He rebuscado en la prensa la información completa sobre la expulsión de los gitanos rumanos de Francia, sin éxito. La medida es tan grave, tan dura y deshonrosa para un país occidental, que la propia razón dicta que tiene que haber razones muy graves para decretar la repatriación. Todos los periodistas, columnistas, personas relevantes, poco relevantes, nada relevante, tenían su opinión; pero era imposible dar con una información completa.
Hoy figura en 'El País' la noticia del inicio de la precampaña del PP en Cataluña. Javier García Albiol y la eurodiputada francesa Marie Therese Sánchez Schmid, visitarán los barrios de Badalona y Barcelona en los que se asientan colonias de rumanos similares a las francesas que acaban de ser expulsadas.
Por suerte, al final del artículo hay un párrafo en el que aparecen cifras. El periodista las presenta «como lo que Albiol dice»; pero es presumible que hable con datos obtenidos de las estadísticas de criminalidad en las que aparecen desglosados por grupos los autores de los delitos y que sean ciertas.
Esas estadísticas señalan que la población romaní asentada en esas zonas supone menos del 1% de la población total; pero son los autores del 25% de los delitos que se cometen. Roban cable de cobre, carteras y productos en los comercios.
Es muy fácil pontificar desde la tranquilidad de una mesa de redacción o cualquier otro lugar en el que el problema está lejos de ti; pero creo que hay que preguntarse, por lo menos preguntarse, si es lícito obligar a los residentes a convivir con un colectivo tan conflictivo que invade los espacios públicos de un modo diferente al habitual en los residentes, que suponen una gama muy amplia de problemas que han de soportar día a día.
Es falaz hablar de racismo. Falaz y cínico. Causarían el mismo rechazo aunque fueran lugareños integrados en una mafia organizada que cree inseguridad ciudadana y cause los mismos problemas. Los rumanos no tienen por qué despertar sentimientos de racismo; porque no hay rasgos diferenciales relevantes que nos muestren al primer golpe de vista que son distintos.
Creo que en estos casos la primera regla que hay que aplicar es la del orden social. El deber prioritario de las autoridades es garantizar a los ciudadanos, en lo posible, un entorno seguro en el que puedan desarrollar una existencia tranquila. La delincuencia es un problema endémico en todas las poblaciones numerosas y no se puede evitar; pero si se identifica un grupo que perturba de forma grave la vida de una comunidad, hay que tomar medidas para erradicarlo y la expulsión de los que causen problemas es necesaria, aunque nos repugne; porque tiene carácter preventivo y disuade a quienes saben que corren peligro de que se les aplique, de elegir esos lugares como asentamiento.
También debemos contemplar, no sería humano no hacerlo, las razones por las que ocurre eso, las condiciones de pobreza extrema que les han obligado a abandonar su país, la ausencia de formación en oficios, incluso de escolarización, la imposibilidad de encontrar un trabajo que les permita salir adelante sin robar.
En lugar de rasgarse las vestiduras, la UE debería entender que el problema es desesperado en muchos lugares de la Unión, que los gobernantes tienen que proteger a los ciudadanos y que la única solución al problema es atacarlo en la raíz, buscar una forma de ayudar a Rumanía para que salga de la crisis que atraviesa para que sus habitantes no tengan que huir a la desesperada.
No es fácil la solución, es evidente. Hay cuestiones difíciles de salvar, como la normativa internacional que prohíbe la injerencia en la política interna de los países; pero se pueden buscar vías, como el envío de organizaciones no gubernamentales (procurando que sean serias y no un problema añadido) para que colaboren en la puesta en marcha de planes que ataquen el problema.
Seguro que si se provee a esos equipos de unos fondos nutridos y bien controlados para evitar desviaciones y ayudas al país, los gobernantes rumanos pueden aceptar esa ayuda si consiguen persuadirles de que una negativa resultaría inaceptable.
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