11/4/11

Carta abierta a don Alfredo Pérez-Rubalcaba o las figuras de la danza con la Muerte



«Si ETA y Bildu están el 22-M, es porque Zapatero lo permite»
Manifestación de las Víctimas del Terrorismo (APF para ABC)


Señor Rubalcaba:

He leído en su periódico valedor varias crónicas que ofrecen una visión de la manifestación de ayer. Sumadas, conformaban la imagen de una salida a la calle de los votantes de derechas, con una edad media de cincuenta años (la que tienen la mayoría de los que les votaron a ustedes en los '80 y '90), sin otro ánimo que ayudar a debilitar al Gobierno.

Sus periodistas no debieron estar en el mismo lugar que yo. Había gritos de «Zapatero dimisión» y también de «Rubalcaba a prisión»; pero eran tan anecdóticos como el que más gracia me hizo, que se coreó con frecuencia: «Zapatero, jódete, aquí estamos otra vez».

La mayoría de los que estuvimos allí, no nos congregamos para desahogar nuestra frustración, lógica, ni para pedir procesamientos verosímiles; pero que no era el lugar ni el momento para pedirlos. Fuimos para ejercer un acto democrático: informar al Gobierno de nuestra postura ante ETA. Solo a eso, el resto, ya tendrá su momento y ocasión. 


No es posible evitar que la dinámica de las manifestaciones de la izquierda contamine un acto así, haciendo que se proclamen consignas; porque ustedes han hecho creer a mucha gente que una manifestación no lo es si no hay alguien gritando malas rimas y un rebaño coreándolas. La mayoría, preferíamos el silencio para reforzar el mensaje que figuraba en la pancarta. 

Tuve ocasión de saludar a unas cuantas víctimas anónimas. Cónyuges o parientes de personas que fueron asesinadas por ETA, que caminaban en silencio, algunas solas, otras llevando con ellos niños pequeños. He caminado junto  a mucha gente que lloró en el año '83 de emoción tras votar al PSOE y ver que su voto le había encaramado al poder, convencidos de que se iba a consolidar la democracia y, primero atónitos, luego incrédulos y por fin, asqueados, entendimos que, por desgracia para nuestra democracia, habíamos ayudado a dinamitarla.

Lo que usted no sabe, señor Rubalcaba, pese a que cree saberlo todo, es que una cantidad de asistentes, mucho mayor de la que imagina y otra que no fue; pero estaba de corazón con los manifestantes, tiene una experiencia del miedo que la mayoría desconoce y usted parece ignorar. 


Inmersos durante un largo tiempo, primero en la amenaza, en la vivencia diaria del riesgo, luego en el dolor de la concreción de ese miedo en forma de asesinato, alcanzaron el fondo más profundo del pozo del terror y el dolor. Algo tan impresionante, tan revelador y decisivo que apenas se puede expresar. La metáfora más adecuada está en la visión de una larga danza con la muerte, mientras miras su rostro hasta que te resulta tan familiar como el del ser más querido. Y cuando la reconoces de forma íntima, cuando aprendes todos los pasos y las figuras que conforman la danza que trenzáis mano a mano, te coge con fuerza de la mano y te conduce con una dulzura, una suavidad, al tiempo que una firmeza implacable, para que abordes la remontada de los escarpes de ese pozo, paso a paso, engarzando una rara amistad que te inmuniza contra el miedo y muchas otras cosas.

Cuando bailas con la muerte, cuando caminas con ella a tu lado mostrándote el camino, vas viendo la cantidad de cosas irrelevantes que conviertes en el motor de tu vida y resultan vanas, incluso ridículas, cuando hundes tu mirada en sus ojos. Son dos discos de tonalidades cambiantes, que van del negro profundo de las pasiones y acciones más repugnantes que puede concebir el hombre, a tonalidades cálidas de cielos limpios, de aguas transparentes, gamas que desgranan ante ti los ciclos de la vida e incluyen transparencias tornasoladas en las que te empapan en la importancia de sentir y expresar en cada momento, de escuchar y comprender más allá de las palabras, de apurar cada segundo para extraer de él toda la riqueza que te brinda y asimilar esa belleza humilde en la construcción de una personalidad más humana y profunda.

