17/5/11

Altos niveles de toxicidad



Trozos de vida extraterrestre en la Tierra (ABC ciencia)

Si pinchan el enlace que pongo bajo la foto, se enterarán de que esas aguas de Río Tinto contaminadas con una gran cantidad de metales pesados muy tóxicos y escasez de oxígeno, en teoría letales, albergan una increíble diversidad de microorganismos.

Estas noticias animan mucho; porque las campañas electorales emponzoñan la vida de los ciudadanos tanto o más que los metales pesados, devoran el preciado oxígeno de la honestidad y la decencia, llevándonos a temer que moriremos envenenados y asfixiados por lo que hay que oír.

Sin embargo, si uno toma distancia, analiza el panorama y el significado real de los mensajes, la ponzoña se asimila con facilidad. Uno de los socialistas que aprecio y respeto mucho es Joaquín Leguina (aunque reconozco que mi favorito por excelencia es otro Joaquín: Almunia y aún no me he repuesto de las luchas fratricidas que impidieron que fuera Presidente del Gobierno de España). 

Como les decía, Joaquín Leguina participó en una tertulia de la 10 y uno de los tertulianos arrancó su intervención diciendo: «Seguro que a Joaquín Leguina, como republicano, le gustará que...». Joaquín Leguina le respondió: «¡Qué tendrá que ver eso. Antes que republicano soy demócrata».

Ser demócrata, por encima de todo, es respetar las reglas del juego de la democracia. En esas reglas de juego hay un escenario, el Congreso de los Diputados, en el que, entre otras cosas, el gobierno ha de rendir cuentas, someterse a la fiscalización y respetar el papel de los grupos de la oposición que tienen la obligación ineludible de oponerse a las medidas que proponga el gobierno si considera que no se ajustan al interés general. 

Observando el trabajo de la oposición, los ciudadanos podemos hacer crítica, condenar su postura si nos parece que en lugar de una postura constructiva de defensa de nuestros intereses, lo que está haciendo es vetar, por puro partidismo, proyectos beneficiosos para todos persiguiendo el desgaste del gobierno y tomar nota para mostrar nuestro descontento cuando nos llamen a las urnas; pero en ningún caso el gobierno puede criticar el trabajo de la oposición tachándola de obstructiva por el simple hecho de que no se pliega a cuanto proponga.

Todos hemos visto que desde el año 2004, nuestro gobierno ha hecho oposición a la oposición. No sólo es kafkiana la postura, sino que demuestra que ni conoce ni respeta los mecanismos básicos de la política parlamentaria. 

Hoy, en el mitin de Sevilla, José Luis Rodríguez Zapatero pide el voto para el PSOE. En una democracia real, lo haría exhibiendo sus logros, los avances, los aciertos, la política que ha seguido estos años; pero no ha mencionado nada de eso; porque no existe. Ha pedido el voto para que «las zancadillas del PP no tengan recompensa». Es decir; para que la crítica al despilfarro, la negativa a apoyar políticas que no eran más que parches sin ninguna capacidad para ayudar a resolver los problemas que afrontamos, no sea recompensada con el voto de los ciudadanos.

José Blanco, por su parte, está luchando por atraer votos indecisos ante la sangría que sufre su partido tras traicionar a sus electores recortando el estado de bienestar, entrando en una guerra, generando casi cinco millones de parados. Muchos de ellos van a optar por quedarse en casa y trata de motivarles al grito de que «la mayoría no quiere que el estado de bienestar retroceda». Dados los antecedentes, causa estupor este rebato.

Podría seguir; pero no terminaría en toda la noche. Remato con el mensaje fuerza del artículo de Almudena Grandes hoy en 'El País'. Esta figura señera del progresismo y el feminismo que aventuraba que las monjas violadas en la Guerra Civil debían disfrutar mucho con las penetraciones de los sudorosos milicianos, arrima el hombro en la ardua tarea de movilizar a los votantes socialistas. La razón por la que les anima a ir a votar al PSOE es el amor o el odio. 

Sé que parece increíble, que no cabe en cabeza medianamente amueblada que sea recomendable el voto emotivo en una democracia. La importancia de ese acto exige la máxima racionalidad y todos esos espantajos atentan contra la esencia de la democracia.

La cuestión es muy simple: ninguno de ellos es demócrata. Ninguno de ellos cree en la democracia ni siente ninguna estima por ella. Lo que quieren es que «los suyos» sigan mandando, aunque eso nos lleve a la ruina como país. Las encuestas dan un triunfo sin precedentes al PP en las elecciones locales y autonómicas y esas proclamas son el grito de desesperación de quien no acepta que la alternancia es la esencia de la democracia; porque considera que el poder es propiedad de «los suyos» por una suerte de norma de derecho natural.

Temo que ni siquiera se dan cuenta del desprecio y el asco que inspiran a los demócratas. Se revelan como genuinos microorganismos que se nutren y proliferan en medios tóxicos; pero carecen de todo atisbo de esa belleza que las algas y los hongos que pueblan el ecosistema del Río Tinto confieren a las aguas que habitan.

4 comentarios:

Gulliver dijo...

Muy buena entrada, Dª Carmen. No hace tantos años que una parte considerable de la izquierda española despreciaba a las democracias occidentales por ser meramente "democracias formales". Para ellos sólo era real la democracia socialista.

La caida del Muro destruyó su modelo, pero no sus convicciones profundas. Por ello se hace imposible que sean demócratas, pues siguen sin creer en la democracia liberal.

Carmen Quirós dijo...

A ver si lo aprenden con una larga temporada en la oposición. Parece que la juventud va despertando. Un saludo, Gulliver.

José Antonio del Pozo dijo...

Hola, Carmen: coincido en el deterioro de la calidad democrática en pro de la remoción de las vísceras que lleva a cabo la izquierda gobernante. Un gran post
Saludos blogueros

Carmen Quirós dijo...

Saludos blogueros, José Antonio.