2/1/12

2012 hito de renovación.






Conforme avanza el tiempo hacia las fechas finales del calendario, toda la prensa se lanza a hacer recuento: las frases del año, los acontecimientos del año, las bodas del año, las rupturas del año, los nacimientos del año...

Otra constante del Año Nuevo son los propósitos: aprender inglés, adelgazar, dejar de fumar, abordar, en fin, proyectos aparcados que se supone que un gran número de ciudadanos se compromete a cumplir en estas fechas.

El primer fenómeno es comprensible, la Navidad genera una sequía informativa y hay que rellenar el espacio de las noticias de algún modo. El segundo fenómeno también es comprensible. El fin de año supone un fin de ciclo vital a corto plazo y algunas personas, en especial los fumadores (no he conocido a nadie que se haya matriculado el dos de enero en una academia de inglés o un gimnasio), eligen como fecha para poner término a algo que han decidido eliminar de su vida.

Es tal el hartazgo de balances de los eventos anuales que ofrece la prensa que estoy saturada. No tengo otro remedio que reflexionar ante esta reverencia por las fechas sobre algo que he experimentado con frecuencia: la mayoría de los españoles son incapaces de situar en fechas concretas eventos de los que han sido testigos. Son multitud las personas que son incapaces de recordar el día de un evento señalado; por ejemplo, el día en que accedieron a un cargo importante en su empresa, el día en que se casó su sobrino, incluso su hijo. 

En el juicio del 11M era muy llamativa la incapacidad de muchos testigos norteafricanos (marroquíes y tunecinos) para concretar las fechas. Acudían a las festividades de su calendario festivo: fue antes o después de la Fiesta del Cordero, del Ramadam... Sorprendía esa incapacidad para situar en un miércoles, entre la segunda y la tercera semana de octubre, por poner un ejemplo, los sucesos objeto del interrogatorio. Parecía una tomadura de pelo; pero, tacita a tacita, esa impresión se esfumó. No era una pose. Resultó evidente que, para ellos, el tiempo era otra cosa.

Entonces retrocedí a mi infancia. No hablo de la especial percepción del tiempo que tienen los niños, sino de lo que ocurría con los adultos. Cuando, ya crecida, le preguntaba a mi madre algo relacionado con un suceso sensible que yo recordara o con la fecha en la que se tomó una fotografía, ella (dueña de una memoria envidiable), rebuscaba en sus archivos mentales y, al igual que los testigos del 11M se retrotraía a una fiesta cercana. Una vez que definía si fue antes o después, establecía la siguiente fiesta, por ejemplo, San Martín, fiesta señalada en su pueblo. A partir de esos dos parámetros, tras un recorrido por sus recuerdos, situaba el evento en fechas precisas; pero es evidente que mi madre; pese a que trabajaba en una empresa, fechaba cada día muchos documentos de pedidos y recepción de mercancía, era capaz de decirle a su jefe con asombrosa precisión la fecha y el importe de la factura de un cliente, archivada cinco años atrás; cuando le preguntaba por uno de sus mayores traumas, la muerte de su madre, me respondía: en la mañana siguiente al día de la Ascensión; pero no podía precisar la fecha exacta. 

¿A qué viene todo esto?, se preguntarán con lógica. Es simple la respuesta. En sociedades muy cohesionadas, el individuo maneja parámetros diferentes a los que usa el que se encuadra en una sociedad en crisis. Para el primero, el «tiempo social», marcado por las festividades que comparte con sus vecinos, prima sobre el calendario objetivo, el que señala el día y la hora en la que vive como individuo. Mi abuela materna murió en torno a las nueve de la mañana del día siguiente a la fiesta de la Ascensión del año mil novecientos cincuenta y uno. Mi padre murió un siete de enero a las cero treinta horas. No en la madrugada posterior al día de Reyes. Eso es muy significativo.

Supone que el yo ha sustituido al nosotros. Que lo que nos acontece, aunque se encuadre en algo tan general como un cambio de gobierno, por poner un ejemplo, ya no se contempla como un evento encuadrado en un marco compartido con el resto de los vecinos o de los españoles, sino en el estrecho marco de la individualidad.

Ocurre esto porque se han destruido los lazos de cohesión de la sociedad, carecemos de esos indispensables referentes compartidos y nos aferramos al tiempo cronológico, tan individual como universal, convertido en la única referencia admisible del discurso de nuestra existencia.

Han desaparecido nuestros elementos de cohesión social: la religión y las costumbres, los mitos y las creencias; se ha debilitado de modo más que peligroso el tercer baluarte: el imperio de la Ley y no tenemos más remedio que recurrir a los eventos cercanos y a los balances de cierre de ejercicio para sustituir los pilares de la seguridad que sustentaban la vida de nuestros padres por los hitos políticos, los ecos de sociedad y los modestos propósitos personales para velar el abismo vertiginoso al que nos enfrentamos.

Deseo, a modo de felicitación tardía, que el 2.012 sea el año en el que, pese a los sufrimientos y desencantos que sufriremos de modo inevitable, sea un hito que modifique las circunstancias devolviéndonos paquetes ingentes de valores perdidos. No sólo nos permitirá afrontar lo que nos espera con más fortaleza, sino que también nos ayudará a recuperar a nuestros vecinos y conciudadanos como protagonistas y colaboradores indispensables en la construcción de nuestra vida y nuestro futuro. 

Feliz 2.012.



7 comentarios:

elquiciodelamancebia EQM dijo...

Gracias, Dña. Carmen. Igualmente. Que tengan vd y los suyos mucha salud y bienestar.

Un fuerte abrazo.

El quicio de la mancebía [EQM]
elquiciodelamancebia.lacoctelera.net

elquiciodelamancebia EQM dijo...

Por cierto, geniales sus dos últimos textos. Sobre el collar católico he escrito yo también algo antes de leer el suyo. Una vergüenza.

EQM

Carmen Quirós dijo...

No es ninguna vergüenza EQM. Es normal que en unas fechas como estas hagamos reflexiones sobre temas religiosos. Iré a leerle. Gracias por venir.

navarth dijo...

Feliz año Carmen. Un abrazo.

Carmen Quirós dijo...

Otro para usted, Navarth.

José Antonio del Pozo dijo...

extraordinaria reflexión sobre el tiempo "social" y el descoyuntamiento temporal actual: es el vértigo de los media, al robar el sentido, quien nos hace perder la orientación.
un gran saludo y feliz año nuevo, Carmen

Carmen Quirós dijo...

Feliz Año Nuevo, José Antonio.