16/1/12

El hombre que llevaba el Estado en la cabeza



Manuel Fraga
Don Manuel Fraga (Fotografía Wikipedia)

La generación a la que pertenezco veía a don Manuel como una bestia parda temible, un dictador tan autoritario y odioso, o más, que Franco. Yo no soportaba su habla atropellada, su brusquedad y su agresividad.

Estuve sin votar muchos años; porque el PSOE me había defraudado y antes de darle mi voto a Fraga prefería los siete males.  Aún así, siempre reconocí que era una de las mentes más brillantes, si no la más, de nuestro panorama político y, dadas mis aficiones, la extraordinaria labor que había hecho en su etapa de Ministro de Información y Turismo rescatando viejos monumentos condenados a la ruina para crear la magnífica red de paradores, era un servicio a España que no admitía discusión.

Me sorprendió que le diera paso a Aznar, renunciando a su evidente sueño de ser Presidente del Gobierno. Una vez que se fue a Galicia, desapareció su omnipresencia anterior en los medios de comunicación exasperándome con sus maneras, mi inquina fue aplacándose.

Zapatero fue clave, he de reconocerlo. Desolada ante las barbaridades que perpetraba día a día desde su toma de posesión, acabé añorando una figura como Fraga: con un temperamento salvaje que, sin duda, hubiera hecho que el Gobierno, por lo menos, sufriera mucho con sus intervenciones parlamentarias. Aunque, por otro lado, reconocía que en ese caso, podrían haber logrado lo que parecían perseguir: desencadenar otra guerra civil.

Mi inquina se volvió ternura en los últimos años al verle tan anciano, tan frágil, tan lejos de aquella figura temible de sus mejores tiempos, aunque era consciente de que seguía siendo «genio y figura». Se ganó todo mi respeto cuando se presentó, en contra de la opinión de muchos de su partido, en una de las manifestaciones en las que reclamábamos el esclarecimiento del 11M, manteniendo, como siempre hizo, su sentido de la justicia y sus convicciones por encima de los intereses partidistas.

A partir de esa fecha, repasé con otros ojos su biografía y vi que, con todos los errores, los gestos prepotentes, el ejercicio autoritario del poder que ejerció, también tuvo aciertos, trabajó para abrir las primeras vías de apertura del franquismo, supo fraguar la transición y, lo más admirable tras todos los latrocinios que hemos visto: no sacó provecho económico de sus numerosos cargos. 

Hoy veo el mundo desde otra perspectiva, sé que cada tiempo trae sus afanes, que uno se adapta a las circunstancias, más cuando se ha vivido la anarquía y la guerra posterior, que el hecho de condenar muchas decisiones suyas, no es óbice para reconocer que fue un gran estadista, una mente privilegiada, un hombre leal y honrado de forma absoluta que vivió para España, primero y para su familia, después, sus dos grandes amores.

Ya se ha reunido con Carmen Estévez, su mujer y deseo que esa petición que dijo que elevaba a Dios cada día: que le dejara entrar en el cielo, se haya cumplido. Descanse en paz.

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