8/9/11

El laberinto de medianoche. 1




Bienvenida



Querida Natalia:

Hoy, como cada día, he leído la prensa para preparar mi entrada. Hay muchos temas que me sugieren contenidos; desde el vídeo de Rubalcaba reeditándose con unos elogios que rozan lo sonrojante por parte del guionista, hasta la las secciones de ciencia de la prensa, en las que, con variable rigor, nos cuentan por qué acaban estallando las enanas blancas.

Hubo lecturas adicionales que me inspiraron otras opciones, como la crítica a la autobiografía de Rajoy: implacable y, con seguridad, rigurosa. Bastaba saber que la había escrito él en persona, en lugar de encomendar a un tercero su redacción. 

Tú sabes, tan bien como yo o mejor, que escribir es una disciplina que requiere muchos años de trabajo y esfuerzo; que no basta saber hacer una redacción con un absoluto dominio de la sintaxis. La elaboración de cualquier historia requiere mucho entrenamiento en el diseño de su estructura, aprender a contar trivialidades organizando el relato de tal modo que genere intriga y sorpresa; a abordar cuestiones de gran profundidad aligerándolas de la carga más plúmbea, de los contenidos que sólo comprenderán los expertos, para convertirlas en sencillas y accesibles para el no iniciado. 

Leí un adelanto del texto y sentí pena: era un borrador (en sentido técnico) que requería que le metiera mano un escritor capaz de transformar el relato lineal, cronológico y soporífero, en una imagen literaria con una amplia gama de matices, que exprimiera al personaje y le dotara de vida e interés.

Creo que ha sido un gran error, por su parte, publicar una obra literaria en estos momentos, aunque sea una autobiografía, en la que da fe de que no es un escritor curtido, capaz de dotar el relato de los ingredientes básicos para atrapar al lector. En un electorado maduro, este detalle no tendría ninguna importancia. Lo que le pedimos es que sea un gestor eficaz, capaz de articular un equipo que saque al país del abismo en el que está, no un Cervantes, capaz de parir una obra literaria inmortal; pero estamos en España y temo que esa ingenuidad literaria va a causarle más daño que beneficios.

No es importante, en el plano particular, que se haya mostrado como un escritor ramplón; pero es importante para los españoles que evite estos alardes que, más que a él, nos perjudican a todos.

Ambas compartimos una trayectoria: fuimos progresistas convencidas, reverenciamos ‘El País’ como nuestra guía intelectual. Yo antes; pero al cabo, ambas llegamos al mismo rechazo al detectar que nuestro ‘gurú’ de la libertad de expresión, se había transformado en un panfleto doctrinario. Ambas nos resistimos a aceptar a la derecha como una opción de voto válida, compartiendo un sentimiento de que esa alternativa era una abjuración de una postura política que adoptarnos, sin darnos cuenta, con los principios religiosos en los que nos educaron.

Ambas, por distintas vías, vimos los pies de barro de nuestro ídolo en un momento concreto y abandonamos el redil.

Basta leer las noticias para ver con perfecta claridad que estamos cayendo por el precipicio. Necesitamos un cambio radical en la dirección política. Necesitamos un gobierno que restaure el imperio de la Ley, que tenga rasgos sanchopancescos, que se aleje de las políticas de ingeniería social y se concentre en estabilizar la economía, crear empleo, cambiar las leyes de educación para que las generaciones más jóvenes dejen de ser analfabetos técnicos; que aplique las medidas necesarias para que la iniciativa privada, que es la que cuenta, pueda ponerse en marcha, sin grandes cortapisas, para generar riqueza.

El Partido Popular logró una vez el milagro. Ambas compartimos la aversión más visceral y profunda a Aznar en su momento y ambas, creo que no me equivoco al incluirte en este sentimiento, lamentamos hoy no haberle tenido en el timón cuando aparecieron las primeras señales que anunciaban la crisis.

Creo, con las reservas normales; pero con fundada esperanza, que Rajoy, miembro de aquel Gobierno, ha aprendido todo lo necesario para reeditar el despegue que experimentamos a partir del año ’96, reaparezca.

Es vital que gane con mayoría absoluta; única vía para que los nacionalismos no tengan la oportunidad de imponer lastres potentes en las medidas diseñadas para la recuperación. Por eso, lo último que necesitamos es que el líder del PP, la figura en la que tenemos muchos españoles independientes en el plano ideológico,  cometa errores que pueden tener repercusión, bien aprovechados en el resultado de las elecciones.

Quedo a la espera de tu opinión.

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