23/2/11

Los mercenarios de Gadafi



Estados Unidos se prepara para responder a un baño de sangre
Fuente: 'El País'

Ya abordé en otra entrada el temor que me producían los sucesos de Libia. El historial de Gadafi, un asesino sanguinario, bastaba para llenar de espanto al considerar cuáles eran las previsibles decisiones que podía tomar.

Libia es el país con mayor índice de renta per cápita del norte de África (9.300 $ en 2007). Es cierto; pero el reparto de la riqueza generada por el petróleo es desigual y no eliminó en ningún caso grandes bolsas de pobreza.

Libia es un país con un sustrato social de carácter tribal muy arraigado. Eso explica los acontecimientos que están desarrollándose. Muammar el Gadafi necesitaba apoyarse en un ejército poderoso para mantenerse en su puesto y (bien lo comprobó él en el golpe de estado que dirigió y depuso al rey Idris I), sobre todo, fiel. 

La estructura tribal entraña una poderosa vinculación de los militares que componen el ejército con los intereses y directrices que marcan los jefes de sus tribus. No hay que olvidar un rasgo en Gadafi: su inestabilidad mental, si no diagnosticada, sí demostrada con suficiente contundencia para poder apreciar rasgos maníacos en su conducta. Ese rasgo acentuaría lo que vive cualquier dictador sin necesidad de sufrir desórdenes mentales: miedo a las intrigas llamadas a derrocarlo. El Gadafi solo tenía un camino para conjurar el problema que planteaba su ejército: formar un segundo ejército, integrado por mercenarios reclutados en otros países para protegerle de cualquier amenaza y actuar a sus órdenes. Al ser un cuerpo de extranjeros, no estarían condicionados en ningún caso por escrúpulos a la hora de atacar a la población, como lo harían los miembros libios del ejército regular.

La chispa que hace saltar las revueltas también es el hambre. 9.300 $ son, en números redondos, 6.800 € al año o 18,63 € al día por persona. El precio de los alimentos básicos en Trípoli (es el lugar del que tengo conocimiento directo) es equiparable a los de cualquier supermercado de Madrid o cualquier capital europea en estos días. 

La carestía privó a la mayoría de los libios de capacidad para acceder a los alimentos, generó hambruna y desató la desesperación de un pueblo sitiado por el hambre, la más peligrosa de las situaciones para un gobierno. 

Lo que está ocurriendo no tiene vuelta atrás. Los ataques del ejército, de violencia desmedida, contra la población desarmada han roto toda posibilidad de que se reconduzca la situación. Los testigos que han huido hoy hablan de guerra civil. 

No puede ser de otro modo, porque si un pueblo sufre la represión de sus propias fuerzas de seguridad, ya forma una visión del tirano que exige su desaparición sea cual sea el precio; pero si esa represión viene de manos de mercenarios extranjeros que asesinan a la población civil siguiendo órdenes del tirano, entonces es la guerra declarada entre los libios y un ejército extranjero dirigido por alguien que ya no pueden considerar un líder propio. 

La suerte está echada. Muammar el Gafafi ha dicho que no dimitirá ni abandonará Libia, que está dispuesto a convertirse en mártir. Un occidental poco atento a las costumbres musulmanas radicales puede pensar que el traductor de su mensaje ha cometido un fallo; porque, para nosotros, los mártires son seres pacíficos que se dejan matar con mansedumbre en defensa de su fe o sus ideas. En cambio, los mártires del radicalismo islámico son mucho más beligerantes: mueren matando y eso es lo que ha elegido Gadafi. 


No sé si su destino será encontrar la muerte; pero va a matar a destajo en tanto llega ese momento, si no se da el golpe de suerte de que alguien se sienta enviado por Alá (o por otras fuerzas) para detener esa matanza y dispone de los medios y la ocasión para neutralizarla. 

No hay comentarios: