7/10/11

Dos hombres y un destino



El doctor canadiense Ralph M. Steinman en una fotografía de archivo facilitada por la Universidad Rockefeller de Nueva York, donde trabajaba.
Ralph Marvin Steinman (EFE/Universidad Rockefeller RTVE)



La noche del treinta de septiembre murió Ralph Steinman. La comunidad científica conocía bien su nombre; pero para el gran público era un perfecto desconocido; pese a que hacía años que era un candidato al Nobel por sus estudios sobre las células dendríticas. Supimos de él porque se le concedió, por fin, premio de la Academia Sueca.

Su muerte prematura (tenía sesenta y ocho años) se debió a un cáncer de páncreas que le descubrieron hace cuatro años; pero que logró combatir aplicando una inmunoterapia de célula dendrítrica que él mismo había diseñado

No deja de ser doloroso que personas como él, que dedican toda su vida a estudios llamados a profundizar en conocimientos claves para luchar contra las enfermedades, no tengan ninguna notoriedad social ocultos en sus laboratorios, mientras personas que no aportan nada significativo, sean ídolos mundiales y haya que ir a Wikipedia para averiguar algo sobre ese gran desconocido que, sin duda, del mismo modo que logró retrasar su muerte, ayudó a otros con su ciencia y, sin duda, sentó las bases para que en el futuro, apoyados en sus avances, otros desarrollen más conocimientos y técnicas que permitan curar por completo a un enfermo de cáncer u otra enfermedad.

Quiero rendir, por tanto, un homenaje, tanto al Dr. Steiman, como a todos los científicos anónimos que trabajan en la sombra para avanzar en la ciencia, como premisa para mejorar nuestras expectativas de curación, abrir horizontes nuevos en otros campos, ayudar a la humanidad, en resumen, con su trabajo.




steve jobs muere Apple




También fue un cáncer de páncreas el que nos sirvió con el periódico de la mañana la noticia de la muerte de Steve Jobs. Su aportación no consistió en incrementar el conocimiento científico; pero sí tuvo una impronta notable en el desarrollo de la técnica en el campo de la informática y del entretenimiento, a través del desarrollo de técnicas de animación para la industria del cine por ordenador.

Steve Jobs aportó una visión muy personal e innovadora de concebir la informática. Hasta su llegada, esa industria estaba confinada en el ámbito de las empresas, construía ordenadores enormes y muy caros que requerían instalaciones especiales, habitaciones pensadas para minimizar la presencia de polvo y dotadas de sistemas para mantener un ambiente fresco: el polvo y el calor eran los grandes enemigos de aquellos colosos.

No fue él, sino su socio Steve Wozniak quien tuvo la idea de construir un ordenador personal. La planteó en su empresa (Hewlet Packard) y le tacharon de lunático. Tuvo el acierto de comentarle a su amigo Steve Jobs su proyecto aparentemente imposible; porque habló con la persona adecuada. No era ingeniero, como él. No tenía capacidades para construir y, aunque sabía programar, tampoco era un genio de la programación; pero era una persona muy inteligente, con dos cualidades añadidas: una gran visión del negocio y dotes extraordinarias como vendedor y gestor. 

No voy a contar la historia, de sobra conocida y que ahora, a la muerte de Jobs, se amplía con informaciones que sacan a la palestra mediática, tanto las luces, como las sombras de su existencia. Basta decir que su trabajo nos facilitó la vida, puso en el mercado herramientas que facilitaron el trabajo de mucha gente, las comunicaciones, el entretemimiento y la evolución de la informática con su concepción única en el gremio: hacer que sus máquinas no sólo fueran potentes y fiables, sino que el usuario pudiera aprender a manejarlas con facilidad, que las tareas fueran intuitivas. En resumen: se puso en el lugar del usuario, luchó por hacerle la vida sencilla y, además, puso empeño en que sus productos fueran hermosos, elegantes: desde la tipografía al diseño exterior.

No se puede comparar, es cierto, la aportación de Steinman y la de Jobs. Hay una suerte de injusticia,  cuando se abren las páginas que les dedica Wikipedia. La biografía de Jobs es extensa, abundante en datos, rica en testimonios gráficos, mientras la del científico es escueta. 

La injusticia se diluye si calculamos que el científico, con mucha probabilidad, se vio beneficiado por las herramientas que diseñó Jobs, muy útiles en su trabajo, al tiempo que es posible que en la larga lucha del CEO contra el cáncer de páncreas que se los llevó a los dos con cinco días de diferencia, se haya beneficiado del trabajo del, por fin, premio Nobel. 

Se llega a una explicación razonable del motivo por el que la muerte del científico se reduce a una mera columna de información, mientras el CEO ocupa un amplio espacio de información, fruto de la consternación que produce la desaparición de su figura. Steinman fue un benefactor anónimo, aparentemente ajeno a nuestras vidas, mientras Jobs vivió con nosotros muchos años. Él estaba en el Mc, en el IPhone, en el IPod, en el IPad. Nuestras manos tocaban algo que, aunque no fue construido por las suyas materialmente, es fruto de su trabajo. Su faceta humanística, su habilidad para presentar sus productos en forma de eventos que nos hacían buscar las imágenes para «estar allí, frente a él» aún en la distancia, su indiscutible carisma, le integraron en una visión de valores que nos influyó. Todo es cuestión de cercanía y Jobs supo estar cerca de su público. 

Y hay algo que, sin la menor duda, compartieron mientras vivieron: el amor apasionado por su trabajo y su determinación de avanzar hacia cotas superiores de modo constante. 

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