llamaba mucho la atención la huelga de pilotos de Iberia, ya le dediqué una entrada y durante estos días, he estado recogiendo información para ofrecérsela; pero reconozco que lo que tenía preparado no puede llegarle a los talones a este estupendo trabajo. La foto de la cabecera es de su blog.


Una vez que ya estamos informados de lo de Iberia, pasamos a reflexionar sobre lo de Cristina Fernández. No deja de ser un disgusto para Repsol; pero, dados los sucesos que vinieron desarrollándose estos años, es probable que tuviera previsto que pasara esto y, como el empeño de la Presidente en meterse en los asuntos de la Sociedad y obligarlos a pasar por su aro en beneficio de sus amigos, con grave perjuicio para la empresa era un problema muy grave, puede ser que, a la larga, les haya hecho un favor.

Y es que la mega estrella del bótox, que se sueña a sí misma estadista de tronío, sueña con perpetuarse en el poder con maniobras como ésta; pero es muy peligrosa la jugada. Argentina está arruinada. Hoy mismo ha recibido un toque de los organismos internacionales que dicen que no se creen sus cuentas. No tiene capacidad económica ni logística para explotar los pozos que ambiciona y al final, la ruina de Argentina la llevará a seguir la suerte de Zapatero y sus secuaces. O no. En todo caso, salir de ese avispero es una buena medida. Hay otras concesiones en países más estables y a largo plazo, recuperará parte de la inversión. Al menos, no seguirá teniendo pérdidas.

Esa expropiación cae sobre España en el momento más angustioso. No hay un solo frente en el país que no arda. Los tribunales echan humo, la economía está estancada, la prima de riesgo se dispara... Y se nos cae el Rey en Bostwana, rompe la cadera y todos nos enteramos de que había ido a cazar elefantes.

Para empezar, viéndole en sus últimas apariciones públicas, por mucho que le lleven en Jeep al puesto, no parece que sus facultades motoras sean las adecuadas para afrontar esa prueba. Parece lógico pensar que si fue allí, al margen de su pasión por la caza, tiene que haber una buena razón, un compromiso que está por encima de las molestias de un viaje tan largo, por estupendo que sea el avión y de los avatares de la aventura, por magníficas que sean las instalaciones.

Pero nuestra fauna nacional, con la prensa a la cabeza, no considera ese factor. Lo que pasa es que es un irresponsable, un borbonazo que sólo atiende a sus caprichos y se pone a España por montera. ¡Vergüenza tenía que darle ir a cazar invitado por alguien, no se sabe quién, pero seguro que quien paga esa pasta para que cace nuestro Rey, es una mala compañía, nada aconsejable que le va a cubrir de oprobio, en tiempos tan aciagos y desesperanzados!

Pues bien: Hoy el diario 'El Mundo' revela el secreto. No, no era Alberto Alcocer. Quien le invitó era, nada menos, que el Príncipe saudí que medió para que España consiguiera el contrato del AVE a La Meca.

Estamos en la ruina, ¿recuerdan? Lo ingleses por un lado, los argentinos por otro, los iraníes dejándonos sin petróleo... El papel del Rey, más en estos momentos, es sacar el grueso de sus contactos y lograr trabajo e inversiones para las empresas españolas. Primero fue a mercar un contrato para que nos suministre otro país de los Emiratos el petróleo que necesitamos (porque sólo nos falta quedarnos sin reservas de combustible) y luego, aceptó la invitación del Príncipe.

¿Saben lo que le preguntó el inefable Antonio Camacho a Casimiro García-Abadillo en la tertulia de Alsina cuando el maestro del periodismo les reveló la exclusiva? Pues agárrense: puso los dídimos sobre la mesa y espetó qué opinaba él viendo al Rey en semejante compañía. 

Espero que el Rey y, sobre todo, el príncipe saudí no estuvieran escuchando la radio. Al Rey le daría un soponcio pensando en la posibilidad de que su anfitrión considerara que si los españoles le consideran una compañía inadecuada para su Rey, a lo mejor conviene rescindir el contrato y dárselo a otros que no sientan asco ante su figura.

