6/5/10

Con permiso de Santiago González

No puedo resistir la tentación de comentar el titular de La Razón, a riesgo de que alguien sospeche que imito a ese excelente periodista del que soy seguidora incondicional:
'El primer genoma del neardental desvela que tuvo relaciones sexuales con seres humanos y dejó descendencia'. aquí
Y aún insiste en el uso del sustantivo 'humanos' en el artículo, tanto en el arranque, como a lo largo del texto.
Creo que al articulista se le olvidó un pequeño detalle: el neardental es un individuo que pertenece a la especie Homo, como nosotros. Ellos eran Homo neardentalensis y nosotros Homo sapiens. Sólo nos diferencian de ellos unos pocos genes (87). Tenían una cultura bastante desarrollada, se han encontrado objetos artísticos elaborados por ellos y parece que las diferencias entre sapiens y neardental no entrañaban que el segundo fuera más primitivo que el primero en ningún orden esencial para considerar que tuviera menos capacidades propias de la especie humana. Luego es incorrecto hablar de neardentales y 'seres humanos'; porque ellos también eran seres humanos.
En segundo lugar, la utilización del término 'relaciones sexuales' es bastante desafortunado en el contexto del artículo; porque es irrelevante en sí mismo. Las relaciones pertenecen al ámbito privado y no tienen relevancia, ni siquiera las sexuales, en materia de intercambios genéticos. Hace falta que nazcan crías fértiles (cosa que solo ocurre cuando se aparean seres de la misma especie, aunque sean de familias distintas; porque los híbridos siempre son estériles y si no, que se lo pregunten a los pobres mulos) que transmitan los genes procedentes de la pareja que les engendró. Por suerte el error se circunscribe al titular; luego ya habla con propiedad usando el término adecuado: cruce. Neardentales y sapiens se cruzaron en las fechas de la primera oleada de movimientos migratorios desde África de los sapiens y no volvió a suceder; pero fue suficiente.
Esas relaciones sexuales entre dos familias de la misma especie hace que los europeos, los asiáticos y los nativos de Oceanía, tengamos un porcentaje entre el 1 y el 4% de genes neardentales, mientras que los africanos no comparten nuestra suerte de descendientes de una familia humana extinta.
No es sorprendente este hallazgo. De hecho, no podía creer que no hubiera habido cruces entre las dos razas, porque conozco a unos cuantos individuos (no estoy bromeando) que tienen más parecido con las réplicas que se hace de la fisonomía y la estructura corporal de los neardentales, que con el prototipo sapiens en cualquiera de sus variantes.
De vez en cuando, la prensa nos da alguna buena noticia en medio del soporífero aluvión de análisis catastrofistas que nos dejan el ombliguillo arrugado tras repasar los diarios.
Ésta ha sido una gran noticia en sí misma y, además, pone en valor adicional el trabajo que se está haciendo en El Sidrón; porque parte del material que se ha utilizado en la secuenciación del genoma neardental procede de los restos de individuos encontrados en esas cuevas. Por lo tanto, hay que felicitar al equipo que trabaja en ellas por la excelente labor que han hecho y la profesionalidad con que han trabajado para garantizar que los restos de neardentales encontrados en ellas no sufrieran ninguna contaminación que dificultara su estudio, con ADN de los sapiens actuales que intervenían en esos trabajos.
La segunda noticia que me ha dado una alegría fue la reseña de los descubrimientos del telescopio de infrarrojos Herchel y aquí observando el nacimiento de estrellas a lo largo y ancho del Universo en su primer año de vida.
Claro que la felicidad nunca es completa y tiene su parte amarga al contar que le quedan tres años de vida, porque ya lleva uno funcionando y en cuatro el desgaste que va a sufrir su sofisticado sistema de refrigeración introducirá tanto 'ruido' térmico procedente de sus detectores de infrarrojos, que ya no tendrán valor sus imágenes.
Aún así, como soy una optimista nata (además, el telescopio ha supuesto una inversión de 1000 millones de euros), estoy segura de que encontrarán un camino para resolver el problema y devolverle la operatividad, como hicieron con el Hubble, miope al principio y luego deteriorado por el tiempo y el entorno.
Hay una cosa que me intriga. Antes me encantaba El País, disfrutaba un montón leyéndolo. Hoy me aburre muchísimo. Incluso la prensa amarilla me parece más interesante (o por lo menos más divertida) que quién fue el mejor periódico durante muchos años. Puede que sea cosa mía, cuestión de percepción. Me esforzaré más en tragarme sus contenidos. Si no cambia mi opinión, al menos puede ser un buen somnífero. ¿O no?

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