12/6/10

Si los trabajadores supieran...



Todo el mundo sabe que hay dos tipos de trabajadores por cuenta ajena: los sujetos a convenio y los fuera de convenio, en términos coloquiales.
Los no sujetos a convenio suelen ser los titulados superiores de las empresas o los que siendo titulados medios, han sido recompensados con la salida del convenio por sus méritos profesionales. 
Los Sindicatos siempre cuentan a los trabajadores que, sin ellos, los taimados empresarios les explotarían sometiéndoles a unas condiciones de trabajo rayanas en la indigencia. 
La realidad es muy distinta. Gracias a los sindicatos, hay muchos trabajadores de los que no tienen ninguna posibilidad, gracias a esta normativa laboral impuesta por ellos, de salir del convenio, que pierden mucho dinero al año. ¿Les sorprende?
La realidad es que para las empresas, un empleado trabajador, bien preparado, listo, concienzudo y eficiente es una joya y quieren recompensarle como merece; porque a fin de cuentas sus jefes son personas con sentimientos, les están muy agradecidos y quisieran traducir ese afecto en unos complementos salariales de productividad a tono con la calidad de su trabajo. A parte de que el incentivo hará que se aumente su fidelidad e interés por la empresa que reconoce sus méritos.
No estoy contando una fantasía que se me haya ocurrido bajo la ingesta de alguna sustancia estupefaciente o espirituosa. Conozco de forma directa consultas jurídicas de empresarios que querían, por ejemplo, recompensar de forma especial el trabajo de un administrativo, un jefe de almacén o una secretaria que eran para ellos «como la aparición de la Virgen» en sus empresas. 
No soportaban que el empleado que lo da todo, que cumple con su trabajo tomándolo como si la empresa fuera suya, que siempre soluciona los problemas, que hace un trabajo excelente, incluso más allá de lo que le obliga el contrato, cobrara lo mismo que otro que no da un palo al agua, que hace lo indispensable, incluso que no hace nada, porque cuando se le encarga organiza tales desastres que hay que terminar encargándoselo a otro. 
Éste es el gran triunfo de los sindicatos: han conseguido que no se pueda despedir a un empleado que desespera a los otros con su vagancia, su incompetencia, incluso con su trato insultante con ellos; pero han conseguido que los que son muy apreciados por lo bien que hacen su trabajo cada día, no puedan cobrar ni un céntimo más que los otros. ¡Pobre del empresario como se le ocurra dar diferente trato salarial a los eficientes! Ahí están los sindicatos para cuidar de que nadie reciba mejor trato, aunque lo merezca.
Si los trabajadores concienzudos y eficientes, sean ordenanzas, administrativos o responsables de la fotocopiadora, supieran cuánto dinero les han impedido ganar los sindicatos, seguro que si estuvieran afiliados a alguno, se darían de baja de inmediato.
No sé en qué terminará todo esto; pero si esta reforma consigue terminar con esa injusticia (no he estudiado el borrador, necesito fajarme, vistas las patadas que le da al idioma) o al menos abrir una vía para que en el futuro se pueda recompensar a los buenos profesionales como merecen, doy por buena la matraca que han estado dando Méndez, Toxo y la Patronal. Pongamos una vela a san Expedito, patrón de los imposibles, para que se abra esa rendija. 



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