Fotografía de 'El Mundo'
Se diría que han vuelto a salir los fantasmas del pasado en un remake estremecedor que nos devuelve a los tiempos convulsos del '95 del siglo pasado en España.
Los asuntos bancarios de aquellos tiempos tienen su versión actualizada en lo ocurrido con las Cajas, en especial con Caja Castilla la Mancha y Cajasur. Los GAL se han actualizado en el 'Caso Faisán'. La Rumasa de entonces tiene su trasunto en La Nueva Rumasa. Los escándalos de corrupción de Roldán se repiten en Andalucía y Asturias. En Cataluña gobierna de nuevo CIU, con idéntica política que en los tiempos de Pujol.
España ha recuperado la cifra de paro de la etapa final del felipismo y se extiende sobre ella el hedor de entonces a podredumbre y miseria. Atravesamos una crisis económica pareja y la única diferencia (de nada desdeñable importancia) es que ahora estamos encuadrados en el marco de la moneda única europea y, bien que mal, no estamos tan desamparados como entonces.
El problema añadido que nos presenta esta reedición de un pasado reciente es el entorno. Cierto que en aquellas fechas la URSS se estaba descomponiendo; pero no nos afectaba de modo directo, al menos no tanto como ocurre con el panorama internacional.
El crecimiento de los llamados 'países emergentes', una vez que tengamos un gobierno nuevo, algo competente y un poco hábil en el trazado de políticas adecuadas para la recuperación, puede ser beneficioso. Ellos están creando riqueza; pero muchos de sus proyectos necesitan una cobertura externa: empresas con técnicos, si no más cualificados que los suyos, sí más expertos, más acostumbrados a trabajar en los esquemas de la economía de mercado que exige ejecutar los proyectos cumpliendo las especificaciones de calidad, con la mayor celeridad y rendimiento posible para abaratar costes.
También disponemos de muchos bienes y recursos que experimentan una demanda creciente: desde el aceite de oliva y el jamón, hasta gramíneas; una gama muy variada de productos en un mercado de miles de millones de personas.
El panorama prometedor (moderado, seamos realistas) que presenta esa parte del planeta en cuanto a oportunidades para las empresas españolas que ya están allí y otras muchas que pueden encontrar un mercado en esos lugares, fomentando la creación de nuevas empresas que colaboren con las que ya están implantadas, que nazcan listas para abordar esos mercados o que amplíen su negocio, con la consiguiente contratación de personal, en especial personal cualificado, tiene una espada de Damocles suspensa con la crisis de los países musulmanes.
La ampliación que está sufriendo ese movimiento, ya no abarca solo a los que atraviesan tiempos penosos, como Túnez, Egipto, Argelia o Marruecos (que ya está en la parrilla de salida). Lugares como Libia, que, con 6.000.000 de habitantes, había mantenido una paz basada en el reparto entre la población de parte de los ingresos derivados de las explotaciones petrolíferas, Dubai (que ha obligado a suspender el campeonato de motociclismo y de F1) y la misma Arabia Saudita están siendo sacudidas por la marea de descontento de una ciudadanía que pide democracia, no pan.
Nuestra dependencia de esos países no es alta: es desesperada. Son los productores de gas y petróleo para Occidente, incluso para EEUU. No podemos cambiar de proveedores de forma inmediata. En el supuesto de que Rusia disponga de reservas para sustituir a los proveedores árabes, tendría que aumentar en muy poco tiempo su producción y eso lleva mucho más del que podemos permitirnos. Tendría que prolongarse el gaseoducto para conectar con la red europea y eso tampoco se logra en pocos días.
Me pregunto si nuestros dirigentes (no hablo de nuestro gobierno que no creo que haya considerado nada de esto y si alguien lo hizo habrá apartado estos pensamientos tan molestos porque es muy cansado pensar), que sin duda han considerado la amenaza, están ya trazando un 'Plan B' para el caso de que los países clave en el suministro de materias primas queden inmersos en el caos y cesen o mengüen de forma excesiva los suministros.
Recemos porque santa Ángela Merkel y la Administración Obama tengan equipos trabajando en este asunto y si no en negociaciones con Moscú, sí preparando el terreno para iniciarlas, diseñando una estrategia que nos permita afrontar el corte de suministros; porque todos dependemos de ese plan para no vivir la segunda caída del Imperio de Occidente.
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