12/7/10

¡Qué sufrimiento, qué alegría!

No vi el partido, nunca veo estas cosas porque lo paso tan mal, que no vale la pena tanto sufrir. Opto por sentarme en un rincón a leer, o navegar y abro la ventana. La calle va narrándome con los gritos de angustia, de rabia o las explosiones de alegría lo que está pasando.


Conforme avanzaba el tiempo y el marcador se mantenía a 0, con muchos sonidos de angustia que pregonaban los goles fallidos que intentaban endosarnos, me planteaba el escenario de la derrota. Esto era mucho más que un partido de fútbol. Incluso yo, que siento un desinterés total por el 'peloto', estaba sufriendo. 


Llegué a la conclusión de que estamos tan hundidos, tan machacados por todos los costados y en todos los aspectos, que lo de hoy era mucho más que un partido. La selección española había conseguido sacar nuestra bandera del destierro y volvía a aparecer por todos los rincones como símbolo de una ilusión compartida por todos (casi todos); en todo caso, todos los que cuentan. 


España dejó de ser una palabra maldita que no se podía pronunciar y la gente la voceaba a todas horas por todos los rincones. Se habían reunido un grupo de deportistas de elite en lo suyo, procedentes de todos los rincones de España y unían fuerzas, formaban piña, daban una imagen humana y deportiva del más alto nivel. 


Tras soportar durante seis interminables meses la vergüenza y el ridículo que nos endosó la presencia de nuestro Presidente y sus ministros en las instituciones europeas, de repente teníamos la oportunidad de demostrar que los españoles no somos, como puede parecer, dado que elegimos a Rodríguez para conducirnos y representarnos, un país de tarados e imbéciles.


La Selección española era una muestra de también hay gente excelente en lo humano y lo profesional, luchadora, sacrificada, que no va por ahí lanzando soflamas, despreciando al contrario, jugando sucio. Estos chicos que pasaban olímpicamente de banderías (que con toda legitimidad, sin dejar de envolverse en la bandera española, exhibieron con orgullo la sus tierra chica, como lo hizo Puyol con otro compañero al final del partido) y no miraban dónde había nacido el otro, si hablaba catalán o bable, si tenía una u otra ideología, se limitaban a luchar por un objetivo común, por un triunfo; por convertir a la Selección en la campeona del mundo y lo lograron.


La derrota hubiera sido un duro golpe; porque hubiera hundido un esfuerzo que superaba mucho lo deportivo y nos hubiera devuelto a nuestra realidad, sin importar nada que fuéramos el mejor equipo, tal como lo habían demostrado. 


Gracias a este equipo por recordamos lo que somos y lo que podemos llegar a ser si somos capaces de jugar como selección en el día a día.