16/2/12

Un ratón encima de un queso se mira el ombligo




Hoy es un día triste. Lo sucedido en la cárcel de Comayagua, Honduras, es una tragedia terrible que no puedo dejar de lamentar. Mis condolencias a los hondureños, tanto a los afectados directos, como a todo el país, que, sin duda, es víctima de las causas que subyacen en este drama. Mi más sentido pésame.



El líder de la oposición,Alfredo Pérez Rubalcaba, después del encuentro con Rajoy. | José Aymá
Alfredo Pérez Rubalcaba tras su encuentro con Rajoy. (J. Aymá El Mundo)


Hoy ha tenido lugar el encuentro entre el Presidente del Gobierno y el líder de la oposición en el Palacio de la Moncloa.

Rubalcaba ha intentado reivindicarse como líder con una actitud que pretendía mostrar su conciencia clara del interés de Estado, mostrando la necesidad de prestar apoyo al Gobierno en los temas claves: política internacional, lucha contra el terrorismo y defensa.

Ha aclarado, también, que se opone de modo frontal a la política económica y a la reforma laboral. En materia de política económica ha matizado que mantiene la postura que adoptó en su programa electoral; que no está de acuerdo con los recortes que impone el nuevo Gobierno; porque en un escenario de recesión, estrangulan la economía y frustran toda esperanza de crecimiento.

No le falta razón y hay que valorar de modo especial el hecho de que haya avisado en su programa electoral; porque, sin duda, él tenía información privilegiada sobre la situación real de la economía española y sabía que las cosas estaban mucho peor, infinitamente peor, de lo que nos contaban y que si el PP aplicaba su programa, la economía de España entraría en un callejón sin salida.

El problema es que ese conocimiento es fruto de una labor del gobierno del que formó parte. La política que mantuvo el equipo en el que constituyó una pieza esencial fue la que abocó a la Unión Europea, ante el riesgo de quiebra que estaba corriendo España, a intervenir e imponernos unas política económica que tenemos que seguir nos guste o no; porque hemos perdido parte de nuestra independencia por la nefasta gestión del anterior Gobierno.

Gobierno que agravó la situación renunciando a aprobar la Ley de Presupuestos como era su deber, que no fue honesto en el traspaso de poderes, vació lo poco que quedaba en las cajas repartiendo millones de euros en subvenciones tras perder las elecciones e hizo cuanto estuvo en su mano para consumar una política de tierra quemada para amargar hasta el final el triunfo al nuevo Gobierno.

Por eso resulta patética esa postura; porque no estamos discutiendo sobre criterios económicos legítimos, sino sobre medidas desesperadas fruto de siete años de política en la que tuvo grandes responsabilidades; agravada por su traca final de salida. 

Sabe que el Gobierno de España no puede negociar nuevos plazos para el cumplimiento del déficit, si no aprueba todas esas medidas de recorte del gasto, la reforma laboral, el saneamiento de la banca, en suma, todo lo que ellos debieron hacer y no hicieron, exasperando a Europa y obligando al nuevo equipo a demostrar una fiabilidad y un grado de compromiso que no tendría que ser tan extremo si ellos hubieran hecho lo que debían cuando Europa les dio el ultimatum.

Que, encima, anuncie que apoyará activamente todas las medidas que se tomen para combatir la reforma laboral, es una prueba de que, una vez más, le importa su partido, sus objetivos personales, no España, los españoles, los trabajadores que van a ver recortados sus derechos, los parados que no pueden encontrar empleo, los millones de jóvenes que no tienen salida profesional.

España no está para huelgas. No podemos permitirnos, dada la angustiosa situación económica en la que estamos, las pérdidas, los daños y la ruptura de la paz social que necesitamos para afrontar el penoso periodo que nos espera. Eso a Rubalcaba no le importa, como no le importó en su momento la destrucción del tejido empresarial, la pérdida de puestos de trabajo, la ruina de las arcas del Estado, el creciente endeudamiento del país.

A Rubalcaba solo le interesa su poder y su partido, en tanto constituye la plataforma para mantener su más preciado bien. La pobreza de la gente, la angustia de la población que clama soluciones, las desesperanza, le resultan indiferentes y por eso, precisamente por eso, nunca será el gran estadista que quiere aparentar; porque el estadista puede ser un adicto al poder, siempre es un adicto al poder, va en la esencia de su condición;  pero lo quiere, sobre todo, para crear, engrandecer, aplicar políticas que pasarán a la historia como muestra de la grandeza de su visión y su genialidad.

Por eso, quien quiso coronarse hoy como estadista frente al Presidente del Gobierno, que sí lo es, demostró que carece de la visión de futuro y el instinto necesario para descubrir el camino para entrar en la historia por la puerta grande. 

Ya lo había demostrado cuando tuvo el mayor poder en un Gobierno que hundió a España en la miseria con su desgobierno y sus políticas suicidas de destrucción de la cohesión social. Le quedaba el escape de que había un Presidente que marcaba la política, no atendía sus consejos y vetaba sus propuestas. Hoy es quien manda, no hay excusas y su postura en el gran momento estelar de su arranque como líder sólo muestra un ratón encima de un queso mirándose el ombligo, sin enterarse de que la historia pasa por su puerta y le deja atrás.

4 comentarios:

maralhino dijo...

Carmen,eres grande. un abrazo.

Carmen Quirós dijo...

Otro para ti, Mar.

Belosticalle dijo...

¡Qué triste es todo esto, Carmen!
Y triste que sera, mientras la política como clase social sea paradigma de perversión moral.

Vergüenza ajena, y de rebote vergüenza propia, que les hacemos caso, porque al parecer no queda otro remedio. Quis custodit custodes?

Carmen Quirós dijo...

Creo que llegará un momento en que nos convenceremos de que nosotros somos los custodes, don Belosti. Da mucha pereza, más cuando estamos habituados a la idea del 'padre Estado'; pero la democracia es un sistema que exige, para ser eficiente, la participación activa del ciudadano como elemento de control insobornable del poder.

Un saludo afectuoso.