14/10/10

La esperanza en San José

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Hoy el mundo está pendiente de la Mina San José. Oro era lo que extraían esos mineros que quedaron atrapados, oro y cobre. Oro vemos, oro humano, al enfrentarnos a la muestra de resistencia, superación y fortaleza que permitió que treinta y tres hombres soportaran un calor inferna, en una galería a setecientos metros de profundidad durante setenta días.

Hoy ellos son nuestros héroes, junto con el resto de las personas que trabajaron sin descanso para rescatarlos, para mantener su moral viva, para arrancarles de la sima en que estaban sepultados. Éstas son las noticias que nos reconcilian con la vida, que nos hacen alentar una esperanza de que no todo esté perdido; porque en el fondo, estos héroes son personas como la mayoría, gente modesta, trabajadora, luchadora, como la mayoría de nosotros y por eso son tan importantes: porque nos hacen creer en nosotros mismos y en nuestros iguales.

Quien no es como ellos ni logrará serlo nunca, es nuestro Presidente. Ayer se reunió tras el desfile en secreto con Urcullu y firmó el cierre del Estatuto Vasco de Autonomía, a cambio de su apoyo el resto de la legislatura. No importa nada que ese acto hunda políticamente a Patxi López, que había logrado un hito histórico para su partido y se ve sacrificado como un cordero en el altar de las ofrendas, para que el Presidente pueda terminar su mandato. Lo que importa, es que los asesinos volverán a las instituciones, las víctimas han sido vencidas, los españoles espoliados y la indigencia, la villanía y la maldad son los triunfadores.

Miles de muertos y heridos, familias destrozadas, personas con la vida rota son el precio que pagamos para que los vascos se autogobiernen con la financiación del resto de España. Hoy el ex lehendakari ha dicho que desea que a España le vaya bien; porque a ellos les conviene que su vecino prospere para que les vaya bien. Mayor muestra de cinismo no cabe. Tendremos que trabajar toda una vida para pagar los dispendios de este aprendiz de brujo y su nefasta política y también para colaborar con largueza a cambio de pocos retornos para que los vascos vivan a cuerpo de rey a nuestra costa. 

Miremos el milagro de San José para convencernos de que, aunque todo parezca perdido, siempre hay una esperanza y es posible un desenlace feliz cuando todo parece perdido.

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