Trinidad Jiménez (El Confidencial)
Soy asidua seguidora del blog 'Crónicas de un Diplomático Jubilado' de Inocencio Arias. Me encanta su estilo y sus análisis. Su condición de embajador ofrece un enfoque diferente al que se puede encontrar en los columnistas cuando aborda noticias internacionales y disfruto mucho cuando (pocas veces) cuenta entresijos de su experiencia o de su profesión en general.
Quizás por eso llamó mi atención la noticia que trae hoy 'El Confidencial' sobre el esperpento de los nombramientos de los diplomáticos que han concluido sus misiones.
No es nuevo que cada gobierno ha colocado a personas que no pertenecen a la carrera diplomática en cargos relevantes en este ámbito; pero lo usual era que esos nombramientos 'políticos' recayeran en personas de prestigio. En el reino Z se nombró a un sindicalista como embajador en Cuba, a un ex alcalde de La Coruña para la Santa Sede, ejemplos del nivel de prestigio de los diplomáticos 'políticos' que nombra este gobierno. Son tantos que no hay sitio para los diplomáticos de carrera y como estos ganan esa condición mediante oposición y no pueden echarlos, hay que exprimir la imaginación.
A don Manuel Salazar le ha alcanzado la imaginación trinitaria y me imagino que estará que echa las muelas ante el ridículo y pomposo nombre de la misión que se le ha encomendado: 'Embajador especial para la gobernanza'. No tiene ninguna importancia, es un cargo ficticio, vacío de contenido, para el que no van a proporcionarle recursos ni medios. Aún así, tiene que doler entregar a alguien una tarjeta con su cargo actual. ¿O no?
El problema es que en este momento tenemos treinta y tres (33) diplomáticos en este tipo de misiones. El señor Salazar, terminada su última misión en Croacia, debería ocupar un puesto en el Ministerio de Asuntos Exteriores, como el resto de los comisionados hasta que surja un nuevo destino; pero esos puestos están ocupados por cargos de confianza de la santísima Trinidad y no va a permitir que entre gente que compita con los 'suyos'.
Así está nuestra política exterior: dirigida por un iluminado, con doña sonrisas y abrazos como brazo ejecutor de la labor de desprestigio constante, sin otro criterio que «la voz de su amo», incapaz de reaccionar ante las complicadas situaciones que estamos viviendo.
El señor Salazar y sus compañeros pueden sentirse confortados: pudo ser peor; pero que se preparen los que vengan detrás; porque acabaremos teniendo embajadores en misión especial para asuntos chacineros o de «ratones coloraus». El nepotismo de este gobierno garantiza ese futuro.
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