21/4/10

Normas claras

La actitud del Instituto de Pozuelo me ha inspirado confianza. Todos necesitamos normas claras; pero en el caso de niños y adolescentes, resultan indispensables para su desarrollo intelectual y moral.
Me parece adecuado que los centros de enseñanza traten de evitar indumentarias que no son correctas; porque hoy en día, no se enseña, por lo general, que es incorrecto permanecer con la cabeza cubierta en un espacio interior y el jovenzuelo que se presenta con los vaqueros colgando en equilibrio precario sobre la cadera, suele completar su 'look' con una visera puesta al revés. Podría entrar en una grave crisis si el profesor desluce su imagen identitaria haciéndole quitarse la gorra. La mejor solución para ese problema y otros muchos, es prohibir toda clase de prendas que cubran la cabeza.
Entiendo que para las musulmanas, sus diferentes velos son algo muy distinto. Por un lado son una muestra de tributo a su cultura; por otro, pueden estar enraizados en sentimientos de recato y modestia y sentirse incómodas con el cabello descubierto; por otro, son una muestra indiscutible de un intento más o menos consciente de reivindicar su diferencia ante el grupo.
Aún así, no hay una diferencia esencial entre el chico de los pantalones colgando y la gorra con la visera sobre la nuca y la chica velada. Ambos reivindican la pertenencia a un grupo concreto, se sienten más seguros y protegidos ataviados con sus prendas de identidad, reivindican ante el resto una postura ante la vida y la sociedad; luego estamos ante una situación idéntica.
No voy a entrar en el principio de correspondencia, en si una chica española podría ir vestida como quisiera al instituto si estuviera en el país de origen de las chicas del velo. Tampoco voy a entrar en las consecuencias que tendría para otras alumnas españolas, que hubieran acatado las normas del centro en cuanto a indumentaria, si se unieran a su reivindicación.
Lo que es seguro es que todo es más fácil y formativo para los chicos si hay unas normas básicas, que han de cumplir sin excepción alguna o atenerse a las consecuencias. Todo sería más fácil para todos, adultos y jóvenes, si ese espíritu de deber de cumplir las normas fuera un sentimiento generalizado en la sociedad.
El problema es que, si empezamos porque el Gobierno y las Instituciones más representativas son los primeros en vulnerar las normas con descaro, sin intentar guardar al menos una apariencia formal de respeto, ese pilar se derrumba y la crisis está servida en la sociedad que pierde uno de sus puntales fundamentales: el del respeto a los valores.
Por eso contemplo con ojos esperanzados esta noticia. Aún quedan reductos que nos permiten confiar en el futuro. Aún hay centros que educan a sus alumnos en el respeto a las normas y están formando una generación que comprende, asume y respeta su valor. Ellos son los que vienen detrás y por eso hay motivos para mirar el futuro con cierto optimismo.

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