8/11/10

Loquillo y los trogloditas

Loquillo habla para La Gaceta. EFE

A veces uno se sorprende al tropezar con ese 'algo ' que condena en otros como observador y niega en sí mismo con un autosuficiente «yo no».

Hoy lo viví en primera persona. Odio los prejuicios, la gente que reacciona como si la hubieran agredido cuando alguien tiene opiniones contrarias, que desdeña todo lo que no coincide con su ideario en todos los órdenes y no le concede una oportunidad a un medio o grupo por el hecho de que esté tachado de tal o cual tinte político o a determinadas personas porque considera que en tal profesión o círculo, todo el mundo es así o asá.

Sucedió que uno de los participantes en el blog de Santiago González enlazó la entrevista con Loquillo. Pasé olímpicamente del enlace: La Gaceta (Intereconomía, un grupo «dudoso») y un roquero. Unos cuantos mensajes más tarde, alguien comentó que le había gustado la entrevista y en ese momento fui consciente de que si no pinché el enlace fue por pura cuestión de prejuicios.

Me encantaron las respuestas. No porque coincidan con mis criterios, sino porque me encanta la gente que tiene ideas propias, que reflexiona sobre lo que enfrenta en cada momento con mente abierta y no tiene miedo de decir lo que piensa; pese a que es «políticamente incorrecto».

Admiro esa postura por otro prejuicio. En el año setenta yo cumplí dieciséis años. En el curso 72-73 inicié la carrera de Derecho y lo primero que nos inculcaron los catedráticos era que estábamos allí para aprender a pensar por cuenta propia, a hacernos un criterio. No nos permitían tomar apuntes en clase, sólo notas puntuales sobre la explicación; porque el plan de estudios que nos habían trazado partía de un libro de texto como base a ampliar yendo a la biblioteca para consultar otros autores, estudiar posturas diversas y adquirir un criterio propio.

Eso era lo 'moderno', la esencia de la enseñanza universitaria. La formación jurídica era esencial; pero no sería nunca fiel al espíritu esencial de lo universitario si no aprendíamos a beber de fuentes diversas para llegar a conclusiones propias, única vía posible para salir de las aulas con una cultura jurídica, una capacidad de análisis, una independencia intelectual y un sentido crítico indispensable para andar por la vida en todos los órdenes. Quien no actuaba así, quien se aferraba a una idea sin pasarla por el tamiz del análisis subjetivo para formarse un criterio buscando opiniones de contraste, era un individuo romo, atrasado, trasnochado. Un troglodita, en suma.

Ese tallado intelectual no tiene vuelta atrás y por eso me fascina que en un mundo en el que esa cultura desapareció en poco tiempo y la gente evita hacer lo que se nos inculcó como irrenunciable: pensar por cuenta propia, adquirir un criterio y defenderlo sea popular o no lo que pensamos, aparezcan personas que practican esas ideas.

De todas sus declaraciones, la que más me ha gustado es esta:

-Vargas Llosa.
-Me encanta su gran jerarquía. Casi lo admiro más como persona que como escritor. Fui a Cuba en los noventa y llevaba una chupa de cuero con la imagen del Che. Y cuando vi aquello, me dije: ¿Quién me ha tomado el pelo? Las bandas de rock, prohibidas. Los rockeros me daban las cintas en un lavabo por miedo a los comisarios políticos. Y salí corriendo. Y Vargas lo denunció en un momento difícil. Parece que García Márquez es cojonudo porque apoya a Fidel y éste no porque es de derechas. ¿Estamos en párvulos o qué?

No dice nada especial, nada que sorprenda a quien analiza la situación de Cuba, su falta de libertades; pero sobre todo, sus problemas económicos sin apasionamiento, sin más ánimo que ver qué falló, por qué un país rico y próspero en otro momento, hoy ha perdido casi todas las fuentes de riqueza y la población malvive en condiciones muy precarias en las que los artículos que en otros sitios son básicos, allí son lujos. 

Estomaga ver a los defensores de ese sistema que niegan la mayor con absoluta ceguera y defienden que es impecable. Es tan raro ver a un artista criticar ese régimen, aunque sea con pinceladas anecdóticas que no entran en la raíz del problema que aparece cuando se aniquila la iniciativa privada y el Estado intenta sustituirla para crear un estado de bienestar que, en teoría, puede ser posible; pero en la práctica es inalcanzable porque la prosperidad de los pueblos siempre se asienta en la capacidad de crear riqueza material e intelectual de todos y cada uno de los ciudadanos que lo integran; que tus prejuicios te hacen releer para convencerte de que no te has perdido algo que cambia el sentido de lo que tú has entendidop.

Y sobre todo, me ha encantado descubrir que aún existen artistas lo bastante independientes para sentirse libres de expresar sus ideas. Nuevo sobresalto. Es cierto que hace mucho (que se lo pregunten a Javier Krahe) que en nuestra democracia es muy peligroso criticar al gobierno socialista; pero no es menos cierto que la quintaesencia de esas condenas al ostracismo están representadas por la dictadura franquista que creímos superada a partir del año 76. 

¿Será posible que?... ¡No! ¡No puedo creerlo! ¡No quiero creer que en el año 2010 siga sintiendo miedo a la libertad de expresión políticamente incorrecta! ¡No es posible! ¡No era esto! ¡Por Dios! ¡Si combatíamos a los trogloditas!




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