5/11/10

Tontos muy tontos

José Luis Rodríguez Zapatero ...

Una vez más el Gobierno nos deleita con una tontería más; para que hablemos de la anécdota y olvidemos las cosas inquietantes. No hay ninguna intención torticera. Se trata de una política de higiene mental y prevención sanitaria; para que no nos estresemos, durmamos bien e incluso practiquemos la risoterapia, tan beneficiosa para mantener los niveles de equilibrio de nuestro organismo.

Aún no me he enterado bien; porque ya se sabe que las noticias de prensa contienen mucha opinión pero poca información. La cosa parece que va de una reforma de la normativa del Registro Civil en la que se da un paso más en la refroma del 87 (no se fíen de la fecha, mi memoria es muy poco fiable) en la que se modifica el Código Civil para eliminar la norma que imponía la obligatoriedad de que el apellido paterno fuera en primer lugar y se pudiera elegir, bien en el momento de la inscripción, bien en una etapa posterior, ya a cargo del interesado adulto, el apellido materno con preferencia al paterno. 

Parece que ahora se va a solucionar un problema que no ha existido nunca. La práctica habitual ha venido siendo la siguiente: una vez que la esposa da a luz a su hijo, vivo, por supuesto, el ginecólogo que asistió el parto facilita un documento que el padre lleva al día siguiente, mientras su mujer está aún ingresada o en reposo en su domicilio, al Registro Civil para proceder al asiento e inscripción del/la neonato/a. En muchos casos el debate previo al parto se habrá circunscrito a la elección de nombre de la criatura. En algunos casos por distintas razones, se habrá planteado la posibilidad de acogerse a la posibilidad de anteponer el apellido materno por razones muy variadas: desde la pena del abuelo materno que sólo ha tenido una hija y ve en peligro de que se extinga su apellido hasta por el hecho de que el padre tenga un apellido que le ha amargado la infancia, sea tan común que le ha planteado problemas o porque sí, porque les apetece.

Hasta donde yo sé, nunca se ha dado la circunstancia de que una vez inscrito el/la neonato/a, haya surgido un problema que entrañara la incoación de un expediente de modificación de la inscripción realizada por el padre por parte de una madre enfurecida por los datos del asiento. No digo que no haya ocurrido; pero no tengo ningún temor a equivocarme si aseguro que han sido muy escasos esos incidentes.

'El País' titula en su portada del diario digital: «El PP contra el plan de acabar con la primacía del apellido paterno». Una se queda atónita. Ya no existía esa primacía. Se podía optar con toda libertad por el apellido de la madre. Otra cosa es que haya una tradición, una inercia, una asimilación de unos criterios que la mayoría de los españoles desconocen en la actualidad; pero que fueron relevantes y válidos en su momento para optar por el apellido paterno en primer lugar, seguido del apellido materno como refuerzo de la legitimidad del recién nacido, reconocido por el padre en una etapa en que ese reconocimiento tenía consecuencias jurídicas muy relevante en materia sucesoria y la constancia de la estirpe materna que rubricaba la procedencia de la otra estirpe familiar de la criatura, igual de relevante. La mayoría de las parejas opta porque sus hijos continúen esa tradición, reciban, al igual que lo hicieron sus progenitores A y B el apellido paterno en primer lugar y el materno en segundo lugar. 

Lo asombroso del caso es la solución que la nueva regulación del Registro Civil va a dar a un conflicto que no se ha dado nunca: en caso de que no haya acuerdo (así lo he entendido yo) en la pareja sobre la prelación de los apellidos de su hijo, el Registro aplicará el abecedario y si la madre se apellida García y el padre Velasco, prevalecerá el apellido García. 

Nace muerta la regulación o reducida a incidentes muy escasos. Para empezar, requiere que se retrase el asiento del recién nacido; porque para constatar esa divergencia será necesario que comparezcan padre y madre ante el encargado del asiento en el Registro Civil para levantar el acta de nacimiento. La mayoría de las mujeres necesitan un mínimo de cuatro días, lo normal una semana, para recuperarse del parto e ir a registrar a su hijo. Luego debe darse la contingencia de que en el momento en que la pareja facilite los datos de filiación, aparezca una diferencia irreconciliable entre ellos en cuanto al apellido que ha de figurar en primer lugar. Dado que ese debate habrá dispuesto de nueve meses para alcanzar un acuerdo, es raro que haya que recurrir a la decisión salomónica del orden alfabético de los apellidos paternos.

En resumen: una bobada; pero mientras los españoles nos metemos en el charco de este debate, miremos las noticias que nos ofrece la prensa:

El paro se ha incrementado en el mes de octubre en 68.213 personas.

Negociaciones con ETA.

Manifestación contra la negociación con ETA el próximo sábado.

La Unión Europea suspende temporalmente las ayudas al carbón.

El BBVA predice que España seguirá sin crear empleo al menos hasta 2012.

El FMI descarta que el Gobierno cumpla el objetivo del déficit para 2001.

Suben los intereses de la deuda española.

No sigo. Nos están endeudando hasta las cejas por muchos años para hacer frente a los gastos corrientes porque las arcas están vacías. El Gobierno parece que está negociando con ETA para intentar presentar un éxito ante el público en las próximas elecciones. Continuará el paro, incluso aumentará. Nuestra fiabilidad exterior continuará descendiendo y nuestra deuda cada vez será más onerosa.

Es normal, lógico y sin la menor duda, beneficioso para nuestra salud física y mental que el Gobierno nos libre de noches en blanco y días de angustia pensando en la gravedad de nuestros problemas, cómo vamos a pagar, cómo vamos a librarnos de la losa de deudas y degradación de la estructura económica que afrontamos y ponga el foco de nuestra angustia en la opción de elegir el apellido del padre, de la madre y, en su defecto, una secuencia alfabética.

Mis padres no tuvieron una visión tan aguda. Dado que iba a apellidarme Quirós Reguera, debieron llamarme Piedad, Pilar, Pergenta o tal vez Penélope. ¡Pena que no estuviera ahí José Luis al quite!

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