Arturo González González de Mesa (Fotografía J.C. para 'El Comercio')
El ciudadano de un sistema bipartidista se siente en muchas ocasiones cautivo del sistema y los españoles compartimos ese sentimiento como nadie en una etapa en la que se juega el futuro de nuestro país.
Los partidos eligen los integrantes de sus listas mirando el interés de la formación, no de los votantes y nos obligan con demasiada frecuencia a elegir a quien consideramos el mal menor. De paso, hacen que nos sintamos como siervos de una oligarquía repugnante que sólo persigue sus intereses y nos desprecia tanto o más, que los señores feudales a sus vasallos.
Parecía inevitable este secuestro. Los partidos que nacieron buscando hacerse un hueco en el panorama político en los últimos tiempos, no recibieron la confianza de los ciudadanos en suficiente medida para obtener resultados que les dieran peso en las cámaras y les ayudaran a crecer.
En España hay una hartura infinita de ineptitud de los políticos que nos gobiernan, necesitamos un cambio; pero sobre todo, que ese cambio, que el partido llamado a ocupar el gobierno de la nación en la próxima legislatura, nos ofrezca algo más que el clásico voto al menos malo.
Necesitábamos ver candidatos que inspiren confianza, que nos muestren logros profesionales que les retratan como competentes, bien en puestos de trabajo por cuenta ajena, bien como profesionales cualificados que trabajan por cuenta propia o empresarios que han sabido sacar adelante un negocio que mantiene familias creando puestos de trabajo.
Asturias está hundida por décadas de gobernantes autonómicos incompetentes. Teníamos la ilusión de que Francisco Álvarez-Cascos, ex-secretario general del PP y ministro que desempeñó con éxito sus cargos, además de con probidad y enorme capacidad de trabajo, fuera designado por su partido para la presidencia del Principado en las elecciones autonómicas.
Los criterios personales de los responsables de esa decisión, las luchas intestinas del propio partido, los riesgos que entrañaba esa designación para la estructura del PP regional, que mejor no calificar, muy conscientes del perfil del otrora llamado «general secretario», implacable con los indolentes, los corruptos, los que luchan por una poltrona política que les proporcione altos ingresos y el menor trabajo posible, tenían sus días contados, cometieron un inmenso error. Descartaron a Álvarez-Cascos a favor de una concejala del Ayuntamiento de Oviedo que hizo que se nos cayera a todos los asturianos, incluidos los que no votarían al PP en ningún caso, el alma a los pies.
Y entonces pasó lo que la cúpula nacional del PP no pudo o quiso plantearse: que los que apoyaban a Álvarez-Cascos montaran en pocos días un partido, le llamaran y él aceptara el reto de encabezar esa formación.
Como cabía esperar, le eligieron como cabeza de lista para las elecciones autonómicas y desde ese momento, se desencadenó el «fenómeno Cascos». No tienen recursos materiales, dinero para invertir en nada que no sea imprescindible. Da igual. El candidato viaja sin descanso por los pueblos que conoce como nadie, desgrana ante el público de cada uno de ellos los problemas que viven día a día y les cuenta cómo piensa que pueden, si no solucionarse, al menos paliarse y reconducirse hacia una vía que acerque la solución.
El FAC, su partido, no tiene suficiente base para presentar candidaturas en todos los municipios, por eso se vuelca en tres que resultan vitales: Gijón, Oviedo y Avilés.
Carmen Morillón encabeza la candidatura a la alcaldía de Gijón, seguida por un abogado, Rafael Felgueroso y una arquitecto, Lucía García Serrano. Ninguno de ellos tiene experiencia política; pero tienen una brillante carrera que les presenta ante los votantes como personas competentes, que han vivido hasta este momento en el «mundo real» y tienen una formación sobrada para afrontar el reto político.
En Oviedo, más de lo mismo. La fotografía que encabeza esta entrada es la del candidato a la alcaldía de Oviedo: Arturo González González de Mesa. Le conozco en persona: es un excelente profesional que ha desarrollado una carrera brillante en un medio muy competido en el que es muy difícil salir adelante, hay más abogados que clientes y hay que ser muy bueno para hacerse un hueco en la profesión como lo hizo él. Le siguen Andrés Llavona, ATS y empresario, Belén Arganza Álvaro, abogado, Pedro Fernández Ruiz, médico.
En Avilés, Pablo Sánchez Lorda, profesor de Organización de Empresas en la Universidad de Oviedo. Aún no se ha publicado quién le acompañará; pero no es relevante.
Lo que me ha llevado a esta entrada es algo más general. A veces, lo que parece inexorable, la sensación de que los votantes no podemos hacer nada frente a los grandes partidos, no es real. Podemos hacerles frente, porque tenemos en nuestras manos lo que ellos necesitan para sobrevivir: el voto. Si no nos gusta lo que se nos ofrece, podemos y debemos buscar alternativas. No prosperarán, es cierto, si la oferta de cambio que ofrecemos está encabezada por un perfecto ( o una perfecta) desconocido que pide fe en méritos no acreditados.
Prosperarán si ese grupo no persigue un interés personal y elige un líder consagrado que responda a las aspiraciones de la mayoría, las importantes, las que se traducen en trabajo, desarrollo y prosperidad para todos y que ese líder sea capaz de reunir en torno a él un equipo solvente, que pueda presentar un currículum que demuestre que si entran en la política no es para obtener nada, sino para poner a disposición de los ciudadanos sus conocimientos y su experiencia.
Falta el veredicto de las urnas para que quede claro si esa elección de un líder por parte de un fragmento de la población basta para atraer el voto de la mayoría hastiada. Si lo hace, si este experimento cosecha buenos resultados, la victoria no será de los asturianos, tan solo. Será una muestra de que hay otras opciones, de que si los ciudadanos adoptamos una conducta activa y luchamos por otro modelo, podemos conseguirlo.
Cierto que se precisa, para que surja este movimiento, un grado de desesperación del mayor nivel; pero la mayoría de los españoles está instalado en ese nivel y será bueno que los grandes partidos reflexionen y saquen las conclusiones acertadas: no pueden permitirse imponer candidatos que los ciudadanos desprecian, porque corren peligro de que sean los ciudadanos los que pongan en marcha una propuesta alternativa que les envíe a las arenas del desierto de la oposición.
2 comentarios:
Doña Carmen, todo eso se solucionaría con listas abiertas y sistema mayoritario. Pero quienes pueden hacerlo no están por la labor.
Un saludo.
Es posible que tenga razón; pero desde que Zapatero fue designado de forma democrática, tanto para la secretaría general del PSOE como para la presidencia del Gobierno en dos mandatos consecutivos, ya no lo tengo tan claro.
La opción de las listas abiertas es la mejor si se dan dos condiciones: que todos los elegidos sean capaces de trabajar con eficiencia con cualquier equipo y que no sea manipulable el electorado. Lo primero es dificil; pero la segunda premisa creo que es aún más complicada en la sociedad actual.
Gracias por su comentario.
Publicar un comentario