26/9/10

Contra la banca y los sindicatos

Momento en el que decenas de activistas entran en el edifico | S. Cogolludo

Cientos de personas ocupan la antigua sede de Banesto en Barcelona

Me ha encantado esta noticia aparecida hoy en la sección 'España' de 'El Mundo' en su versión digital. Esos cientos de personas protestan contra la banca y los sindicatos. 

Cuando se avanza en la noticia, esos cientos se reducen a unos trescientos. Cualquiera que tenga una leve noción del funcionamiento de estos grupos 'antisistema' puede comprender en toda su amplitud (y alegrarse) esta noticia.

Los antisistema, en este caso parece que se ha puesto en marcha el movimiento okupa, tienen una característica: organización y compromiso con lo suyo. Cuando los dirigentes planifican una acción para llamar la atención sobre algo, tocan a rebato y acuden si no todos, una importante mayoría, no sólo del entorno en el que se va a desarrollar el montaje, sino de lugares alejados dentro de la geografía, incluso de otros países. Si acudieron trescientos, no fueron convocados más que cuatrocientos, quinientos, tirando muy por alto.

Conozco a algunos integrantes del movimiento okupa. Varios de ellos se perfilaba como chicos muy brillantes, llamados a un futuro prometedor; pero en algún momento, algo cambió la percepción del mundo de su mente.

Viven abrazados a esas visiones en las que se contemplan a sí mismos como víctimas del sistema; pero ellos tienen un valor añadido. Son muchos, tal vez centenares de miles, incluso millones, los que comparten con ellos esa condición; pero les diferencia del resto en que ellos tienen una conciencia muy clara de su situación y están dispuestos a luchar contra la opresión.

Quieren que el mundo, así, en general, les resuelva la vida, les proporcione casa sin contraprestación por su parte, les facilite la percepción de una salario (piden poco; porque necesitan poco) sin que se les exija una actitud responsable en el desempeño de las tareas. No se comprometen con nada, salvo con su lucha y su objetivo es alcanzar en algún momento la victoria que les permitirá vivir en ese mundo perfecto en el que todo se comparte, nada es de nadie y todos los bienes y riquezas son algo a su disposición que pueden tomar para cubrir sus necesidades.

No se dan cuenta, nunca cabrá en su cabeza, que ese mundo perfecto es irrealizable; que el esfuerzo, el compromiso con la sociedad en forma de aportaciones personales a su desarrollo y evolución, son lo que permite que se hayan erigido esos edificios que ocupan, que haya casas, circulen los autobuses, los trenes en los que viajan, las calles enlosadas por las que transitan.

Ellos no entienden esas cuestiones y optan por el papel de víctimas que, de cuando en cuando, son llamadas para manifestarse junto a los suyos, reverdecen con ese sentimiento de pertenencia y son felices, tan sólo, con alcanzar ese objetivo.

¿Es más importante imponer el respeto a la propiedad privada que esos momentos de felicidad de unas pobres criaturas maltratadas por la sociedad? La respuesta es evidente. Aunque invadieron ya el edificio de Banesto hace días, los Mozos de Escuadra no proceden a su desalojo, dejan que invadan tanto los espacios públicos como los privados y sean felices esas trescientas pobres criaturas; porque somos buenos, civilizados y muy, muy comprensivos.

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