17/11/11

Tañido de campanas




Aumenta el temor a una escisión de ETA
Zugarrabeitia, miembro de ETA. (EFE para ABC)

Quienes hemos sufrido a ETA en directo, mantenemos una suerte de cordón umbilical con su devenir. Aunque estemos lejos de su ámbito de destrucción, no olvidamos y sabemos que nada de lo que diga es fiable. Todo responde a una estrategia que será modificada cuando las condiciones lo exijan.

Cuando la banda emitió su último comunicado, el escepticismo fue absoluto, por mi parte. Recordé lo que ocurrió años atrás, cuando ETA político-militar decidió abandonar la lucha armada. No supuso la desaparición de ETA, sino una escisión en la que los que decidieron continuar «luchando» se revelaron como más sanguinarios y crueles aún que el tronco del que procedían.

Ante este anuncio, era fácil suponer que la historia podía repetirse. Los más viejos tienen una experiencia y razones para concluir que su lucha sólo conduce a detenciones, condenas, una vida azarosa que, llegada cierta edad, se hace dura, más si se llega a la conclusión que lo que han venido haciendo no va a lograr el objetivo: la independencia de Euzkadi.

Los más jóvenes tienen otra visión. Aún están embriagados por ese sentimiento que les hace sentirse algo cercano a los dioses: la facultad de matar a alguien a su capricho. Disponer de una vida, no sólo es emocionante por la tensión que generan los preparativos, la sensación que experimenta el comando ejecutor mientras avanza hacia el objetivo, temiendo ser descubierto en el camino, temiendo no poder escapar tras el atentado, mientras avanzan hacia escenario de la acción. Cuando logran llegar sin tropiezos y abatir a la víctima, la sensación es tan potente que no ven la hora de verse comisionados para ejecutar a otra víctima, no por razones ideológicas, sino por las mismas que otros hacen puenting: el placer que sienten corriendo un riesgo y el añadido de ejecutar a su víctima. Es algo tan gratificante, una sensación de poder tan extrema, que no admite parangón.

Esa facción aún no ha atentado lo suficiente para que desaparezca la sensación placentera. Llega ese momento, como ocurre con los consumidores de droga; pero para ellos no ha entrado en escena aún esa fase de cansancio y hastío que provoca la rutina del atentado, de hartura de la clandestinidad, si han logrado evadirse o ser liberados, tras cumplir su condena o por razones políticas (tenemos unos cuantos casos en la etapa Zapatero).

Hoy, ABC recoge la noticia de un sentimiento de temor en las FFCCSS del Estado, ante la más que probable escisión de ETA. Los veteranos renuncian a los atentados, los más jóvenes quieren continuar la lucha.

Ya lo vislumbrábamos muchos. Es la crónica de una eventualidad anunciada por la historia; pero nuestros políticos han querido vendernos una paz infame y engañosa, nos han desarmado y en cualquier momento, siempre tras las elecciones, el núcleo duro puede dar un golpe sobre la mesa para demostrar que puede y quiere derrotar a la Democracia a placer, situar a los suyos en las Instituciones y continuar atentando; porque los políticos, con tal de presentar éxitos ante los electores, están dispuestos a aceptar que la serpiente que nos ha bañado en sangre, se ha transmutado en una Hermana de la Caridad a la que debemos todas las consideraciones y reverencias.

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