Y Antonio Camacho, señores, es una figura consagrada en el periodismo de opinión. Un creador de opinión, nada menos. 

Visto lo visto, mejor que los españoles cerremos los periódicos y empecemos a pensar con nuestras neuronas; porque las de estos líderes que nos adoctrinan andan por Bostwana cazando moscas o algo parecido.

12/4/12

Mi gratitud






A veces, la vida te besa en la boca y te gratifica, no con un premio de lotería o un hallazgo que te saca de penas, sino con el gran tesoro de la entrega a los demás.

A mí me pasó. Un día me invitaron a ayudar en un comedor social como voluntaria y cuando salí de allí, tras hora y media, sentí que mi vida era rica y fructífera, que había ocurrido algo muy importante.

Me sorprendió. Había criado tres hijos, cuidado a mis padres, desarrollado de modo modesto; pero suficiente para mis aspiraciones, una profesión; pero nunca había experimentado la sensación de utilidad que me invadió preparando las bandejas para los comensales o ayudando a recoger la vajilla una vez limpia.

Han pasado diez años como un suspiro. Se ha doblado con creces el número de personas que acuden cada día y cada noche a comer o a recoger el menú del día, junto con otros productos de primera necesidad para librarse del hambre.

La prensa presenta la alusión de Sarkozy o Putin a España como muestra representativa del daño que causó el Gobierno socialista, en la clave de una ofensa a España. Yo no lo veo así. No nos ofenden esas palabras, sino la realidad de millones de personas acudiendo al comedor social para librarse del hambre; porque el desgobierno las arrojó a la pobreza.

El vídeo que encabeza esta entrada es de Alejandro Toledo. Vio a un colega y le siguió para saludarle. Le sorprendió verle entrar en un comedor de Cáritas y salir, poco después, con una bolsa con comida. Entró en el comedor y descubrió que la clientela no eran pobres tradicionales o marginales, sino mucha gente bien trajeada los otrora llamados pobres vergonzantes, que, arruinados por la crisis negada por el Gobierno, tenían que recurrir a la beneficencia para librarse del hambre e impresionado, decidió aportar lo que estaba en su mano: un vídeo promocional para la labor de Cáritas.

Es magnífico y refleja muy bien el drama que viven hoy millones de españoles que pasaron de la cresta de la ola o la confortable suficiencia que proporciona el trabajo que te permite mantener a tu familia, a la pobreza absoluta. 

Como testigo del drama, quiero rendir homenaje a esta obra. Gracias, Alejandro. Su obra atraerá una mayor atendión sobre esas instituciones que contribuyen a paliar el efecto de la crisis sobre la ciudadanía arruinada; hará que aumenten las donaciones necesarias para sostener esta labor con una demanda creciente y muchas personas vean garantizada la triste seguridad de que, por lo menos, tendrán un plato caliente que llevarse a la boca cada día y se librarán del dolor de ver pasar hambre a sus hijos, gracias al trabajo desinteresado e ingente de una organización católica y unos voluntarios que deberíamos pagar por el privilegio de aportar nuestra ayuda a paliar ese inmenso drama.


9/4/12

Los intelectuales a favor de una censura radical a la Iglesia



Cristo de Dalí.



El Obispo de Alcalá de Henares es la noticia del día. No ha dicho nada nuevo, se ha limitado a defender la postura de la Iglesia en materia de homosexualidad y aborto. La clave está en la virulencia de sus expresiones a la hora de hablar de los gays y las mujeres que abortan.

No me gusta nada el lenguaje que ha utilizado; pero se ha mostrado una absoluta tolerancia hacia los mensajes de los anticlericales en los que lo más suave que suelen decir es ese eslogan guerracivilista que reza que la iglesia que más ilumina es la que arde.

