26/5/10

La criatura y sus padres

Ayer se publicó elDecreto Ley en el que se limitaba la capacidad de los Ayuntamientos para seguir endeudándose desde el momento mismo de su publicación.
Ninguno de los Alcaldes, ni siquiera los que habían estado aclamando al Presidente el fin de semana pasado, tenía la menor idea y la noticia les cayó como una bomba en medio de los consistorios.
De inmediato, los regidores que tenían capacidad para ser atendidos en los teléfonos adecuados se pusieron en contacto con La Moncloa para explicar a nuestros políticos las consecuencias de la medida, que debía entrar en vigor en el día de hoy y, gracias a ellos, nuestros increíbles gobernantes cayeron en la cuenta de que esa norma, impuesta de este modo, entrañaba la quiebra de los Ayuntamientos y era necesario darles un plazo para prepararse para su entrada en vigor.
La solución fue tan brillante y ajustada a la técnica legislativa estricta, como lo fue la adopción de una medida de consecuencias catastróficas con nocturnidad y alevosía. Decidieron rectificar varios aspectos técnicos del Decreto Ley y llamaron a eso 'corrección de errores'.
La cuestión, nada insignificante, es que lo que hicieron no fue una corrección de errores, sino modificaciones sustanciales del contenido de la Ley, sin proceder a una previa reunión del Consejo de Ministros para que tuviera validez ese golpe de timón y resulta que ahora se va a presentar una norma a su aprobación en el Congreso, viciada de una nulidad radical y, por lo tanto, imposible de aprobar, salvo que aceptemos que esto es una república bananera y el Gobierno puede saltarse los procedimientos legislativos a la torera.
¿Qué hacer con un Gobierno que adopta medidas y promulga decretos sin calcular por un solo instante las consecuencias de esa decisión? ¿Qué hacer con una casta que no sólo carece de sentido político, sino de preparación técnica elemental para legislar en el ámbito de sus competencias?
En fin, ver veremos. Entre senadores cabreados, que dan espectáculos poco edificantes, aunque comprensibles, porque ¡manda narices! que les acuse de pensar sólo en las elecciones quien negó la crisis y la ignoró hasta que cayó sobre él como un rayo la presión de sus socios sólo para ganar las elecciones. Aún así, lo último que se puede perder son las formas.
Un apunte final. El señor Montilla (Iznájar, no Moriles) ha dicho que las lenguas no tienen precio. No es cierto. En algunos momentos tienen precio y un precio muy alto. La prueba del algodón: el coste de los traductores.

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