Santiago González colgó esta mañana en su blog una reflexión sobre la reacción de Francisco Álvarez-Cascos ante la negativa del PP a designarle como candidato por ese partido a la Presidencia del Principado de Asturias.
Es muy interesante leer su opinión, siempre ponderada y mesurada, se esté o no de acuerdo con él; pero hoy sus palabras me han removido algo dentro; porque demuestran que Asturias no sólo está arrinconada y hundida, sino que también está ignorada. Aquí está el párrafo de la discrepancia:
En todo caso lo que interesa no es la expresión de cabreo que supone el anuncio, lo lleve o no a cabo. Lo más notable me parece la súbita reconversión de este hombre a los aires del asturianismo, si me perdonan el palabro. Durante su rueda de Prensa de Año Nuevo se refirió en tres ocasiones a Asturias como 'mi país'.
Don Santiago, como la mayoría de los españoles, siente que se le ponen los pelos como escarpias cuando se menciona la palabra 'país' referida a una comunidad; pero quiero recordar los siguientes datos:
1.- El vocabulario: en castellano existe la palabra 'paisano', que deriva de 'país' (pagus, aldea) y puede referirse tanto a una nación como a una región o una comarca. En su primera acepción, paisano significa persona que pertenece al mismo país, provincia o lugar que otra persona. La segunda acepción es campesino o habitante de un área rural, con lo que país puede referirse, tanto a una nación, como a pequeñas demarcaciones.
Cuando uno está fuera de su tierra chica y presenta a alguien oriundo de ella a un tercero, suele decir «es paisano mío» y el otro entiende que ese 'país' que está en el origen de la palabra paisano, no se refiere a la patria, la nación, sino a ámbitos más reducidos: pueblo, provincia o región.
2.- La historia: las provincias vascas fueron denominadas durante mucho tiempo 'País Vasco', incluso en etapas tan poco propicias para el nacionalismo como la dictadura de Franco.
En Asturias no existe un nacionalismo, no ya al estilo catalán o vasco, sino ni siquiera al estilo gallego. Hay una 'Academia de la Llingua' en la que se han hecho estudios muy serios sobre el bable, con la participación de autoridades en materia lingüistica, como María Josefa Canellada Llavona, natural de Cabranes, dirigida por Dámaso Alonso en su tesis doctoral, miembro de la Real Academia de la Lengua en 1986; pero en absoluto se considera que el bable sea una señal de identidad relevante, menos aún excluyente, de la asturianía.
El lema del asturiano es 'Asturias es España, el resto tierra conquistada a los moros'. No es serio; pero como todas las bromas, revela algo que lleva muy dentro de sí quien las formula.
Más que una reivindicación de primacía, es una demanda de atención, un «nosotros existimos, recordadlo» de una región que nunca recibió la menor consideración, que ni siquiera fue dotada de buenas infraestructuras de comunicación cuando era una de las más pujantes de España y que hoy avanza en un declive imparable; porque cada vez tenemos menos peso, cae nuestra demografía, nuestro sector primario está destrozado, el sector secundario apenas consigue mantenerse y el terciario, es un castillo en el aire; puesto que solo puede florecer con fuerza si se asienta sobre la solidez de las dos estructuras anteriores.
No existe nacionalismo en Asturias. Hay un grupúsculo irrelevante de nacionalistas de medio pelo; pero tienen pocas posibilidades de avanzar; porque hay una base cultural muy sólida, un conocimiento de nuestra historia muy superior al de otras regiones y hablar de nacionalismo asturiano equiparándolo a otros del estado español es una solemne tontería.
Asturias es muy vieja. Ha sufrido mucho, penado mucho, triunfado con cierta frecuencia y visto la decadencia otras tantas veces.
No necesita reivindicar nada; porque ahí está la historia. Tiene restos de neardentales en sus entrañas, castros fundados y habitados al tiempo que nacía Roma. Sus minas de oro, plata, estaño y hierro, atrajeron a los romanos que nos trajeron los castaños, los manzanos, herramientas más avanzadas para cultivar las tierras, nos abrieron las puertas de un mundo nuevo y aún perduran aquellos tiempos en nuestra vida cotidiana en forma de tiempos verbales arcaicos, ingenios rurales, incluso apellidos, como Jove.
Hay termas, hay villas y fuentes de la época romana. Hay tumbas visigóticas bajo la torre románica de la catedral de Oviedo y hay pueblos llamados Godos; para atestiguar que no estuvo ajena a esa etapa de la historia. La vieja torre románica se asienta sobre una edificación anterior, que era, con bastante seguridad, una de las torres del palacio de Fruela, el padre de Alfonso II.
Llegada la invasión musulmana, que este año conmemoramos, se levantó contra los invasores y logró expulsarles en el 722. Regresaron muchas veces; pero nunca pudieron recuperar el territorio perdido. A partir de ahí, Asturias siempre estuvo lista para luchar cuando tocaba o para colaborar en la prosperidad de todos con figuras de gran importancia en la historia de España.
No cabe en este territorio perdido, encajonado entre la cordillera y el mar, un discurso nacionalista al estilo de otros nacionalismos. Si un asturiano dice 'país' refiriéndose a su tierra chica, no está reivindicando una categoría diferente a la que existe, no está usando el término para levantar un muro entre Asturias y España; porque como bien dice la tonada y ya mencioné en esta bitácora alguna vez, el asturiano lleva a Asturias en el alma y a España en el corazón.
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