La muerte te enseña que un paseo de la mano de quien amas es más importante que toda la riqueza del mundo; porque si lo dejas para mañana, puede ser demasiado tarde. Te enseña qué cosas son las valiosas y las importantes y cuales no. Y le aseguro, señor ministro, que lo que opinen usted y su prensa afín, no tiene ninguna importancia; pero sí es vital hacer lo que esté en nuestras manos para que la presencia de asesinos y terroristas no contamine las  instituciones del Estado por una simple razón: porque es la violación de la Democracia. 

La Democracia, señor, es una criatura frágil, que se desnaturaliza con facilidad y se transforma en algo peor que la dictadura, cuando la ejercen quienes no la respetan. ¿Somos «representantes de la derecha extrema» los que ejercemos nuestros derechos democráticos pidiendo respeto a la Ley y a las Instituciones? Seguramente para usted y para ellos lo somos; porque, carentes del respaldo formidable de la Ley y las normas que rigen el sistema, nuestros actos, por pacíficos e intachables que resulten, son una afrenta para ustedes y lo que no les gusta debe ser visto por la sociedad como algo repugnante para restarle fuerza.

Olvida señor ministro, que todos los de más de cincuenta recordamos aquella famosa frase del autoproclamado «Generalísimo», con la que etiquetaba todo lo que le molestaba: «La conjuración judeo-masónica». ¡Lo que nos reímos los progresistas de aquella época con ese espantajo agitado hasta la náusea!

Usted que sabe tanto, sin duda conoce bien que, en política, la imagen es el mensaje. Ustedes abusan de los latiguillos franquistas, de sus posturas y sus formas con tan reiterada frecuencia, que ni siquiera los que desconocen las figuras de la danza con la muerte les toman en serio ya. Su «derecha extrema» despierta tanto regocijo como «la conjuración judeo-masónica». 


Esa necia réplica de las fórmulas de la pasada dictadura empieza a instalar en sectores cada vez más amplios de la población, que la lucha contra el franquismo no terminó, como creímos, en el '75. Que, tal como dijo Arias Navarro, «todo quedaba atado y bien atado» una vez que su larga agonía dio tiempo para rematar la faena y ustedes y otros políticos, que ven la política de forma tan personalista y sectaria como los franquistas, son el último baluarte del Régimen y hay que desterrar ese último reducto para consolidar nuestra democracia.

Quizás es esto lo que mueve a sus plumillas oficiales y oficiosos a intentar desacreditar un acto cívico que es toda una representación de un ejercicio vivo y saludable de la democracia. 


No se molesten. 


La muerte, sentada junto a nosotros mientras se toma un descanso, nos guiña un ojo y nos sonríe con complicidad. Construiremos una democracia viva, fuerte y sólida con ella como aliada contra los asesinos y los herederos del Régimen, tiene nuestro compromiso más firme.

Así que no se esfuerce, señor Ministro. Lucha usted contra una fuerza que no puede neutralizar: la que se abriga en el manto multicolor de una Muerte que desprecia tanto como nosotros a los asesinos y sus cómplices y nos dará fuerzas hasta el último aliento para coronar nuestro objetivo. Se lo hago saber con todo el respeto a la institución que encarna en el seno de la democracia. Puede que ganen batallas; pero perderán la guerra.

2 comentarios:

Bonnie E. Parker dijo...

Buenos días Carmen

Tienes razón, nosotros fuimos a la manifestación con nuestros niños pequeños, y allí había montones de gente que como nosotros se manifestó en silencio, escuchando los testimonios de las victimas que gritaban su dolor para al menos ser escuchados por todos los que estábamos allí, apoyándoles.
Cuando voy a estas manifestaciones no me gusta gritar ninguna consigna, prefiero callarme y que mi silencio sirva para que se escuche la voz de los verdaderos protagonistas, que son las víctimas del terrorismo. Para ellas todo mi apoyo, de corazón.

Carmen Quirós dijo...

Las consignas no tienen mucho sentido en esas manifestaciones. El problema es que la imagen que tenemos de las reivindicaciones es la que diseñan Méndez, Toxo y sus mariachis (léase manifestaciones tradicionales de la izquierda) y hay quien se siente obligado a «animarlas».