16/1/11

Bucles en el espacio virtual

El personaje de novela con quien más me identifico es Bastián, el protagonista de 'La Historia Interminable' de Michael Ende. Compartí en la infancia (sigo en ella en este terreno) el mismo deseo: encontrar un libro que narrara una historia muy larga, tan larga que nunca terminara.

Pese a que en mi casa se fomentaba la lectura, no eran ajenos a las prevenciones sobre los excesos. Una persona que leyera mucho, sufriría una pérdida de agudeza visual precoz. También existían riesgos de que enloqueciera, tal como previno Cervantes a través de Don Quijote y había más peligros. 

Un buen día apareció la televisión y por suerte para los lectores, las prevenciones se trasladaron a la nueva tecnología, se empezó a divagar sobre los riesgos del consumo desmesurado de televisión (¡mira que era difícil en aquella época!) y sólo había alabanzas para los que nos manteníamos fieles a los libros.

Más tarde llega Internet y hoy se cruzaron una serie de debates sobre el medio en mi camino; como si fuera el día de los disparates o las simplificaciones; pero el que dio lugar a la idea de esta entrada fue un artículo muy sesudo que aparece en 'El Confidencial'.

Me quedaron los ojos como los de los 'dibus', girando espirales en las órbitas al leer: «con toda seguridad usted dejará de leer el artículo en el segundo párrafo; pero tampoco me culpe a mí».

Y sigue, explicándonos que Internet está remodelando nuestro cerebro, que no importa que antes fuéramos lectores de tochos impresos; en cuanto nos acostumbramos a usar Internet, eso cambia, la máquina infernal modifica nuestra capacidad de concentración y no llegamos al tercer párrafo. ¡Amén!

Llevo usando Internet quince años, más o menos. A su hora, fue una herramienta fantástica en mi trabajo. Los abogados en ejercicio son personas que viven en un constante sobresalto; porque no basta con que sepan Derecho. De repente te llega un asunto en el que la construcción de una carretera causa daños en la ganadería de una zona, una empresa es acusada de vertidos que causan daños en un cauce fluvial o hacen radiografías abdominales a una mujer embarazada. 

Antes de Internet, tenías que peregrinar por bibliotecas y no era nada fácil dar con la información que buscabas. Gracias a Internet, te metías entre pecho y espalda artículos y más artículos que te ponían al día sobre la influencia de los vientos dispersando las partículas de los molinos de áridos, te explicaban por qué un valle situado a una distancia notable del molino podía quedar devastado por el polvo transportado por los vientos y todas las complicaciones que podía sufrir un feto por la radiación electromagnética o lo que necesitaras saber. 

No consigo imaginarme cómo puede ser que una persona que necesita acopiar toda la información posible sobre un asunto, sea cual sea la causa de su búsqueda, no supere el tercer párrafo; cómo puede ser que entres a leer la prensa y te limites a los titulares; porque no resistes más. 

De repente me entra una angustia, una cosa... ¿Seré un bicho raro? ¿Será algún síntoma preocupante esto de leer en la pantalla como en los soportes impresos? No sólo leo documentos científicos o técnicos, sino que llego a leer novelas enteras en la pantalla, lo hice un verano, lo confieso. Hacía mucho que perseguía un libro perdido en la infancia, lo encontré en una página de una librería virtual, lo bajé y lo devoré como lo hice en su día con el de papel.

Me calma un poco el hecho de que conozco más gente con esta patología, cuando intento encontrar un punto de sosiego ante esa horrible idea; gente que lee libros en soportes digitales o en ordenadores, que lee los artículos completos de la prensa, que visita bitácoras muy interesantes en las que los propietarios publican cosas muy largas y muy interesantes y nos las tragamos de cabo a rabo.

Va a ser que no es culpa de Internet si mis lectores no pasan del segundo párrafo en mis entradas. No podré escudarme en la nefasta influencia del medio, sino en mi incompetencia para atrapar el interés del lector.

¡Dura vida! ¡Con lo fácil que resulta echar la culpa a otros, voy yo y rebato el argumento! Creo que sí, que esto mío de la cabeza es algo malo y voy a tener que hacérmelo mirar. La objetividad y la auto crítica pueden ser muy perjudiciales para el ego, dictamino. Y es posible que sea aún peor. Por lo que veo, escribir sobre Internet sin importar la falta de rigor o la clara evidencia del disparate debe ser lucrativo y yo estoy perdiendo la ocasión de obtener parte del pastel.

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