15/10/10

Ferrán y Ferrer


UGT ve caciquil la propuesta de Díaz Ferrán

Díaz Ferrán no pasará a la historia, sin ninguna duda, por sus habilidades comunicadoras. Dijo que con treinta y cinco horas de trabajo (oficialmente son 40) no se sale de la crisis; que hay que trabajar más y ganar menos.

Yo entiendo a Díaz Ferrán. Un empresario, un directivo o un 'jefe' de una sección o centro de producción de una empresa, dedica al trabajo unas diez o doce horas diarias, lo mismo que los trabajadores por cuenta propia que tienen que dedicar parte de su jornada a una labor de captación de clientes y, además, despachar el trabajo. No es raro que tengan que  rematar algún asunto pendiente en el fin de semana; porque el día a día no da para todo el trabajo y los días no laborables se dedican a terminar lo pendiente o adelantar lo que urge para la semana siguiente cuando la agenda complica la posibilidad de encontrar tiempo.

Aún entendiendo el punto de vista del que parte, el de la conciencia de que si se hubiera limitado al horario 'oficial' no hubiera podido llegar a donde llegó, la afirmación está mal formulada y una persona que ocupa un cargo como el suyo debería tener claro que su afirmación, válida para una parte, no lo es para el todo y que ese todo va a recibir sus palabras con mucho desagrado.

Abundan en el mercado laboral los jóvenes entre los veinticinco y los treinta y cinco años que, además de una titulación superior, hablan idiomas, tienen cursos de postgrado y han demostrado su valía, cobran poco, trabajan muchas horas durante la semana y no es raro que les toque trabajar en fin de semana en momentos de 'puntas' en la empresa. 

A esa gente no se le puede decir que la solución a la crisis es trabajar mucho y ganar menos; porque trabajan mucho y cobran poco. Aún es más duro oírlo en boca de alguien que sin duda ha trabajado mucho; pero también ganó mucho con su trabajo.

Lo que sin duda quería decir, es que para que las cosas funcionen bien, se necesita llegar a un acuerdo entre la empresa y los trabajadores; que en épocas de crisis, cuando se contrae el mercado, se pacten medidas para reducir la producción y también los salarios. 

He visto hace dos años la aplicación de esa política en una empresa americana. Habían bajado de forma sensible las ventas, necesitaban reducir la producción y recortar gastos. La solución pasó por obligar a los empleados a coger más vacaciones de lo normal y estudiar una reducción de salarios pensando en hipotecas, hijos, unas necesidades de ingresos que no podían resistir una reducción  sustancial; pero ajustar cien o doscientos euros durante un tiempo es posible. Se les explicó con claridad y sinceridad el problema: o despedían empleados, cosa que no querían hacer o se ampliaba el periodo vacacional y se reducía el sueldo de forma razonable. Aceptaron, entre otras cosas porque no tenían ninguna duda de que la empresa cumpliría su compromiso de suspender esas medidas de ajuste de inmediato en cuanto mejorara la situación y, además, compensaba el recorte con vacaciones adicionales, cosa que siempre se agradece, aunque sea una simple medida estratégica para reducir la producción.

Ésta debió de ser la línea argumental de Díaz Ferrán; pero optó por la más torpe, con lo que salió a la palestra de inmediato el sindicalista Ferrer a bramar improperios. Nunca argumentan, siempre descalifican; pero en el fondo, Díaz Ferrán tiene razón.

Se sale de la crisis por dos caminos. El primero, un cambio en la mentalidad, tanto de la empresa como de los sindicatos. La empresa debe estar dispuesta a compartir con sus empleados la información sobre la marcha del negocio, informarles de que van de maravilla porque están haciendo todos un trabajo excelente y recompensar a todos los que han intervenido de forma significativa a ese éxito o de que hay graves problemas y hay que reducir costes, aceptar recortes salariales razonables y otras medidas complementarias para salvar el bache. 

Por parte de los sindicatos,  es necesario un cambio de perspectiva, que abandonen su mentalidad decimonónica de lucha de clases y entren en el siglo XXI adoptando el papel de gestores responsables de los derechos de los trabajadores cuyo principal objetivo es conservar los puestos de trabajo de todos, ayudando a la empresa a aplicar los ajustes necesarios en tiempos de crisis y presionándola para que, en tiempos de vacas gordas, premie la laboriosidad, dedicación y esfuerzo de sus empleados como merecen.

Es más fácil que se dé el primer avance que el segundo; porque por desgracia para todos, los sindicatos actuales son una estructura anacrónica y perniciosa, dirigida, no por los más competentes y responsables, sino por los más astutos y marrulleros y es muy difícil que esos grandes dinosaurios evolucionen hacia la figura flexible y grácil del sindicalista que necesitan los trabajadores de esta época.

No hay comentarios: