7/11/11

No es Zapatero el problema de Rubalcaba




González y Rubalcaba, en Valencia
Rubalcaba con González en Valencia (Reuters para ABC)

Dice 'El País' hoy que el problema de Rubalcaba es el lastre que soporta como miembro de un Gobierno que no presidió. Incide en el hecho de que no fue el Presidente de forma imperiosa, como si eso le exculpara de las decisiones tomadas en el Consejo de Ministros del que formó parte durante años.

Hay dos falacias en esa afirmación. La primera, la señalada: como no era el Presidente, su responsabilidad es escasa. La segunda, atribuir la escasa afección de los votantes a las decisiones políticas de su etapa de súper ministro.

No merece la pena dedicar tiempo a la primera, se cae por su base. La segunda, sí merece un análisis. 

No son las decisiones políticas en sí mismas la causa de la pérdida de confianza en el candidato. Son otras las cuestiones que le lastran y en mi opinión hay tres esenciales que expondré de menor a mayor:

1.- La estrategia política de Zapatero fue la de la confrontación. El «cordón sanitario», la ruptura con los «Pactos de la Transición» y la política de crispación puede que sean un diseño de Zapatero; pero la mayoría vemos la figura de Rubalcaba como muñidor necesario de la estrategia para alcanzar esos fines, mediante la proposición de leyes destinadas a revitalizar el enfrentamiento de la Guerra Civil, la elección del matrimonio homosexual, la ley del aborto, los ataques a la Iglesia, la manipulación de la Fiscalía y de la Justicia, el ataque a la seguridad jurídica y el resto de las aberraciones que perpetró el zapaterismo para conseguir un alto nivel de crispación social destinado a obtener réditos electorales.

2.- Las negociaciones con ETA. Aunque intente presentar como un éxito su política como Ministro del Interior, con la supuesta campaña de acoso a ETA, hay muchos españoles que consideramos que no hay tal éxito. Cierto que ha jugado muy bien la partida. Por un lado, la política antiterrorista, continuadora de la de Aznar, usando las Fuerzas de Seguridad para detener a los etarras e incautar armas y explosivos con la colaboración de Francia, les ha desarbolado. Pero no es menos cierto que las negociaciones que mantenía con la banda, en paralelo, han minimizado ese efecto y han permitido que ETA vuelva a las Instituciones y sea una fuerza política que no debería de existir en este momento, amenazando la Democracia.

3.- La mentira. Sólo hubo un miembro del Ejecutivo capaz de dejar a la sombra de sauce en estos años a Zapatero como mentiroso compulsivo. Es cierto que todos los miembros del Ejecutivo mintieron como bellacos todos estos años; pero los dos grandes artistas fueron Zapatero y Rubalcaba, o Rubalcaba y Zapatero y ahí es donde radica el gran problema del candidato. Nos ha mentido tanto, de forma tan evidente y descarada, que su mera presencia desata náuseas. Ha afirmado que no negociaba con ETA ante nuestra incredulidad, para ser luego desmentido por las actas de la banda en tantas ocasiones. Ha sido tan fullero y desvergonzado, que no se le puede afear una sola ocasión en la que se haya mostrado honesto y fiable ni en su etapa felipista ni en la era zapaterista en la que ostentó las mayores cotas de poder.

No es Zapatero su problema, sino él mismo. Superó al Presidente por cuerpos como la sombra más siniestra y oscura de su Gobierno, dueño del SITEL, director plenipotenciario de las negociaciones con ETA, diseñador de las políticas que llevaron a De Juana Chaos y otros sanguinarios a huir de la cárcel en la que pagaban sus crímenes.

Se ganó la desconfianza por méritos propios y ahonda el descalabro de su imagen repudiando a Zapatero y sacando a pasear la etapa más oscura de la corrupción y el horror de la democracia reciente, exhibiéndose con Felipe González y Alfonso Guerra como valedores en esta campaña.

Es parte de la divisa guerrista «Montesquieu ha muerto»; porque en el pasado reciente se ha encargado de enterrar lo poco que quedaba de él con las sangrantes actuaciones de algunos Tribunales y de la Fiscalía. Por eso es tan mermada su cuota de confianza en el electorado. No culpe a Zapatero, señor Rubalcaba y protectores mediáticos. Su problema está en él, sin paliativos. Que se le pueda oponer a cada propuesta la pregunta de por qué no aplicó esas medidas cuando estaba en el Gobierno, es una cuestión de pura estrategia. 

Lo esencial, lo que le desacredita, son sus mentiras, sus dobles juegos, su cultivo de un perfil oscuro, su empeño en que creamos que es listo, peligroso y no hay barreras frente a él, porque carece de moral y escrúpulos a la hora de utilizar cualquier recurso para alcanzar sus objetivos.

Mal lo tiene quien no dudó en usar el 11M para dar la vuelta a los votos y está bajo la sospecha de que no desdeñaría usar otra catástrofe así, si la suerte la pusiera en su camino, para ganar las elecciones. 

No, no es Zapatero su problema. El problema, suyo y sobre todo de los españoles, un problema muy grave, tiene nombres y apellidos: Alfredo Pérez Rubalcaba.

El sargento fallecido, Joaquín Moya.


Quiero terminar rindiendo un sentido homenaje al sargento primero Joaquín Molla Espeso, muerto de un disparo en el pecho en un enfrentamiento con los talibanes. Mi más afectuoso pésame a su familia y, sobre todo, a su hijo.

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