13/11/10

Crisis del Sáhara



No es fácil este asunto. En su momento, España era el enemigo y el Polisario ni siquiera consintió una retirada ordenada que dejara organizada la cuestión de soberanía. La ONU quedó al cargo del antiguo protectorado y Marruecos (que algo tuvo que ver en la instigación de las ansias soberanistas del Polisario) inició su estrategia para la ocupación «de facto» del territorio.

España no tiene nada que decir ni hacer sobre el Sáhara. No posee ningún título, porque así lo quisieron ellos, para protestar o enarbolar su defensa, si no es el deber moral con su antiguo protectorado.

Para complicar las cosas, es necesario mantener una buena relación con Rabat. Si quiere complicarnos la vida tiene muchas bazas a su favor, desde abrir el paso de las pateras para que inunden nuestro territorio, hasta hacerle la vida imposible a la flota pesquera que faena en sus aguas territoriales o en caladeros cercanos que, aunque no tenga jurisdicción sobre ellos, si se está pescando cerca de la línea, hace complicado demostrar que el pesquero no estaba en sus aguas territoriales y la captura, por tanto es ilegal.

Siendo cierto todo esto, un estado no puede tolerar el trato que están recibiendo sus ciudadanos en otro. No puede mantenerse en esa postura fláccida ante el asesinato de un ciudadano suyo. La presunción de inocencia es irrenunciable, más en las condiciones que se produjo.

Hay una diferencia entre tener un tacto exquisito y bajarse los pantalones. España no puede tolerar que se maltrate a un español, que se impida el ejercicio del derecho de información de sus periodistas, más cuando se autoriza a los de otras nacionalidades. En especial cuando un periodista americano recibe una paliza, es detenido y cuando muestra su pasaporte, se le piden disculpas explicando que «creían que era español». Eso, no puede tolerarlo España.

Es vergonzoso, por tanto, que en aras de la necesidad de mantener unas buenas relaciones con Marruecos, nuestro Gobierno renuncie a lo que es su principal deber: defender los españoles con toda energía y contundencia ante el gobierno marroquí y hacerle saber que considera que se considera un ataque frontal al estado español cualquier ataque hacia sus ciudadanos.

España no debe olvidar que están ahí Ceuta y Melilla y que todas las cesiones cobardes de hoy constituyen pasos difíciles de desandar en el futuro; porque la flagrante incompetencia de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores nos aboca a una situación muy comprometida en el futuro ante la defensa de la integridad del territorio español.

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