Dos son compañía, tres son multitud
José Luis Rodríguez Zapatero, aunque en los últimos tiempos muestre una imagen tensa y un tanto antipática, puede ser una persona muy cordial y agradable en la distancia corta.
La prueba es que, en su copa de Navidad con los periodistas, les ofreció una noticia sensacional: ya tiene tomada la decisión, no está deshojando la margarita. Su mujer, Sonsoles Espinosa y una tercera persona del partido, saben cual es.
Cuentan, los que entienden de política, que el presidente ha decidido no continuar, que lo ve todo muy negro y que los barones de su partido no van a dejar que se presente bajo ningún concepto.
Yo respeto muchísimo estas opiniones; pero les veo un fallo lógico. Ha dicho que tiene la decisión tomada. Punto pelota. A partir de ahí todo son especulaciones.
Pienso que José Luis es una persona que siempre ve el vaso medio lleno y que sabe examinar la situación desde prismas diferentes al resto de los mortales. Lo que otros ven como un desatino, él lo ve como una postura creativa e interesante. Lo que otros tachan de desastre, él lo ve como un desafío que exige maniobras más osadas; pero que puede controlar.
La verdad es que su vida es muy dura en los últimos tiempos y puede que esa confidencia tenga un objetivo claro: animar el cotarro en el partido y ver qué pasa. Como la gente tiende a confundir los deseos con la realidad y él lo sabe, lo lógico es que piensen que no se va a presentar y empiecen a jugar la partida sucesoria sin contar con que el gran Rubalcaba estará siguiendo cada paso con ojo de lince al que nada se le escapa y obtendrá toda la información sobre lo que se mueva en los arcanos del partido.
El argumento de que los pesos pesados del partido, bla, bla, bla, es absurdo. Los pesos pesados del partido a estas alturas son el presidente-secretario general, que lo domina con mano de hierro hace seis años y su equipo. Los barones no pintan nada, el mismo Felipe González se quejaba de que no contaba con ellos ni para recibir una opinión. Si hubieran podido, ya le hubieran quitado, así que no.
Por otro lado, mi impresión es que el presidente va tomándole gusto a codearse con líderes. Incluso podría haber descubierto que hay otra forma de gobernar, que le gusta más y no sería raro que le apeteciera disponer de más tiempo para disfrutar del placer recién descubierto. Las cosas están mal; pero tiene plazo y no cabe ninguna duda de que confía en su buena suerte y está seguro de que, al final, pasará algo que le ayude a dar la vuelta a la tortilla.
Y por último, un dato indiscutible: está construyendo la casita que ocupará cuando se retire, pero aún es sólo una parcela en la que ni se han iniciado las primeras labores de edificación. Necesitará un mínimo de dos o tres años para que estén construidas las infraestructuras, edificada la casa, amueblada y en perfecto estado de revista para trasladarse a ella. No es razonable que contemple abandonar la Moncloa antes de que tenga la casa construida y lista para trasladarse a ella.
Así que lo más razonable es que su decisión sea continuar en el cargo. Si las cosas van mal en las autonómicas y municipales, será un revés; pero no le va a afectar en exceso. A cambio, en ese periodo tendrá tiempo de averiguar, sin ningún género de dudas, quién está con él y quien contra él, habrá tomado las decisiones más duras, la cosa empezará a mejorar y cuando llegue el momento, encontrará el camino para conseguir un nuevo mandato.
Si no lo hace, si no repite como presidente, podrá exhibir su faceta de estadista y fino dirigente del partido. Las elecciones autonómicas y territoriales le hicieron ver que si cedía la cabeza de lista a otro, quemaría un líder valioso en esa pira y su sentido de responsabilidad le llevó a inmolarse por el bien de su partido.
Nadie podrá rebatir ese argumento. Si los analistas tienen razón, si todo está perdido, quien se presente como cabeza de lista en las elecciones generales por el partido socialista será un cadáver cuando termine el recuento. Lo menos malo para el partido es que la debacle recaiga en quien identifican los españoles como la causa de todos los males que nos aquejan y su partido tendrá que agradecerle que haya apurado el cáliz hasta el final.
Luego, vendrá la hora de que otro restaure el partido, mientras él se reúne con su bienamada Mariate en el Consejo de Estado, a la espera de que se acaben las obras de su casa y pueda trasladarse a la tranquilidad de la capital del Reino de León y ser feliz con los suyos lejos del mundanal ruido.
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