6/5/10

Esto mío de la cabeza...

Tengo la cabeza loca tras un estudio exhaustivo de la prensa del día. Zapatero y Rajoy se han reunido y han llegado a dos acuerdos: hay que sacar adelante lo de las Cajas y hay que ayudar a Grecia. Fuera de eso, la reunión no nos ha servido de nada a los españolitos de a pie que somos quienes pagamos los platos rotos; pero lo damos por bueno, porque hay que meter mano al tema de las Cajas de Ahorros, que, mangoneadas por los políticos, están hechas polvo y hay que resolver el problema que crearon los políticos.
En cuanto a lo de Grecia, seguro que tienen razón los que saben de esto y que la Unión Europea se hunde si un país miembro entra en quiebra. Lo que pasa es que me faltan datos para entender eso y, además, estoy educada de una manera poco correcta políticamente.
Grecia es un país soberano, con un Parlamento que aprobó leyes, un Gobierno que tomó medidas, decisiones y un pueblo que votó a los cargos de las cámaras y del Gobierno y siguió votando a incompetentes, pese a que percibían que no estaban yendo bien las cosas.
Hubo también agentes económicos que tomaron la decisión de invertir en Grecia, nadie les obligó. Se supone que tienen medios para investigar lo divino y lo humano antes de abordar sus operaciones y nadie sabe como ellos que unas veces se gana y otras se pierde.
España no está para alegrías económicas, que digamos. Podemos aplicar los mismos razonamientos que con Grecia. Elegimos unos representantes en el Parlamento y en el Gobierno manifiestamente mejorables. Vimos barbaridades sin cuento, derroches de dinero a chorros. Se vendió un bocado sustancioso de las reservas de oro cuando estaba por los suelos la cotización, supongo que para enmascarar el quebranto económico que estaban sufriendo las finanzas del Estado. Vimos que estaba fraguándose una crisis de órdago y elegimos creer a nuestro Presidente y darle un voto de confianza reeligiéndole, aunque todo indicaba que eso nos llevaba al desastre. Tenemos un 20% de paro, un déficit público preocupante, un crecimiento económico casi nulo, las arcas vacías, una deuda inquietante y aún tenemos que aportar un pastizal para ayudar a Grecia. Ese dinero va a salir de los bolsillos de todos y cada uno de los españoles que aún tenemos trabajo, no nos engañemos.
¿Por qué hay que salvar a Grecia? ¿Por qué hay que dar por descontado que si llegamos nosotros a esa situación nos salvarán? ¿No hemos sido nosotros, con nuestra pasividad, nuestra insensatez al votar, nuestra tendencia a emitir nuestro voto, no como un ejercicio de responsabilidad con el resto de nuestros conciudadanos eligiendo el candidato que ofreciera un perfil de gestor más sólido, sino votando en contra de los que no forman parte de «los nuestros»?
Nos guste o no, las decisiones que toma el Legislativo y el Ejecutivo, son nuestras, de todos y cada uno de nosotros; porque hemos elegido libre y voluntariamente a esas personas para que dirijan el destino de nuestro país. Si el destino es la ruina, es nuestra responsabilidad afrontarla y buscar la solución.
Lo lógico es que salgamos de la Unión Europea, que volvamos a la peseta, que nos comamos lo que nosotros, sólo nosotros, hemos cocinado. Nuestro Presidente, el Presidente de todos, puesto que la mayoría le ha elegido, nos gustará o no, nos parecerá un insensato o un genio incomprendido que ha intentado, sin éxito pero con la mejor voluntad, cambiar el país y transformarlo en un paraíso; pero eso es irrelevante. Le elegimos, le volvimos a elegir y estamos obligados a pagar las consecuencias.
España repuntará en su economía desde junio hasta octubre. En esa época empezará a acusar los efectos del incremento del IVA que entrará en vigor en julio y volverá a entrar en crisis. Hasta finales de año no se producirá una recuperación y será del 0,2%. Hasta que no alcancemos el 2% no empezará a crearse empleo y tal como están los indicadores, eso no llegará hasta 2013 y solo ocurrirá en el caso de que el Gobierno aplique las medidas adecuadas.
Puede que sí, que sea necesario ayudar a los países que estén en graves dificultades; pero hay una cosa de la que no tengo dudas: lo más saludable para todos es que se nos dé una lección inolvidable de que nuestro voto no es un juego, que el acierto o el error en la elección de nuestros representantes tiene consecuencias directas en nuestras vidas y que si nos equivocamos, tenemos que pagar las consecuencias e intentar hacerlo mejor en lo sucesivo.

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