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Existen fechas en las que todo el mundo recuerda con precisión qué estaba haciendo ese día. El 11 de marzo de 2.004 es una de ellas.
Todos estábamos aturdidos por el horror, aplastados por el dolor. Sin embargo, si supiéramos lo que estaba ocurriendo mientras nosotros permanecíamos pegados a las pantallas atrapados en el espanto y la angustia, hubiéramos enloquecido.
Mientras nosotros nos preguntábamos «¿por qué?», otros estaban trabajando contra reloj para canalizar esos sentimientos hacia las urnas y lograr la victoria.
Mientras nosotros veíamos en esas imágenes víctimas inocentes y amanecíamos flotando en la incredulidad, el juez instructor, señor del Olmo, fue llamado para informarle que los servicios de limpieza habían informado de que las vías seguían llenas de restos humanos.
El Juez compareció, levantó el acta correspondiente y dictó un auto estremecedor, mandando que enviaran a la incineradora los productos perecederos.
Esos «productos perecederos» eran los restos de las víctimas que estaban en el foco de la explosión. Gracias a eso, existen víctimas contabilizadas que no están contrastadas por pruebas genéticas para identificarlas. Lógico, para el juez eran productos perecederos.
Siete años después, seguimos sin respuestas. La fiscal Olga Sánchez le espetó a una víctima en un receso del juicio que podía darse por contento de estar vivo. Los que tenemos que estar muy contentos de que hayan sobrevivido somos el resto de los españoles que aún no hemos superado el trauma de ciento noventa y dos muertos.
Seguimos preguntándonos quién, por qué y cómo se perpetró ese atentado mientras intentamos sobrevivir a sus consecuencias. Ese día, once de marzo de dos mil cuatro, no sólo fueron reventados cuatro trenes. Se inició la campaña más terrible de demolición de las instituciones, la economía, la moral, las costumbres y los consensos que había construido la sociedad española y en el día de hoy, no vemos un horizonte para el fin de la pesadilla. Incluso nos preguntamos si estaremos en puertas de una catástrofe similar, previa a las próximas elecciones.
El 11 de marzo de 2004, toda la sociedad sucumbió en aquellos trenes. Todos estábamos en esos trenes. Por eso vivimos en un mundo de espectros.
3 comentarios:
Una pregunta:
¿ Es usted amiga-a mía, por casualidad?
Yo diría que sí. Hemos cenado juntos, remamos en la Argos y sigo su blog. Si hablamos de etapas pasadas... Puede que tengamos una amiga común. ¿Conoce usted a Darane?
No, Carmen. No conozco a Darane. La pregunta de arriba la realicé porque tenía dudas si este magnífico blog que había descubierto gracias a nuestra común amiga de Facebook, Susi, a la que me he unido como amigo, era el tuyo.
Un beso.
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