Francisco Alcaide (franciscoalcaide.blogspot.com)
Internet arde tras el revolcón de la 'Ley Sinde' con opiniones a favor y en contra de la piratería.
No voy a entrar en ese debate, sólo haré una reflexión como aficionada a escribir (que no escritora) sobre la materia.
A mí, como a todos los que nos apasiona la creación, me encantaría poder dedicarme a ello a tiempo completo, que el trabajo de inventar una historia, desarrollarla y pulirla para dejar un producto acabado, listo para su publicación, me produjera una rentabilidad que cubriera mis necesidades y no tener que recurrir a otro trabajo para sobrevivir.
La realidad es que eso no es fácil. Es muy difícil lograr que se interese por tu obra una editorial. Si lo logras, pondrán ante ti un contrato en el que se fijarán los derechos retributivos que te corresponden como autor en un 10-20% de una cantidad que se calcula sobre el precio de venta del ejemplar, restando el 30% que es lo que le corresponde al distribuidor. La Editorial tendrá derecho al 50 ó 60% y tus derechos empezarán a contar en el momento en que se venda el número de ejemplares que cubran los gastos de edición.
Es obvio que, salvo un bombazo en el mercado, la venta de mi obra no producirá rendimientos suficientes para asegurarme el sustento mientras preparo otra. La tajada del león se la van a llevar el editor, el distribuidor y, si tengo suerte, el representante literario.
Parece obvio, a primera vista, que la posibilidad de que un creador consiga el objetivo de vivir de su obra es escaso, tal como está montado el sistema.
Desde este punto de vista, el problema no son tanto las descargas, como la propia industria. El trabajo del creador tiene que sostener los costes de una estructura, sin duda necesaria en el modelo actual, en la que él, siendo la pieza clave; porque es el proveedor del producto, es el que obtiene el grado menor de rentabilidad por su labor.
En algunas disciplinas artísticas, como la música, en la que, en ocasiones, el compositor es a la vez intérprete de su obra, puede compensar lo exiguo de los beneficios que obtiene de la productora con los beneficios de las giras. El resto de los creadores, tienen más difícil acceder a nichos, como las conferencias, las colaboraciones en prensa, la incorporación a seminarios o la colaboración en talleres de creación de prestigio, que les proporcionen ingresos adicionales.
La consecuencia es que sólo unos pocos privilegiados, consiguen hacer realidad el sueño de convertir su pasión en profesión. El resto sólo puede aspirar a recibir periódicamente una cantidad de dinero que complemente su economía; pero que en absoluto le permite abandonar la actividad profesional que le da de comer para dedicarse de lleno a la creación.
Es triste; pero esa es la realidad y la protección de los derechos de autor, en realidad lo que intenta proteger es el derecho de la estructura que vive de su creación. Es necesario evitar la piratería; pero también es urgente remodelar un sistema en el que el que el gran perdedor ha sido siempre el autor de la obra; incluso en el caso de los grandes privilegiados.
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