7/7/10

Comulgamos con ruedas de molino





Parece que esa es la opinión de nuestras clases dirigentes y la verdad es que no les falta razón. Hay un sector que ya lo ha demostrado por activa y por pasiva en las pasadas elecciones.

Hoy entra en vigor la Ley del Aborto (para entendernos) y se abre el gran debate. Los periodistas participan de forma activa y se lanzan sobre el hueso con fruición. Hoy, que le han dado hasta en el carnet de identidad a nuestro Presidente, o lo que es lo mismo, a todos los españoles, porque, en esa condición, no es una persona, sino una institución que nos representa a todos y la bendita ley ha dejado en segundo plano nuestra humillación internacional, gracias a Dios.

Puedo declarar y declaro que soy contraria al aborto con todas mis fuerzas y que si una hija mía  se lo planteara, haría todo lo posible por disuadirla, porque es un paso de consecuencias incalculables en su futuro. No me faltarían razones pensando en el niño, pero dicho esto, veamos la realidad.

El hecho de que se promulgue una ley no cambia nada en lo sustancial. No van a abortar chicas que no lo hicieran o lo intentaran de todas maneras aunque no existiera la ley. En segundo de carrera conocí cientos de sentencias cuando estudiábamos penal, en las que se condenaba a 'curiosas' por provocar la muerte de chicas a las que hicieron abortar con agujas de tejer, que de paso, les perforaban el útero, incluso los intestinos.

Antes de esta ley, no nos engañemos, se abortaba sin respetar los plazos, quien quiso verlo tuvo cumplida ración de imágenes terribles de las clínicas abortistas.

Toda mujer fértil que quiera abortar, lo hará lo antes posible. No es ningún consuelo y me parece una aberración que se favorezca esto desde los poderes públicos; pero es lo que hemos votado. 

Estas son las razones con las que me consuelo ante esta barbaridad. Algo hay que hacer para sobrellevar tanta bazofia y es mejor mirar las cosas desde el lado positivo.

Hay una parte cómica dentro del drama. La señora Aído (que como sabemos es una persona con una gran preparación) asegura que esta ley no es anticonstitucional. Me permito disentir, en cuanto uno de los derechos fundamentales es el derecho a la vida, que sólo puede ser subordinado a la protección a otra vida en peligro inminente de muerte o secuelas irreversibles si sigue adelante el embarazo. Ya he expuesto mi opinión de que lo mejor para nuestra sociedad sería proteger a esas mujeres social, moral y económicamente, mientras gestan a sus hijos para que los den en adopción una vez que llegue el embarazo a término, con plenas garantías de que se velará para que esos niños sean entregados a familias que les garanticen el mejor entorno posible para su felicidad y formación.

Al margen de ese pequeño detalle de la vulneración del derecho a la vida, hay otro no menos importante. En un Estado de Derecho las leyes se cumplen a rajatabla. Todas las leyes, por supuesto. El derecho a la objeción de conciencia también está recogido en la Constitución y nuestros gobernantes no pueden obligar a un profesional a ir contra sus principios y creencias; pero salvando esto, la ley está en vigor y salvo este derecho de los profesionales, ha de ser aplicada.

Murcia y Navarra han dicho que como está interpuesto un recurso de inconstitucionalidad, van a suspender su entrada en vigor a la espera del fallo. Han intentado que la cúpula del PP apoye esa postura y como no lo han hecho, llueven sobre ellos pedradas. Los columnistas de derechas les están dando para el pelo.

No es raro; porque en este país, funcionamos en claves de ignorancia supina y todos esos personajes olvidan que un partido no puede saltarse la Ley. Les guste o no, está en vigor y todo lo que pueden hacer es confiar en que las mujeres embarazadas tengan sentido común y protejan a su hijo; porque desde luego, nadie está obligada a abortar. Los mismos que se desmelenan por la pasada por el arco de triunfo que hacen los nacionalistas con la sentencia del TC sobre el Estatuto, ahora se portan como ellos y olvidan que hay una ley en vigor y por tanto, hay que respetarla, nos guste o no. 

Es preferible tomarse con humor tanta hartura de insensateces, de desprecio a las normas, a las instituciones, incluso al sentido común; porque si no lo hacemos, corremos riesgos de perder la cabeza y eso es lo último que podemos permitirnos.

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