A nadie le gustan las malas noticias y uno tiende a quitarles importancia, pensar que es que los medios exageran, que no es para tanto, que seguro que todo es una maniobra para asustarnos y animarnos a apretarnos el cinturón lo que haga falta, orquestada por las fuerzas económicas. No digo que esas fuerzas económicas no nos marquen el paso que no queda otro remedio que seguir; pero supongo que será más fácil si estamos un poco asustados.
La segunda noticia viene en El País y ya no queda otra que abrazar la hipótesis que recoge el párrafo anterior. Está costando Dios y ayuda colocar deuda en los mercados, pese a los ajustes anunciados, las medidas de la Unión Europea y el santo que lo inventó. Y lo peor es el final del artículo. En julio vencen títulos por valor de 24663 millones de euros.
Creo que ya no es momento para juegos políticos. Por erróneas o insuficientes que sean las medidas que presente el Gobierno ante la Cámara, no queda otra opción que aprobarlas; porque la consecuencia del rechazo del Parlamento sería el hundimiento total de la confianza en nuestro país y ese es el peor escenario en el que pueden colocarnos.
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