Tomo prestada la fotografía de Su Graciosa Majestad del artículo 'Pobre reina rica' que publica 'El País' en su sección 'Gentes' y vuelve a mi cabeza ese viejo refrán que reza: «No es rico el que más tiene, sino el que menos necesita».
La reina es un caso de libro. Su fortuna personal está valorada en 4500 millones de euros y sus propiedades entre las que están el Palacio de Buckingham, el de Windsor, el de Balmoral entre otros, en 7000 millones de euros. Recibe una asignación anual de 38,2 millones de euros; pero no le alcanza la asignación para cubrir sus gastos.
Puede parecer una broma de mal gusto, cuando hay tanta gente que sobrevive con pensiones que no llegan a los 500 euros; pero la realidad es que el hecho de poseer una gran fortuna significa que tienes gastos equivalentes al montante de esa fortuna y en el caso de la reina, según ha trascendido, con la confirmación de un portavoz oficial, en el año 2004 no tenía liquidez suficiente para pagar la calefacción de los palacios de Windsor y Buckingham.
Lo más chusco fue que, ante esa dificultad, el entorno de la reina buscó una solución en un fondo de ayuda destinado a funcionarios locales y viviendas sociales y el funcionario hizo ver a los administradores de la reina que tendría una publicidad muy negativa para ella formular esa solicitud.
Aunque se presenta la noticia como si la reina en persona hubiera cogido el teléfono y llamado al funcionario, es probable que sus administradores le informaran de la situación y ella les hubiera pedido que estudiaran cómo resolver el problema, sin entrar en más disquisiciones. Lo aventuro porque he visto un documental en el que se mostraba un viaje de la reina por las antiguas colonias y hubo una escena en la que mostraba con toda claridad que no quería ni oír hablar de problemas reales y cotidianos. Si esa es su actitud en sus funciones oficiales, no creo que adopte otra en el ámbito doméstico.
No lloraré por ella. No se quedará sin casa ni tendrá que preocuparse nunca por buscar a la desesperada comida para sus hijos; pero no deja de ser aleccionador para quienes contemplan esas vidas en las que, en apariencia, el dinero no cuenta y no existen las preocupaciones, que también ellos tienen que hacer números para pagar sus facturas, aunque los números se los hagan otros y ellos se limiten a echar un vistazo a los resultados.
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