27/8/10

El silencio de los corderos


La Excelentísima Señora Ministro de Defensa de España ha dicho: «El señor Rajoy no debería utilizar ni el riesgo de los militares españoles ni los momentos de dolor desde la Tribuna de un mitin».

Excelentísima Señora: Quiero recordarle que en este país existe el derecho a la libre expresión (por ahora) y todos los españoles, incluidos los miembros de los partidos de la oposición tienen el derecho y el deber de decir lo que estimen oportuno en el lugar que elijan, siempre que no incurran en injurias, calumnias o falta de respeto a las instituciones de forma gratuita y alevosa.

Usted no tiene derecho ni competencias para imponerle, ni siquiera indicarle a nadie lo que puede o no decir. Usted, señora mía, es una institución del Estado español y en esa condición no puede actuar como lo hacían los censores del régimen franquista. Pero me permitirá que le dé una razón más para evitar esas salidas intempestivas.

El capitán don José María Galera, el alférez don Abraham Leoncio Bravo y el traductor don Ataola Taefik Alili murieron porque el Ministerio del que usted es la máxima responsable, actuó con imprudencia y dejación de deberes, permitiendo que prestara servicios en la base española de Qala i Now una persona relacionada de forma tan directa como el parentesco con talibanes. Aunque usted afirme que estamos en una misión de paz, la realidad es que estamos en una guerra muy dura y en esos casos hay que extremar las precauciones.

Hay riesgos, no cabe duda, en esa misión; pero el peor es tener al frente de ese Ministerio una persona tan incompetente, vacía y carente de sentido de Estado como usted, dicho sea con el debido respeto; pero es lo que percibimos muchos españoles al observarla.

Lo siento, señora ministro: Si usted hubiera impartido las órdenes necesarias para que la contratación de personal de apoyo a nuestras fuerzas fuera rigurosa y exigente, no se hubiera producido el atentado y esas personas estarían vivas.

Ha demostrado hasta la saciedad con sus actos y sus palabras que no forma parte de su naturaleza asumir las responsabilidades que entraña su cargo, señora ministro; pero la realidad pura y dura es que usted es responsable directa de una mala gestión, como máxima titular del Ministerio y por lo tanto, es responsable de la muerte de los dos Guardias Civiles y del traductor.

Por eso, por encima del resto de las razones (que considero innecesario enumerar; porque debería conocerlas bien como personaje público), usted no puede indicarle a nadie lo que puede o no decir en un lugar u otro, señora ministro. Lo que tiene que hacer es explicarnos a todos los españoles, empezando por las familias de los muertos, qué cadena de errores de su Ministerio permitió que ese hombre estuviera en ese sitio, a esa hora y con plena capacidad de atentar. Mientras no dé cuentas, lo único que puede hacer es guardar silencio.

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