Han salido en tromba los progres, los defensores de lo políticamente correcto para resaltar que la Iglesia está crecida ante el apoyo gubernamental y por eso se permiten algunos obispos homilías como ésta.

Rechazo tan rotundamente la forma de la homilía del Obispo, como esos ataques. 

Se supone que la gran conquista de la democracia es la libertad de expresión y condeno, con toda rotundidad, a quienes pretenden sellar bocas, no porque infrinjan las normas esenciales de respeto a los valores que rigen en España, como lo hacen algunas exhortaciones de imanes musulmanes a golpear a las mujeres (ante ese hecho los progresistas han guardado silencio de tumbas), sino por el mero hecho de que emiten mensajes que no se ciñen a lo políticamente correcto.

La Iglesia tiene perfecto derecho a decir lo que quiera. Les guste o no a los guardianes de la ortodoxia, el derecho a opinar es un derecho fundamental consagrado en la Constitución y no es lícito intentar sellar bocas por el mero hecho de que representen unos principios y valores con los que parte de la población no está de acuerdo.

Lo más sorprendente de todo esto es que quienes se ponen como fieras son los que se confiesan ateos. Si están al margen de la Iglesia, ¿qué importa lo que digan unos personajes que no tienen ninguna relevancia en su sistema de valores?

Se retratan solos al salir en estampida en cuanto un miembro de la Iglesia emite opiniones que les disgustan. Yo, que soy una ciudadana normal y corriente, que respeta a la Iglesia, condena alguna de sus actitudes y reconoce el gran valor de otras de sus obras, no tengo ningún problema con estas cosas. De hecho, sin el escándalo de estas buenas gentes no hubiera tenido noticias de lo que dijo el Obispo de Alcalá. Y tras conocer el contenido de su homilía, mi reación fue: «bah, bah, bah!»

No tengo ninguna duda de que esa forma extemporánea de manifestarse ha provocado, incluso en los creyentes más devotos una reacción similar; porque todos tenemos nuestra cabeza de pensar, convivimos con gays vomitivos; pero también con gays extraordinarios de enorme calidad humana, comprometidos y valiosos. Conocemos casos de mujeres inconscientes que usan el aborto como anticonceptivo; pero también casos muy dolorosos en los que esa decisión era la única salida que le quedaba a una mujer desamparada que arrastrará un trauma el resto de su vida y rechazamos por inconveniente, desmedida y anacrónica esa diatriba, catalogándola como una de tantas salidas de tono de algunos representantes de la Iglesia, que no merece mayor atención.

En cambio, los anticlericales declarados y militantes, consideran que esas palabras tienen una transcendencia enorme, que van a marcar a numerosas almas buenas, que suponen una catástrofe de grandes dimensiones que es necesario atajar atacándola con una visceralidad e inconveniencia parejas a las que dictaron la redacción de la homilía del Obispo.

Ellos, sólo ellos, no los católicos que guardan la doctrina de la Iglesia, consideran relevante lo que opine un Obispo. Ese gesto de militancia en la contraofensiva a la homilía, es una muestra patente de que la influencia de la Iglesia es mucho menor entre los practicantes que entre los que reniegan de ella.

No quiero vivir en un país castrado, en el que se niegue el derecho a una opinión a nadie y me escandaliza más la reacción de las mentes preclaras, de los intelectuales consagrados como faros guía del pensamiento o los plumillas irrelevantes que salen en tromba a descalificar a la Iglesia, que las desafortunadas palabras del Obispo que, consecuente con la doctrina de la Iglesia, se excede en la forma; pero se ciñe al fondo de los criterios institucionales en la materia.

Deberían reflexionar con seriedad esos intelectuales sobre sus reacciones ante los mensajes eclesiásticos; porque se retratan como los más ortodoxos y genuinos defensores de la censura franquista y no es bueno para nadie que quienes se erigen como paladines de las libertades, se revelen, a poco que se les eche un capote, como los más acérrimos defensores de la necesidad de silenciar bocas y prohibir manifestaciones del sagrado derecho de expresión.