19/3/11

El imperio de la ley y el efecto mariposa



Muamar el Gadafi (AP)


Según las normas de Derecho Internacional, todo dirigente político que lleve a cabo acciones atroces o ataques sistemáticos contra la población civil, puede ser considerado reo de delitos contra la humanidad.

El corolario obligado es que si un dirigente incurre en delitos contra la humanidad, la ONU debe proceder contra él, llevarle ante el Tribunal, juzgarle y condenarle.

Muamar el Gadafi fue inspirador y financiador de todos los movimientos terroristas de Europa e Hispanoamérica. Está acusado de haber participado de forma directa en los atentados siguientes:

Masacre de Munich de 1972 en la que murieron once atletas judíos.

El cinco de abril de 1986 estalla una bomba en la discoteca 'La Belle' del Berlín occidental, matando a tres personas. 

El veintiuno de diciembre de 1988 el vuelo 103 de Pan Am estalla sobre la ciudad escocesa de Lockerbie. Murieron las doscientas cincuenta y nueve personas que viajaban a bordo y once personas en tierra.

El diecinueve de septiembre de 1989 de Utah, repite la estrategia terrorista de Lockerbie. El vuelo 772 de Utah, entre Brazaville  y París, con escala en Yamena, capital de Chad, estalla en pleno vuelo, a tres mil metros de altura, sobre el desierto de Niger. Viajaban en el  ciento setenta personas entre pasaje y tripulación.

Sumemos las personas asesinadas por los grupos terroristas financiados por Gadafi, entre ellos ETA. La cifra de civiles muertos por instigación o complicidad necesaria es escalofriante.

La cuestión es que esa ley, como todas las de los organismos internacionales, no tiene un soporte estructural. No hay una policía que pueda ir a detener al asesino. Como gobierna en algún lugar, tiene un ejército y puede surgir un conflicto grave, aún es más complicado y no hay que olvidar que muchos miembros de las NU tienen intereses particulares o nacionales que les unen a los tiranos, con lo que siempre habrá un grupo que dificulte alcanzar acuerdos, complicando aún más lo que ya es complicado.

¿Cuál es el problema de base? Simple: el más alto organismo internacional está formado por una mayoría de miembros que no reconocen la ley como un mandato superior, una herramienta que solo tiene sentido si se aplica en todos los casos, sea quien sea el que cae en su ámbito, sea cual sea el puesto que ocupe y sientan que han de hacer lo posible para dar fortaleza a esa normativa y que se aplique.

Gadafi lleva más de cuarenta años en el poder. Además de él, hubo muchos tiranos que cayeron en el ámbito de aplicación de esa ley, que debieron ser aprehendidos y llevados ante el Tribunal Internacional. Si se hubiera querido actuar, hubo tiempo más que sobrado para crear instituciones y órganos que hicieran posible aplicar las leyes; pero a nadie interesaba. Si no les afectaba de forma personal, podía alcanzar a un pariente, a un amigo...

Si los miembros de la ONU hubieran respetado esas leyes, se habrían evitado muchas guerras. Seguro que habría menos torturas, menos desmanes, menos tiranía en muchos países del globo; porque con una buena organización que controlara las acciones de los gobernantes con sus súbditos y llevara a pudrirse en un penal a quien hace del terror entre su gente una herramienta para perpetuarse en el poder, se tentaría la ropa y, al menos, rebajaría el nivel de excesos.

Hoy Gadafi se lamentaba por sus súbditos. Las medidas acordadas eran una crueldad para su pueblo, llevarían la penuria, la muerte, la destrucción... No cabe mayor cinismo; pero no es menor el de quienes le devolvieron su gracia en el año 2003 a cambio del reconocimiento de sus crímenes y la indemnización a las familias de las víctimas.

Si la ONU hubiera respetado sus propias leyes, Gadafi llevaría un par de décadas en la cárcel, expiando sus crímenes y es posible que no hubiera muerto tanta gente masacrada por él para aplastar la revuelta.

Gadafi es el gran culpable de las muertes y la desolación que reina en Libia desde hace meses; pero tan responsables como él son quienes, teniendo el deber de hacer lo posible por que se apliquen las leyes internacionales, no hicieron nada por razones espurias y permitieron que un loco asesino siguiera aplastando con su crueldad y sus delirios a un pueblo. 

Tarde o temprano el pueblo acaba diciendo «hasta aquí». Prefiere morir bajo el cielo bajo el efecto de una bala o una bomba, que de hambre o torturado en una mazmorra hasta que muera, o consumar el tormento arrojándole al foso de los perros para que aún sea más horrible su final.


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