28/11/10

Madrid-Barça cortina para los recortes

De izquierda a derecha: José Manuel Lara, Antoni Brufau, César Alierta, Alfredo Pérez Rubalcaba, José Luis Rodríguez Zapatero, Elena Salgado, Emilio Botín, Francisco Javier García Sanz y Borja Prado.
Zapatero promete a los empresarios acelerar las reformas.

Hay algo tragicómico en el titular de todos los diarios de hoy para la noticia de la reunión de los empresarios con el Presidente.

Es una promesa absurda; porque es, justo, lo que prometió a Merkel, Sarkozy, Obama y Jintao en mayo. Esa era su exigencia: que se pusiera las pilas; porque el país estaba en quiebra y urgía resolver los problemas cuanto antes para remontar. Se lo tomó con toda la calma del mundo y ahora se asombra de que todos piensen que España no va a cumplir.

¿Por qué hemos de dar más crédito a esta renovación del compromiso? No hay ninguna razón para creer que en esta ocasión por primera vez en su vida (al menos en su vida como Presidente del Gobierno español) vaya a cumplir la palabra dada. Hay, sin embargo, un resquicio para albergar la posibilidad de que esta vez sí vaya a ponerse (un poco, muy poco)  las pilas.

El primer poro diminuto que se abre en nuestra certeza de que no va a cumplir, es que la situación es tan seria que, incluso él, tiene que estar preocupado viendo que se va a descalabrar su partido en Cataluña, que van a perder el ayuntamiento de Barcelona y que las encuestas le muestran que ese va a ser el pistoletazo de salida de la gran debacle.

Se abre el agujerito un poco más, cuando uno imagina que, ante el nerviosismo de los mercados, tiene que recibir llamadas de todo occidente apremiándole a que se ponga las pilas y los acreedores tienen que estar tan desesperados ante el panorama de la última semana.  No sería raro que en la reunión del G20 haya tenido que escuchar mucho más de lo que estaba dispuesto a oír.

Se empieza a abrir una fisura pequeña, ante la sorprendente convocatoria del día de hoy y sus declaraciones finales. Tiene órdenes de la superioridad de hacer algo. En mayo contó que era que le habían llamado los mencionados más arriba y fue el cachondeo general. Se rieron de él hasta los abrojos de la estepa y el coste en su prestigio fue tan alto que necesita otra coartada.

Lo de acusar al PP ya no funciona, está agotado el discurso y como tiene que echarle la culpa a alguien, ahí están los empresarios para cargar con el mochuelo del paquete de medidas que, seguro, que saldrá el lunes, cuando se sepa ya qué ha pasado en Cataluña y el país esté pendiente del partido Madrid-Barça, que es una cortina muy adecuada para distraer la atención y ponerle sordina al tijeretazo que le han impuesto, una vez más, como deberes adicionales, derivados del deterioro provocado por su indolencia durante estos meses.

Una vez pasado el trago de comunicar políticas de grave contención del gasto, cuando la ira de los ciudadanos y los medios arrecie mucho, saldrá a decir por sí o a través de sus emisarios, que es que los empresarios, que son del PP en su mayoría, le exigen cumplir ese programa. Y luego, apenas hará lo justo para que parezca que hace; porque si a estas alturas no está tramitado ni el 5% de lo que se comprometió a acometer en mayo, ahora que tiene ahí las elecciones de mayo no va a ejecutar medidas tan impopulares que van a arrasar las escasas expectativas que le quedan a su partido.

Y de oca en oca, nos iremos al garete. 

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