21/12/10

Ley de economía sostenible o cajón desastre

Sinde en su fugaz paso por el Congreso. | EFE.
Fotografía de Libertad Digital en la que aparece Ángles González-Sinde a su paso fugaz por el Congreso


Bueno, el cajón desastre no es solo la Ley de Economía Sostenible. La información que ofrece la prensa es otro cajón desastre. 

¿Por qué llamo a esa ley cajón desastre? Empecemos por el principio. No hay economía sostenible, sino desarrollo sostenible: una forma de desarrollo que se planifica uniendo la economía, la sociología y el medio ambiente en un intento de que el desarrollo necesario para la mejora de la sociedad, la desaparición de la pobreza y la mejora global de las condiciones de vida de los habitantes del planeta, tenga también en cuenta el impacto de las actividades humanas en el Medio Ambiente (¿sigue escribiéndose con mayúsculas?), de tal modo que puedan alcanzarse los objetivos perseguidos, respetando la ecología, evitando las deforestaciones, buscando el mínimo impacto, el control de las emisiones y todos los problemas que suele conllevar el desarrollo económico en los ecosistemas del entorno o en otros muy lejanos, fuentes de materia prima para terceros, que se ven dañados, si no devastados.

Es obvio, por lo tanto, que una ley de economía sostenible, tiende a crear un marco jurídico para la actividad económica que persigue el objetivo del progreso, el bienestar y la desaparición de la pobreza, con la mirada puesta en el Medio Ambiente. Es obvio que una regulación de este tipo es muy compleja: afecta al transporte, a la construcción, a la minería, a la mayoría de las industrias productoras de bienes y a muchas de las productoras de servicios. La casuística es ingente; pero aún así, hay un eje rector que limita su contenido: debe ocuparse de actividades económicas en relación con una mejor organización social y una alta protección del Medio Ambiente.

¿Son los derechos de la propiedad intelectual actividades económicas relacionadas con la sociedad y la protección al Medio Ambiente? Yo diría que no. ¿Qué pinta, entonces, una disposición final, colando de rondón la protección a los derechos de propiedad de los autores sobre sus obras? Nada. Eso es un desastre; porque tenemos una Ley de Propiedad Intelectual que debe ser la que se reforme para contemplar esos problemas y tiene la ventaja de que, en su momento, cuando haya que buscar la legislación sobre la materia, no será necesario peregrinar por una serie de textos en la que se regulan diversos aspectos, impidiendo que una persona no experta, tenga la posibilidad de conocer qué derechos tiene si crea una obra artística y la registra, cómo protegerse ante los piratas y qué herramientas le concede la norma para garantizar sus derechos.

¿Qué hay tras ese intento desesperado de la Ministra en sacar adelante su Ley?


El Presidente de la Academia de Cine lo ha expresado hoy con toda claridad: «si se follan una película en internet la primera semana, ya no levanta cabeza». Se supone que quiso decir que si la piratean la primera semana tras el estreno.


Yo pienso que es un poco exagerado; porque si te bajas una peli buenísima, recién extrenada, lo más que puedes hacer es proyectarla en el PC o en la televisión y reconozcamos que no es lo mismo. Te quedarás con unas ganas tremendas de verla en el cine y tendrán garantizada una asistencia masiva. 


Claro que si la película es un pestiño, lo que harás será echar la descarga a la papelera de reciclaje y no irás al cine a tirar el dinero sacando una entrada. Ningún aficionado al cine que vea una excelente producción en el ordenador o la televisión dejará de ir a verla a la sala por el hecho de haberla descargado. Así que ese argumento no cuela. Lo que demuestra es que las producciones son tan malas que cuando tienes la oportunidad de ver un pase, aunque sea en precario, ves que la publicidad te está metiendo un gol por la escuadra y eso que te ahorras.


Otra cosa es el apartado del lucro de los piratas, cuando tienes que pagar la descarga y se llevan ellos los beneficios del autor o autores. Eso sí debe ser perseguido. Pero el argumento de De la Iglesia no tiene nada que ver con ese otro aspecto, sino con la pasta que se puede gastar el cine en publicidad para llevar al cine a la gente, que pague una entrada y pille el berrinche del quince al comprobar que aquello es un bodrio infumable y que ha sido engañado. 


Felicitémonos por la caída a los infiernos de una ley metida de calzador y de paso, intentemos con todas nuestras fuerzas que nuestro dinero, eso que ganamos con tanto esfuerzo y se lleva el Estado a sus arcas no se dilapide en subvenciones al cine. Recordemos que la peor película de Budy Allen fue Vicki Cristina Barcelona. Le subvencionaron la producción, no tuvo que esforzarse por elaborar un guión 'vendible' a los productores y así salió lo que salió. 


Será muy bueno para nuestra industria cinematográfica tener que luchar por el mercado con buenos guiones, buenos temas, buenos actores y buenas producciones. La subvención lo está enterrando en los abismos.

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