Esperanza Aguirre informó ayer a los medios de que le habían detectado un cáncer y se retiraba de la vida pública durante unos días.
Debió orientarnos la batería de descalificaciones que sufrió por parte de la oposición en su etapa al frente del Ministerio de Educación en el gobierno de José María Aznar. Los socialistas no se ceban en figuras de poco calado; pero hay que reconocer que sus posibilidades para mostrar su valía, como mero miembro de un equipo, eran mucho menores de lo que estuvo en su mano como Presidente de la Comunidad de Madrid. (Lo siento: me aferro a la vieja regla de los sustantivos comunes en cuanto al género).
No tengo ninguna duda de que ha cometido errores, leves, graves y mediopensionistas en una cuantía significativa; porque en la toma de decisiones, esa es la regla: unas veces se acierta y otras se yerra; pero ahí están los datos implacables que muestran que su comunidad crece mientras otras retroceden y está siendo el motor de la economía en estos tiempos de crisis.
Debo reconocer que ha ganado puntos a mis ojos, remontando una calificación negativa en la que la tachaba de lela, hacia una positiva que la reconoce como una excelente gestora, a lo largo de estos años. La clave de esa mudanza de mi criterio, al margen de los datos que demuestran que está aplicando políticas acertadas, es que dice lo que piensa sin preocuparse del impacto que causará su incorrección política. A veces suelta unas patochadas del quince, cierto. Pero otras, la mayoría, recoge el sentimiento común y, sobre todo, deja clara su posición y no se mueve un milímetro de ella. Esa sinceridad y coherencia es muy confortante en estos tiempos en los que nadie quiere definirse (en la derecha) por miedo al qué dirán.
Hoy fue tan valiente como clarividente. Vio que la suspensión de su agenda, sobre todo de un acto tan relevante como su cita en Inglaterra, iba a generar una marea de especulaciones, se ciñó a su idiosincrasia y se adelantó a las cábalas aclarando que iba a estar fuera de la vida pública unos días y las causas.
No solo abortó las especulaciones que iban a desatarse con su desaparición inesperada. No hay campaña más contundente en la prevención del cáncer que la que ella protagonizó hoy declarando que las expectativas son buenas porque mediaba una detección precoz.
Esperanza: deseo que todo vaya bien y estés de nuevo en la brecha en poco tiempo. Si te sirve de consuelo, yo he concertado hoy cita con mi ginecólogo, tras cuatro años dejando para mañana la mamografía, tras ver tu declaración.
Sé que mi mamografía será perfecta. A mí me matará un cáncer de páncreas, de hígado o de estómago. Tres generaciones de víctimas de estos males me preceden. Por más que insisto, mi médico de cabecera rechaza hacer un seguimiento implacable de mi más que deficiente aparato digestivo, lleno de achaques desde hace mucho; pero lo de las mamografías, es sagrado.
El viernes de la semana próxima tengo mi cita. Espero que para esa fecha tú estés reincorporada y en perfecto estado de revista.
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