10/11/10

Entrevista a Felipe González



Trece años y medio. Ese es el tiempo que estuvo Felipe González Márquez en la presidencia del gobierno. Llegó con una mayoría absoluta de doscientos dos diputados en 1982. Muchos españoles vimos en su triunfo electoral una esperanza de regeneración democrática profunda. Creímos que el caciquismo, el amiguismo, los enchufes, las castas se habían terminado.

Apenas necesitó una legislatura para demostrar que no era el regenerador de la ética política que habíamos dado por hecho. Bien al contrario. Sus actuaciones demostraron pronto que no era la ética su rasgo más sólido; los escándalos por corrupción empezaron a aflorar en 1989 y no pararon hasta que perdió las elecciones.

Si creyéramos sus palabras en aquellos tiempos, fue un gobernante que no controlaba nada, que no se informaba de nada, que se enteraba de todo por la prensa. Nadie pudo probar que fuera el 'cerebro' o diera carta blanca para la creación de los GAL propuesta por un tercero; pero era obvio que un presidente no puede estar en la inopia una vez que un denominado 'grupo antiterrorista' empieza a actuar en su país.

Si hubiera tenido el valor de convocar una rueda de prensa, asumir toda la responsabilidad y dimitir en su momento, se hubiera ido por la puerta grande; porque siendo cierto que es inadmisible lo que hizo, situado en el contexto de aquellos años de hierro, del baño de sangre que estaba sufriendo el país, de la colaboración de Francia con los terroristas, el ciudadano de a pie y sobre todo, los que habían sufrido en sus carnes el terrorismo, le hubieran comprendido y perdonado.

Ese fue su error capital: careció de valor para asumir la responsabilidad que tenía y hoy queda de manifiesto al confesar, después de que su gente hubiera pasado años en la cárcel, que sí, que estaba informado, que él tomaba las decisiones. 

La escasa duda que nos quedaba a la mayoría de los españoles se ha desvanecido. Se discute en los foros qué hay tras esa declaración; por qué saca esto a relucir en este momento. Yo no tengo la respuesta; pero sí tengo un mensaje cercano suyo: ante la crisis del PSOE, militancia,militancia y militancia. Es posible que se trate de eso: de su forma de ejercer la militancia para ayudar a su partido a ganar, una vez más, las elecciones. 

Hay otra cuestión que para mí es tan grave como la corrupción que toleró durante sus mandatos: la forma en que reaccionaron él y su partido ante la pérdida de las elecciones. No se puede acusar al personaje de haberse parado en barras, cuando aspiraba a ganar las elecciones, a la hora de demoler al gobierno, anteponiendo siempre los intereses de partido a los de España. Nadie como él debía comprender que la oposición aprovechara las suculentas bazas que él les entregaba dejando que campara la rapiña hasta por la caja de las pensiones de los huérfanos de la Guardia Civil. 

Dio muestras desde el día en que perdió las elecciones de que no asimilaba la alternancia; que él y su partido sentían que era suyo el gobierno y el país, que el nuevo gobierno eran unos okupas que habían invadido su casa y les habían expulsado de ella cambiando el cerrojo y que era lícito que les odiaran e hicieran lo que fuera necesario para volver al hogar, dulce hogar del que eran dueños y señores.

Eso no pasa en ningún país democrático y si pasa en éste, es, ante todo y sobre todo, porque su actitud, su influencia y su desprecio a las leyes y al sistema en sí mismo, corrompió la democracia hasta la raíz.

Ese es su legado para la posteridad y si queremos consolidar la democracia, nuestra misión es luchar cuanto sea necesario para que desaparezca ese sentimiento de que el Estado tiene dueño y metamos de una vez en la cabeza de este tipo de políticos que la soberanía nacional reside en el pueblo y que nosotros y sólo nosotros, decidimos quién queremos que nos gobierne.

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