Hoy me sorprendí mirando con atención la fotografía de la cabeza de 'Mono Jojoy' con una extraña sensación de bienestar ante el horror de la imagen. Me sorprendió; porque me horrorizan este tipo de documentos gráficos, huyo de ellos con auténtica fobia y no es lógico que la contemplara con detenimiento, menos con esa sensación de paz.
Sí lo es si lo analizo con desde la perspectiva adecuada. Era un terrorista, un asesino al que se le atribuyen más de cien muertes, destrucción de poblados, violaciones... Era una alimaña de la misma calaña de las que tenemos entre nosotros y sentí esa paz porque, aunque nosotros no tendremos nunca la suerte de ver así a los que asesinaron niños, hombres y mujeres en nuestro entorno, las víctimas de ese individuo hoy sentirán alegría, paz, justicia, consuelo.
Nosotros no tenemos la suerte de que nuestro gobierno plantee una guerra abierta como el colombiano para erradicarles. Seguro que sería muy corta. En cuanto cayera media docena, la canalla que lleva acosándonos cuarenta años se entregaría aterrorizada; porque son cobardes como ratas.
Aún se ensombreció más mi paraje interior tras leer en 'El Imparcial' la conferencia que pronunció en Sevilla Mayor Oreja. La suscribo palabra por palabra.
Pero luego pasé por el artículo de Alberto Cereceda, colaborador de 'Libertad Digital' que analiza la política estadounidense y prendí una luz de esperanza. Si ese movimiento triunfa en USA, se extenderá como el aceite por las democracias occidentales, tan hartas del mangoneo de los políticos como los americanos.
Nosotros no tenemos la cultura de los americanos, ni siquiera de los norte europeos, que entienden muy bien que la democracia no es votar cada cierto tiempo a determinados dirigentes, sino una militancia activa en la res pública, un control sobre las decisiones, los fondos que se manejan, los organismos inanes que se crean para colocar amiguetes, tantas y tantas corruptelas a las que parecen condenados los políticos.
Si viene de allá, alicatado y organizado, es muy probable que prenda en nuestro país en cierto plazo y que ¡por fin! adquiramos esa cultura indispensable para que funcione la democracia: el control de los ciudadanos a los aparatos del poder.
Me arropo con esta esperanza para alejar las sombras.
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