Imagen: miblogdeayuda.blogspot.com
No cabe la menor discusión sobre la legitimidad de la línea editorial en los medios. Orienta al lector y es saludable. Lo sería aún más si esa línea no fuera excluyente, si los medios, en especial los periódicos, concedieran espacio a opiniones que no se ajusten a esa línea y acojan enfoques distintos; pero parece que eso no es posible, al menos en los periódicos «progresistas».
Hace tiempo que he llegado a la conclusión de que los «progresistas» son lo más reaccionario de nuestra sociedad. No aceptan nada que no comulgue punto por punto con la visión ideológica que abrazan con una fe rayana en el fanatismo más recalcitrante, no se puede debatir con ellos, ante la menor contradicción en los puntos de vista te insultan y se parecen tanto a los fascistas que si no lo son, forman una especie muy cercana.
Digo esto, porque hoy he leído en un diario, cuyo nombre no voy a mencionar, que un editorialista de la secta ha escrito negro sobre blanco que el PP, el entorno etarra y Mubarack vienen a ser lo mismo.
Lo primero que cabe decir es que se le ha ido la olla al articulista o que está muy mal de lo suyo de la cabeza; pero eso sería liquidar con una chanza demasiado frívola un asunto muy serio.
No puedo imaginar que ningún director de un diario americano, alemán, francés o de cualquier país demócrata (de verdad), que adopte una línea editorial cercana a un partido, tolere que un columnista escriba algo como que el partido republicano, conservador o social democrático, escriba algo así sin ponerle en la calle de inmediato. Primero porque la ética periodística, incluso en tiempos de campaña electoral, marca unos límites muy claros al calibre de la munición que se puede usar de modo legítimo para apoyar a los partidos y por otro, porque el propio lector del diario repudiaría una actitud tan abyecta. No dejaría de ayudarle a tomar esa decisión lo poco que tardaría el ofendido en ponerle una demanda millonaria que ganaría y causaría un grave quebranto al periódico.
Pero aquí no pasa nada. Aún tendrá que pedir perdón el PP y sus votantes por molestarse 'un poquito' ante semejante infamia.
Aquí es donde se demuestran los principios democráticos de nuestros opinadores. Sin duda, el panfleto que ha lanzado esa ignominia tiene ya acreditada de viejo una actitud, él sí, muy cercana a los principios de las dictaduras sangrientas, su amor incondicional a la mordaza de los disidentes, incluso su cariño hacia los terroristas.
No pediría nunca un cierre administrativo de esa sentina hedionda; pero sería una excelente noticia que fueran los propios lectores los que, en ejercicio de la defensa que debemos asumir todos de la democracia, dejaran de comprar ese panfleto.
No ocurrirá; porque es el reducto de los que no creen en la democracia y serían muy felices consiguiendo instaurar una dictadura comunista al estilo Stalin; pero no hace daño a nadie soñar que, incluso algunos de esos fieles, abracen los modos democráticos y se nieguen a secundar ese cáncer que se ha incrustado en los medios de nuestro país.
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