14/4/10

¿Ignorancia o incompetencia?

La última ocurrencia de la señora Ministro de Igualdad respecto a los cuentos infantiles era una entrada pendiente en mi blog; pero como no soy especialista en literatura, estuve rumiando el enfoque. Ahora que ha llegado Natalia, me siento libre para reflexionar sobre este tema, en la confianza de que hay alguien para echar el alto a mis errores.
Fui una lectora insaciable de cuentos infantiles. De hecho, aprendí a leer mucho antes de lo que me correspondía; porque mis padres no me contaban cuentos a todas horas, como yo quería, sólo uno o dos a la hora de dormir y yo sabía que esos libros que había en casa contaban esas historias. Si aprendía a leer, podría atracarme de cuentos, releer todas las veces que quisiera el que más me gustara y puse manos a la obra en cuanto tuve una oportunidad.
Los cuentos me enseñaron que aunque seas una princesa, no tienes ninguna garantía de que tu vida tenga la felicidad asegurada. La clave que ofrecían todos los cuentos era que triunfaría sólo quien tuviera capacidad para enfrentarse al infortunio, poner manos a la obra y superar los reveses.
Otra cosa que me enseñaron los cuentos, fue que las cosas más valiosas e importantes sólo se obtienen con esfuerzo, sacrificio, disciplina, constancia y a veces sufrimiento. Los héroes y heroínas siempre tenían que superar grandes dificultades para conseguir lo que perseguían, daba igual que fueran personajes pobres y desamparados que figuras eminentes que partían con grandes ventajas. Cuando persigues un sueño, te quedas a solas contigo mismo y sólo depende de ti lograrlo o fracasar.
Los cuentos me enseñaron que las personas que vulneraban las reglas, que desobedecian, que cedían a sus caprichos, terminaban encontrando al final del camino su perdición, perdían el control de su destino y quedaban a expensas de la suerte o la generosidad de otros, que tenían que superar arduas pruebas para librarlas de su destino fatal.
Más tarde, mucho más tarde, leí sobre los cuentos y vi en ellos un valor superior. Algunos, como Piel de Asno, se cree que responden a una tradición oral milenaria, forman parte de los mitos que se contaban en las cavernas en torno al fuego y reflejan cosas que ocurrían, soñaban o formaban parte de las aspiraciones de nuestros antepasados.
Otros, aunque sean de creación reciente (en términos relativos), como Blancanieves o Hansel y Gretel, es más que probable que sean reelaboraciones o recuperaciones de antiguas leyendas escuchadas por sus autores.
De este modo, los cuentos no son sólo una diversión para los niños, sino un legado cultural que viene de muy lejos y nos entrega retazos de un mundo perdido y olvidado que se atisba en esos relatos.
El valor que tienen, desde ese punto de vista, es inmenso. No deja de ser sorprendente que los adalides de la memoria histórica, carguen contra la memoria histórica más importante de nuestra cultura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A ver, vivir del cuento, es obligación de la sobrina-ahijada de Chaves.
Los hermanos Grimm, cuentistas gramáticos y padres de la filología alemana. Profesores en la Universidad de Kassel, nunca hubieran podido escribir un cuento al estilo de lo que pretende la Bibiana. Porque desde el saber y la ciencia no se hace el majadero.
{Llo que habeces esrivo cuentos}
Puede que me presente a un concurso del ministerio.
Federica