He leído dos artículos en ABC que tratan de lo mismo pero no hablan de lo mismo. El primero, 'La ratonera cubana' sale de la pluma (mejor la tecla) de Juan Velarde. Analiza las causas del giro que ha dado la política cubana dando los primeros pasos hacia estructuras capitalistas. Un análisis, como todos los suyos, ponderado, ecuánime que va a las causas, comenta los errores que percibe con imparcialidad y ponderación.
Florentino Portero en 'Fin de etapa' arranca así: «La dictadura castrista se desmorona tras años de arbitrariedad e incompetencia» para continuar con un escrito de denuncia tanto de la dictadura, como de la postura inconveniente que ha adoptado España en su defensa del régimen cubano.
Al contrario que Velarde, Portero califica, no entra en detalles que son tan importantes para que el lector entienda lo que está pasando y por qué están las cosas así. Por otro lado, sin negar la mayor: la dictadura castrista ha sido un desastre y no hay ninguna justificación para las aberraciones que se cometieron en la violación de los derechos humanos, sí que conviene matizar.
El problema básico que enfrenta hoy Cuba va unido a la ideología comunista de sus mandatarios, que aplicaron las tesis marxistas, seguro que con la mejor intención; pero fallaron porque ignoran cómo funcionan los sistemas sociales que estimulan al individuo y son claves para generar riqueza. Fidel fue eliminando a paso rápido la propiedad privada y todo fue responsabilidad del Estado. Seguro que en ese momento creyó que las cosas funcionarían; pero no ocurrió porque no podía ocurrir.
No está lejos este problema del que hemos padecido nosotros, tanto en el pasado como en el presente: el desconocimiento de nuestros gobernantes de cómo funcionan las cosas y por qué los idealistas fallan una y otra vez: desconocen por qué son las cosas de determinada manera, atribuyen a causas banales la adopción de determinados criterios en la tradición de gobierno, meten la mano en esos asuntos y el aleteo de esa mariposa provoca un ciclón en el sistema.
Mientras existió la URSS el problema no fue muy grave para Cuba, porque les proveía de recursos de todo tipo. Con la caída de la URSS y el empobrecimiento de Venezuela, Cuba quedó abandonada a su suerte.
Hoy Cuba tiene dos monedas, ambas sobrevaloradas. No produce nada, importa el 80% de lo que necesita, incluyendo alimentos, pese a que tiene grandes extensiones de tierras baldías. Éste es el problema: no produce, por lo tanto no se genera riqueza y esto seguirá siendo así mientras no se produzca una modificación de la estructura económica.
A Portero se le llena la boca exigiendo democracia. Padecemos una grave crisis de democratitis. La democracia no es más que una forma de gobierno, mucho más amplia y compleja que el mero hecho de votar cada cierto tiempo a los dirigentes políticos. La democracia necesita una base participativa en la que la mayoría de los ciudadanos se involucren, por convicción propia, en la res pública, no como políticos, sino como vigilantes de que las personas que ocupan el poder hagan lo que deben para el bien de todos y dispongan de mecanismos legales para obligarles a cumplir sus obligaciones.
En mi opinión, se le debe exigir al gobierno cubano que respete a ultranza los derechos humanos, pero no un cambio de sistema político; porque incluso en Roma existía la figura del dictador para las ocasiones de grave crisis en las que se necesitaba afrontar un problema de gran calado.
Cuba necesita regenerar su economía, abrir paso a la iniciativa privada, reducir al mínimo el papel del Estado, buscar el camino que sea para evitar que los ciudadanos que ganen el equivalente a 1450 € al año soporten un tipo impositivo del 50%. Cuando se recupere la economía, cuando salgan adelante empresas sólidas, cuando produzca alimentos en sus tierras para abastecer los mercados, cuando desaparezca la pobreza y exista prosperidad, entonces sí, entonces será hora de que los cubanos pongan en marcha una democracia; un sistema siempre más caro de sostener que otro más simple.
Implantar una democracia ahora no sólo no les ayudaría, sino que incrementaría los costes del propio sistema.
'El País' calma mis angustias sobre el asunto del Sáhara. En realidad se trata de que unos pocos simpatizantes del Polisario tomaron un campamento y el Gobierno marroquí no tuvo otra que enviar a sus soldados para que fueran casa por casa buscando a los activistas que perturbaban la tranquila vida de los residentes en el campamento. ¡Menos mal!
Luego me da un susto de muerte. Leo el titular 'Las memorias de un Presidente muy desmemoriado'. ¡No me lo puedo creer! (me dije frotándome los ojos con la entrevista de Millás a González en la cabeza). Y hacía bien no creyéndomelo. Habla de las memorias de Bush. Gracias a Dios, mi fe en 'El País' no sufre ningún quebranto.
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