La entrevista a nuestra flamante ministra de Sanidad e Igualdad en 'Los Desayunos de TVE' nos ha regalado dos perlas que me conmueven.
Por un lado, ha dado fe de su responsabilidad asegurando que tras la promulgación de la primera ley antitabaco, ella dejó de fumar; para que quedara constancia de su conducta ejemplar, antes de remangarse para la faena y asegurar que con los datos de las estadísticas del paro en la mano, no hay motivos de peso para atribuir con certeza las cifras de desempleo en hostelería a la entrada en vigor de su magnífica ley.
La cuestión es que se parece tanto a Felipe González, en especial en la sonrisa y en esos dientes separados, que cuando una la escucha, como ya la ha visto mentir de forma continua con empecinamiento y cinismo parejo al que mostraba el ex-presidente, teme que esa afirmación, siendo cierta, es inexacta.
Es cierto que, a partir de los datos de la estadística, no se puede apreciar una incidencia clara en las cifras de desempleo de la entrada en vigor de la ley. No es menos cierto que si al Gobierno le interesara proteger la economía, en ese sondeo se deberían de haber introducido preguntas que permitieran individualizar ese dato; por si fuera preciso, introducir modificaciones o excepciones que permitieran paliar los efectos en el sector.
Es decir: o se han introducido esos sondeos y hay datos que no ha querido facilitar porque le perjudican o no se han introducido, con lo que está demostrando una irresponsabilidad inaceptable, colaborando en el hundimiento del sector más importante de nuestra economía, tocado de forma grave por los efectos de la crisis que ellos han convertido en bíblica con su incompetencia y desfachatez.
La segunda perla llega ante la formulación de la pregunta sobre su opinión respecto a las declaraciones de Mariano Rajoy en el sentido de que no cocina ni hace la cama en su casa. No le sorprende, dice. La conciliación familiar es una de las grandes asignaturas pendientes en España, añade más tarde con tono virtuoso y aire doliente. Llamativo que hable de España. Antes de la crisis le salía un sarpullido cada vez que pronunciaba el nombre de nuestro país; pero se ve que con la crisis le ha pasado el prurito.
La perla es el tono y, de nuevo, el cinismo. Elude responder a la cuestión sobre las tareas domésticas que realiza Rodríguez Zapatero. Digo cinismo porque hay una cosa evidente. Es más que probable que, dado el volumen de ingresos del jefe de la oposición y el hecho de que su mujer trabaja, haya personal de asistencia doméstica que se ocupa de las tareas del hogar en su casa, del mismo modo que hay personal que se ocupa de guisar y hacer las camas en la Moncloa.
No es ninguna novedad. Todos los hogares en los que los ingresos lo permiten, procuran disponer de apoyo de profesionales del servicio doméstico para aliviar el trabajo de conciliar la vida doméstica y la profesional, que los niños, si los tienen, estén atendidos cuando no estén los padres. Incluso conozco varios casos de matrimonios que optan por contratar extranjeros, tanto del este de Europa como asiáticos, para que sus hijos aprendan una lengua eslava o el chino y tengan ventajas en calidad de bilingües desde la cuna.
Sin embargo, mencionar que es normal que una persona que percibe ingresos altos no se ocupe de faenas domésticas porque tiene una empleada (o empleado) en su casa, está fuera de las capacidades de la progresía. Incluso en el caso obvio de que existen, como en el caso del presidente del Gobierno, dejará que la empalen si es preciso, antes de responder que es absurda la pregunta, que hay un equipo completo en La Moncloa para mantener el palacio como una patena, hacer las camas, lavar la ropa y cocinar y cabe suponer que el jefe de la oposición dispone de servicio para cubrir esas tareas.
La conciliación familiar es algo que nuestra ministra ve con una visión tan pobre y estrecha como todo lo demás. Un hombre o una mujer (porque hay muchos casos de mujeres que no soportan las tareas domésticas) pueden conciliar con su pareja el trabajo profesional y doméstico, incluso si no tienen apoyo externo, aunque uno de ellos no haga la cama o cocine. Basta con que se haga un listado de faenas y uno, por ejemplo, se encargue de la compra, de recoger a los niños, atender sus deberes, bañarlos y acostarlos, mientras el otro queda liberado de todos esos trabajos para ocuparse de otras tareas domésticas.
La conciliación, señora Ministro, consiste en que la pareja haga equipo dentro del hogar y la forma de hacer equipo, el reparto de tareas, la fórmula que les viene bien a ambos, no tiene que ajustarse a lo que usted considera conciliación. Por suerte, aún nos queda ese pequeño reducto (no sé durante cuánto tiempo si sigue usted ahí) en nuestro hogar, que nos permite tomar decisiones sobre nuestra organización.
Por cierto: ¿Se hará cada día la cama y cocinará la señora Pajín?
No hay comentarios:
Publicar un comentario