16/9/11

Abanico de percepciones



La noticia del día es la restauración del impuesto sobre el patrimonio. Tras el baile de cifras ofrecido por el «coordinado» equipo de Gobierno y el candidato, resulta que va a afectar a ciento sesenta mil (160.000) contribuyentes, nace con plazo de caducidad, puesto que estará vigente en el ejercicio 2011-2012 en exclusiva y se prevé recaudar por ese concepto un millón ochenta mil (1.080.000) por ejercicio, en el caso de que se aplique de forma homogénea, puesto que está transferido a las Comunidades y éstas tienen potestades para modificar aspectos sustanciales en su aplicación.

En mi ronda de lecturas de diarios, me ha sorprendido 'El País', que publica la opinión de Rajoy sobre el asunto con un tratamiento inimaginable hasta fechas recientes, señal de que olfatea un cambio lo bastante intenso (mayoría absoluta del PP o cuasi absoluta), que aconseja plegarse a la dirección del viento y no hacer demasiada sangre gratuita, no vaya a ser que les cueste más penas de las que pueden permitirse, dada su complicada situación financiera. 

Es obvio que dos millones ciento dieciséis mil 2.160.000) euros no van a suponer ninguna solución a los acuciantes problemas económicos en los que nos ha sumido nuestro desgobierno; pero el candidato necesita rebañar votos, aunque sean los del movimiento antisistema y hay que comprender las machadas que se le ocurren a falta de las luces necesarias para elaborar propuestas electorales convincentes, tras ocho años en la espuma del poder, más los quinquenios acumulados en los gabinetes de Felipe González. Este es el listo del PSOE que nos va a resolver los problemas. 

Los articulistas progresistas, en los distintos diarios, siguen dando la tabarra con el espantajo de los mercados, esos especuladores voraces que hay que combatir. Me entra la risa floja cuando leo estas cosas. 

Para empezar, seguro que el articulista que anatematiza los mercados, tiene depositados parte de sus ahorros en un paquete de acciones, con lo que él es el mercado. Ejemplos de mercados implacables: Fondos de inversión de las viudas de mineros de Gales, de jubilados de AT&T, de combatientes de la guerra de Vietnam, de Huérfanos de la Guardia Civil. O lo que es lo mismo: todo tipo de lo que en España se denominan Mutualidades que agrupan colectivos que han cotizado para crear un fondo que les proteja de la adversidad si el titular muere o intentaron asegurar cierta seguridad en la vejez destinando una parte de los ingresos en la etapa productiva para percibir una pensión más o menos decorosa. 

La Mutua correspondiente necesita rentabilizar al máximo esas aportaciones invirtiendo en valores que aporten beneficios suficientes para que, cuando tengan que afrontar las indemnizaciones o las pensiones concertadas, la caja tenga la liquidez necesaria para que llegue el cheque que permita que esos ancianos, huérfanos o viudas, reciban los ingresos que les permiten afrontar sus gastos. 

El caso de los bancos no es diferente. Yo alojo mi nómina en un banco, abro un fondo de pensiones, lesencomiendo la gestión de una cartera modesta de acciones y la gestión de los ahorros que voy acumulando cuando puedo.

Mutuas, bancos, cualquier entidad financiera, tienen la obligación de obtener la mayor rentabilidad posible de los fondos que les confían sus clientes. La mayoría de ellos son personas de clase baja o media, el millonario es excepcional y la gran empresa el mirlo blanco. Yo le exijo a mi banco que responda a la confianza que he puesto en él. No tolero que juegue con mis ahorros y no tiene otra opción que mostrarse implacable con quienes le vendieron productos que presentaron como fiables: deuda pública de estados soberanos, para defender los ahorros que puse en sus manos.

¿Qué me cuentan sobre el demonio del mercado que exige cada día garantías más férreas para garantizar esas inversiones? Esas inversiones son los pocos euros que logré ahorrar con sacrificio mientras pagaba colegios, actividades extra escolares que les proporcionaran a mis hijos conocimientos suplementarios de idiomas u otras disciplinas, para que tuvieran una ventaja adicional cuando buscaran trabajo, mientras pagaba el alquiler o la hipoteca de mi vivienda. 

Odio que me tomen por idiota y esa propaganda barata no me afecta solo a mí. Abarca a todo un colectivo, muy extenso, la sufrida clase media que ha nacido de un sacrificio heroico de la generación de posguerra empeñada en dar estudios y una posición mejor que la suya a sus hijos, que no nos dejaron otra herencia que esa preparación y, a veces, un poco más: la casa familiar que adquirieron, la que les legaron los abuelos, junto con alguna finca, en el mejor de los casos. 

Esos mercados, luchan por mis derechos, por mi economía, por mi seguridad. No son demonios, sino guardianes fieles de mi sacrificio y, lo siento mucho, confío en que sigan siendo inflexibles; porque si ceden a las presiones de quienes pretenden que se les dé todo por nada, todos mis sacrificios, mi esfuerzo y mi seguridad para la vejez, se esfumarán en la nada. Sería demasiado cruel e injusto que me pasara algo así a estas alturas. 




2 comentarios:

José Antonio del Pozo dijo...

lo quitan, lo ponen: demagogia de ricos y pobres entre la que se mueven como pez en el agua, siendo ellos ricos, y sabiendo de sobra que se trata solo de robarle un poco más a quines no se pueden escapar.
saludos blogueros

Carmen Quirós dijo...

Esa es la palabra, José Antonio: demagogia. Es lo único que saben manejar y con eso no vamos a ninguna parte.

Saludos blogueros.