23/11/10

España en capilla


Hoy es uno de esos días en los que me cuesta mucho trabajo elegir el tema de la entrada. Tras recorrer todos los periódicos generalistas (reconozco que he exceptuado a 'Público' porque no he encontrado en él nunca una información que cumpla el requisito de un rigor básico) estaba con la moral hecha fosfatina. Las noticias no pueden ser más deprimentes, parece que estamos a punto de despeñarnos y el ejecutivo no sólo no reacciona, sino que sigue jugando a pájaros y flores, negando la mayor y mostrando un perfil de incapacidad que no puede ser más perjudicial para todos. 

De repente, recalé en Libertad Digital, leí un artículo de opinión en el que el opinador se carcajeaba del informe que le enviaron los empresarios al Rey y como suelen colgar los originales, lo busqué y lo descargué. Aquí lo tienen

Es verdad que flojea la redacción en algunos puntos, que es muy generalista y que no aporta soluciones; pero no creo que sea para tomarlo a risa. Su primer valor es que hace un análisis del problema desde un punto de vista ecuánime.

Sí, ya sabemos, quienes queramos entenderlo, que la falta de gobierno a lo largo de todos estos años nos ha traído aquí, que hemos derrochado, que no se han adoptado medidas y reajustes necesarios; pero todo eso ya pasó y ese era, justo, mi problema para elegir el tema de la entrada. No sacamos nada arreándole al Presidente. Puede ser un desahogo para nuestra impotencia; pero no resuelve el problema real.

Lo que me gusta de ese informe es que no carga las tintas, describe los errores; pero, sobre todo, marca unas líneas maestras que buscan resolver el problema estructural y una de ellas, la que más me gusta, es la siguiente:

En el epígrafe «La meta del camino» (pg. 10) dice:

«Ubicar al Ciudadano como verdadero centro de gravedad del país. La nueva excelencia
de España pasa por volver a ubicar al Ciudadano en su justo lugar como centro de gravedad
primordial del sistema-país. Para ello, el primer paso consiste en restaurar una definición de
Ciudadano válida desde una óptica de Modelo Productivo, como combinación de cinco facetas
fundamentales: el Ciudadano depositario responsable de los valores de un país, el Ciudadano elector, el Ciudadano consumidor, el Ciudadano financiador y el Ciudadano productor de valor socioeconómico. Como segundo paso, es clave el ensanchamiento de los canales de comunicación y acción entre Ciudadanos y Administradores».

Me parece fundamental. No conseguiremos asentar nuestra economía, tampoco nuestra democracia y nuestra evolución como sociedad, si no asimilamos que nosotros somos los auténticos responsables de nuestro destino en todos los órdenes. Si no delegamos en otros el control de las instituciones y los órganos de Gobierno, si no estamos dispuestos a fiscalizar los actos de nuestros gobernantes de toda índole: del alcalde al Jefe del Estado y pedirles cuenta de la forma en que se gasta nuestro dinero, de las decisiones que toman y de los errores que cometen, no avanzaremos.

Tenemos que luchar porque no vuelva a pasar lo que está pasando: que estemos al borde del abismo, necesitemos un cambio urgente en el timón del país y no dispongamos de ningún medio para obligar a que se convoquen elecciones ya. 

Si de esta catástrofe sale, por lo menos, la articulación de unos cauces que permitan que los ciudadanos podamos ejercer un control eficiente de nuestros gobernantes, podemos darlo todo por bueno.

Ese control es necesario; porque el poder corrompe, ciega, enloquece en cierto plazo al que lo detenta. Porque la democracia, como un mero sistema de elección periódica de representantes no es un buen sistema de gobierno y puede ser el peor, si los ciudadanos no son más que meros depositarios de votos en una urna, que no pueden hacer nada si el gobierno elegido incumple el contrato representado por el programa electoral. Si no se diseñan esos canales de intervención de la ciudadanía y control del poder de tal modo que eviten que se utilicen como medios de agit pro por los partidos que utilizan a sus bases para estrangular al gobierno. 

No podemos fiarnos de nuestros políticos, sean del signo que sean; porque como decía Summers, «a cualquiera puede salirle un hijo gilipollas» y no podemos permitirnos que un mal gobernante vuelva a meternos en una crisis que se pudo atenuar si hubiera trabajado con seriedad, nunca más.

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