27/5/10

Velando armas con el Gobierno

Me pregunto si la sensación de inquietud que me invade ante la cita de mañana en el Congreso para la aprobación del Real Decreto Ley «donde dije digo digo Diego» es compartida por el resto de los españoles.
Mi desasosiego tiene varias fuentes. Una, la más importante, que opino que en momentos de crisis tan grave, el Gobierno debería haber hecho un esfuerzo especial por unir fuerzas en lugar de dividir. No es de recibo que en momentos como éste se cocine un Real Decreto tan importante con tan poca previsión como demostraron los miembros del Ejecutivo, que pusieron al borde de la quiebra a los Ayuntamientos, se presente en bloque, con una actitud rayana en lo chulesco: «o lo tomas o lo dejas». Es una muestra de chulería e irresponsabilidad que demuestra que estamos en un peligro aún mayor del que deriva de las circunstancias.
No es de recibo que el Gobierno presente mañana a la aprobación de la Cámara un Decreto que está viciado de nulidad, porque el reconocimiento expreso, explícito y contundente del señor Rodríguez en el día de hoy de que habían rectificado el contenido del texto, hace que nazca con una tara grave en cuanto a su aplicación y, cuando menos, es muy poco cortés someter a chantaje a los congresistas. Es una muestra de estupidez, aún peor que la chulería.
Pese a todo, es necesario que se apruebe; porque tras la bochornosa exhibición que ha hecho el Gobierno de incapacidad para gobernar, para adoptar medidas adecuadas y mantenerlas, nos ha colocado a los pies de los caballos.
Lo que es aún peor, es que quien se supone que fue profesor de Derecho Político en la Universidad de León exhiba un nivel de ignorancia, más aún, incultura jurídica tan flagrante que no se da cuenta de que sus declaraciones demuestran que la norma que pretende que se apruebe no ha seguido la tramitación obligada y nace con un vicio de nulidad como la copa de un pino que puede impedir su aplicación.
Sólo nos falta que la legítima, obligada y hasta necesaria negativa a la aprobación nos hunda en el más absoluto de los descréditos.
Es todo tan negro, tan absurdo, tan kafkiano, con este Gobierno, que no veo la hora en que pasen los meses que tengan que pasar para que todo esto se resuelva, aunque sea mediante la expulsión de la Unión Europea. Después de todo, nosotros le votamos.
No vale decir «Yo no voté a Zapatero». Una mayoría de la ciudadanía le eligió Presidente y hay que pechar con ello.
El único rayo de esperanza que veo es que, si llegamos al peor de los escenarios, la expulsión haga entrar en la dura cabeza de tantos españoles que uno vota para ayudar al resto de los ciudadanos a vivir mejor eligiendo al candidato más adecuado para afrontar las circunstancias de la futura legislatura, no para perpetuar a los caciques a los que ha elegido como sus ídolos. Y si no lo aprendemos, tenemos lo que nos merecemos y no nos podemos quejar. Lo único admisible es partir hacia el exilio; porque aquí, esto es lo que hay.

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